Ayanta Barilli (Roma, 1969) ha conseguido con su primera novela, Un mar violeta oscuro, un sueño de la infancia: ser finalista del Premio Planeta, siguiendo así la estela de su padre, el escritor Fernando Sánchez Dragó. Y es que, aunque el periodismo y la interpretación le entusiasman, en este momento se queda con la literatura, «la casa a la que quería llegar». De todo ello hablará el próximo viernes en la Fundación Teatro Romano de Cartagena - junto a la Plaza del Ayuntamiento-, en la jornada de clausura de la XX Semana de la Novela Histórica de la ciudad portuaria; pero antes, que sea la propia autora quien aporte algo más de contexto mediante esta entrevista.

Un mar violeta oscuro es la historia de parte de la rama materna de su familia, de su bisabuela, su abuela, su madre y usted misma. ¿Cuánto hay de verdad y de ficción en esta novela?

Es un libro con una base autobiográfica muy fuerte en la que se mezcla la realidad con la ficción. Vengo de una familia de artistas y creadores en las que estamos absolutamente acostumbrados a manipular nuestra propia vida y la de quienes nos rodean para crear algo, y eso es lo que he hecho. Es lo que ellos mismos me han enseñado a hacer. Por lo tanto, sin faltar al respeto a nadie y con toda la ficción del caso también, he creado esta historia. Nadie en mi familia se ha ofendido por ello.

Para escribirla se nutrió de material escrito por su familia, como cartas y diarios.

Sí. Tenía una serie de cajas que heredé con todo un epistolario familiar y con diarios, postales, fotos... Mucho material que en el momento en que me senté a leer me pareció que merecía un libro. Todo empezó con la muerte de mi madre, cuando yo tenía 9 años: es a partir de ahí cuando me doy cuenta de que las cosas se terminan, de la impermanencia de todo, y empiezo a acumular, como una hormiguita, todo lo que encuentro, también los testimonios de las personas mayores que me rodean. Voy acumulando todo este material a lo largo de mi vida hasta que al fin consigo sentarme a escribir y crear esta historia.

¿No le dio miedo adentrarse en las intimidades de su familia?

Tardé mucho en enfrentarme a este trabajo y en leer este material, pero no por miedo a encontrarme algo que no me gustara. Evidentemente hay muchos secretos que he descubierto en el camino, pero el miedo mayor era el de encontrarse a una misma, el mirar hacia atrás para saber a dónde vamos y adónde voy; aso ya es mi propio proceso psicológico, que al final es el más difícil de sobrellevar.

¿Ha sido el encontrarse a sí misma lo que le ha motivado a escribir este libro?

A mí misma, por fortuna, ya me había encontrado, porque tengo 50 años, pero sí tenía mucha curiosidad por saber cómo eran las mujeres y también los hombres que me precedieron. Me parece que al final sabemos muy poquito de nuestra familia y preguntamos todavía menos. De pronto, se hace necesario saber y es muy importante, por lo menos para mí, poder escribir todo eso para que no se lo lleve el viento.

Ha dedicado cinco años de su vida a escribir esta novela. Tiene que haber sido agotador...

Sí, lo ha sido. Ten en cuenta que escribo compaginándolo con otros trabajos. Tengo un programa de radio de tres horas todas las noches, A media luz, en esRadio, más otras mil cositas que voy haciendo, como conferencias y charlas. He tenido que rascar tiempo al tiempo y escribir esta novela en todos los ratitos libres que tenía, en los fines de semana y las vacaciones.

¿Este libro le ha descubierto una Caterina diferente a la que recuerda de su infancia?

Sí, indudablemente. Yo no la conocí como mujer, la conocí como madre. Al morirse tan pronto tenía un recuerdo de ella absolutamente amoroso, sensorial, muy bonito, pero que no tenía nada que ver con la mujer que realmente era. Al empezar esta investigación familiar he podido ir conociéndola mejor.

En las familias es frecuente repetir patrones, sin embargo, usted ha conseguido romper con la maldición de las mujeres de su familia italiana, que ligaron sus vidas a hombres que no supieron quererlas.

De eso mismo trata la novela, de reflexionar sobre el pasado para romper esos patrones y llegar al presente de otra manera. Este es el recorrido y, en ese sentido, es un camino luminoso porque al final te lleva a la resolución de unos conflictos de los que ni siquiera eres consciente.

La novela se podría entender como un recorrido por la historia de la mujer desde finales del siglo XIX hasta la actualidad.

Sí. Todo comienza en 1860 y acaba en la actualidad, y sus protagonistas son mujeres; si bien, hay muchísimos personajes masculinos muy importantes, algunos malignos y otros hermosísimos, como en la vida misma. En el momento en que se trata la historia de la mujer en Occidente entre el siglo XX y el XXI es inevitable ver todas las injusticias y las situaciones que ahora consideraríamos incluso ilegales y que antes formaban parte de nuestra cotidianidad.

Un ejemplo es el de su bisabuela, Elvira, encerrada en un manicomio a instancias de su marido.

Era una práctica habitual, y no sólo en el caso de mujeres, también de niños con Down o de alcohólicos. En los manicomios no sólo se encerraba a enfermos psiquiátricos, sino a personas que estaban fuera del orden social; y a la mujer, para estar fuera de él, con muy poquito le bastaba..., por ejemplo, con no obedecer las normas de tu marido. Esto también invita a reflexionar sobre lo importante que es conseguir y mantener estas libertades lógicas de la mujer y alcanzar una igualdad.

Ha comentado que su novela es un canto a la reconciliación entre hombres y mujeres.

Creo que si miramos atrás y no nos limitamos a reflexionar sobre el presente, que es algo muy habitual en nuestra sociedad, nos quedan muy claras muchas cosas. Así aprendemos de nuestros mayores y conseguimos esa igualdad que es absolutamente necesaria.

¿Cómo ve la situación actual de la mujer en España?

A mí éste me parece el mejor de los mundos posibles, para todos, tanto para hombres como para mujeres. Hay muchas cosas en las que seguir trabajando para conseguir y mantener derechos. Creo que vamos por un caminito lento, pero también bueno, y espero que estos conceptos que a mí me parecen absolutamente lógicos y que ni siquiera sé por qué se discuten sigan su camino lógico. Creo que estamos frente a una revolución en Occidente y es imparable. Es verdad que las revoluciones a veces generan algunos excesos en sus conceptos, pero no es eso lo que importa realmente. Quienes se sientan incómodos con ello tendrán que recolocarse porque esto es imparable.

Tiene una carrera profesional muy polifacética. Es escritora, periodista, actriz e incluso productora. ¿Qué le mueve?

La curiosidad. No hay una única cosa que me guste. En el ámbito de la creatividad, me ha gustado muchísimo la interpretación, todo lo que tiene que ver con el teatro y con el cine, y, por tanto, con la literatura y con el mismo hecho de escribir o de trabajar en la radio y realizar una labor periodística. En realidad no me siento nada polifacética, me parece una palabra muy grande. Creo que todas son ramas del mismo árbol y me gustan todas ellas.

¿En estos momentos es la literatura el terreno en el que se siente más cómoda?

Sí, la literatura era el lugar, la casa a la que quería llegar después de haber hecho todo un recorrido que sabía que me llevaba hacia ello. Tengo muchísimas ganas de seguir escribiendo y desarrollando todo lo que esté relacionado con la literatura.

¿Cómo es tener como padre a Fernando Sánchez Dragó?

Es una suerte enorme porque gracias a él he tenido una educación privilegiada. Además, es muy divertido.

¿Le mostró la novela antes de terminarla?

No, éste es un trabajo íntimo y no tenía intención de enseñárselo antes de terminarlo. Se lo mostré una vez acabado, con mucho respeto y con cierto temor, y el resultado fue muy bueno. Se entusiasmó y me dijo que le parecía un gran trabajo y que siguiera escribiendo.

Por cierto, ¿cuál fue su primera reacción al conocer que había quedado finalista del Premio Planeta?

Mi reacción fue de incredulidad y de enorme alegría. Ha sido un sueño cumplido, algo que siempre había ansiado desde pequeña porque era una circunstancia que ya se había dado en mi familia, a través de mi padre, así que me parecía como la cuadratura del círculo.