Una apasionante charla con su hermano mellizo Juan Carlos, reconocido asiriólogo y el único experto de España en la civilización hurrita, puso en ebullición la creativa mente del cineasta Ignacio Oliva (Murcia, 1963) para rescatar con Hereje la historia enterrada en Amarna de la corte del faraón Akenatón, padre de Tutankamón, y de su bella esposa Nefertiti. El resultado es una película de 90 minutos rodada en un desconocido idioma del egipcio antiguo que ficciona por primera vez en el cine mundial un encuentro cerca de Alepo del rey hitita Supiluliuma con el de Babilonia Burna-Buriash II.

Toda una extravagancia, reconoce Oliva, para definir este filme que narra los tres últimos años del faraón que declaró al Sol Atón como único dios de Egipto y borró de un plumazo el variadísimo panteón de las deidades veneradas en el país más rico y poderoso del mundo de entonces. Es una obra pictórica que se estructura dando vida a las escenas de los deslumbrantes relieves de los templos egipcios en 15 capítulos. «Admito que es una apuesta de alto riesgo por mi empeño en hacerla en la supuesta lengua que se hablaba en aquel tiempo», insiste Oliva, que para rizar aún más el rizo incluye pasajes en hitita y acadio en su particular versión del encuentro de los reyes en Alepo.

Hereje ha despertado el interés de los estudiosos del país de los faraones y hasta el prestigioso Jan Assmann se ha aventurado a definir la apuesta lingüística de Oliva como un «artefacto egiptológico» que ya tiene subtítulos tanto en español como en inglés. «Esta obra tiene el sentido que tiene el propio arte», justifica el director, consciente de que es improbable que la cinta se proyecte en salas de cine por su peculiar originalidad.

«Todo surgió cuando mi hermano me habló de un pasaje de una tablilla cuneiforme que narraba el viaje a Egipto de una princesa mitana, Taduhepa, para casarse con Amenhotep III, padre de Amenhotep IV, luego conocido como Akenatón», rememora Ignacio Oliva, que pronto comenzó a imaginar escenarios como ese viaje, la muerte de Amenhotep III y cómo Taduhepa pasó a llamarse Kiya y entró en el harén de Akenatón para convertirse, después de Nefertiti, en una de las esposas más queridas por el rey hereje.

Acababa Oliva de rodar La Rosa de nadieLa Rosa de nadie, otro largometraje de cine independiente y se decidió a mostrar los 17 años del convulso reinado de estos faraones. Tan ambiciosa idea quedó al final reducida a la exposición de los últimos tres años de poder de Akenatón por el ajustado presupuesto con el que ha contado, 900.000 euros, un respaldo económico muy inferior al decidido apoyo científico recibido del experto en Historia Antigua José Ramón Perez-Accino y de su propio hermano. Oliva se muestra igualmente muy agradecido con el elenco de los actores que, alucinados en un primer momento, apostaron por esta aventura un tanto friki.

«Es ante todo una hipótesis como película histórica y como idea lingüística», afirma sin perder el ánimo. Para resucitar el egipcio antiguo sepultado hace miles de años, el equipo se inspiró en las referencias fonéticas de las misas coptas y en pasajes de estelas que carecen de vocales. «Mi hermano me escribió anotaciones también del hitita y el acadio y he contando con asesoría histórica de la Universidad de Castilla-La Mancha», prosigue.

Para los actores, el rodaje tuvo momentos de extraordinaria dificultad al verse obligados a memorizar una lengua inventada. «Llenamos el plató de pizarras vileda para que no se perdiesen en la narración», revela Oliva, quien contó para realizar el casting con la actriz Ana Otero, que interpreta a la madre de Akenatón, Tiyi, en el filme. Por su parte, Raúl Prieto borda el papel del faraón hereje y Diana Bernedo, experta en el método Suzuki de interpretación, da vida a una Nefertiti famosa por su belleza, pero, sobre todo, como una gran estadista por su valor y capacidad de decisión en una época del lejano Egipto en la que se produjo el primer golpe de estado documentado. De hecho, en realidad Akenatón no hablaba con los militares, era Nefertiti la que ostentaba todo el poder ejecutivo del reino. «Fue una gran gobernante», subraya Ignacio Oliva al referirse a esta poderosa mandataria cuya tumba aún no ha sido descubierta por los arqueólogos.

Pero, ¿fue Akenatón un hereje? Lo fue porque cambió el orden teológico de su época, considera Oliva, pero su apuesta por el monoteísmo «fue un acto de defensa de la monarquía» ante el imparable poder de los sacerdotes de Tebas. Esa revolución, según los estudiosos, había comenzado con su padre, con el que cogobernó durante cinco años. Los generales y sacerdotes se rebelaron en el primer golpe militar de la historia para acabar con quien se había autoproclamado único mediador entre el dios Atón y los hombres. Y lo consiguieron hasta el punto de borrar no solo todas sus huellas, sino también su legado hasta su rescate a finales del siglo XIX.

Ignacio Oliva pretende estrenar Hereje a principios de 2020 para mostrar unos exteriores e interiores de Akhetatón, la capital de Amarna, rodados en Alcalá de Henares con vestuario realizado por Alex Green y parte de la ropa que utilizó Ridley Scott en Exodus sobre la vida del faraón Ramses II. «Sé que me la juego por mi extravagancia», reitera Ignacio Oliva, «pero estoy convencido de que el arte consiste en cierta medida en meterse en problemas», concluye el murciano.