La de ayer, en el Almudí, fue una jornada de nombres propios. Amedeo Modigliani, uno de los grandes referentes del postimpresionismo del segundo cuarto del siglo XX, ejerció de anfitrión, pero desde que por la mañana se presentara oficialmente la exposición, otras dos figuras permanecieron latentes en la mente de buena parte de los visitantes que se acercaron también por la tarde para la inauguración: por un lado, la del escultor Antonio Campillo, en el décimo aniversario de su muerte, y, por otro, la del exalcalde de Murcia Clemente García, fallecido el pasado mes de abril a los 83 años. De que así fuera se encargó personalmente su homólogo en la actualidad, José Ballesta, encargado de enseñar ante los medios la última gran exposición que acoge la capital del Segura: París Vivant. De Montmartre a Montparnasse.

El primer edil murciano, que estuvo acompañado por el concejal de Cultura y Recuperación del Patrimonio, Jesús Pacheco; el presidente de la Fundación Antonio Campillo, Luis Miguel García de Andrés; el comisario de la exposición y legatario del escultor murciano, Juan Pérez Ferra, y el autor de los textos y libro conmemorativo de la muestra, Martín Páez, tuvo unas cariñosas palabras en recuerdo de sus compatriotas, antes de ponerse a desgranar una exposición que reúne obras procedentes en su mayoría de colecciones privadas y que, desde ayer, pueden verse juntas por primera vez dando una panorámica de lo que fue la vida parisina y su inmensa ebullición artística desde los años sesenta del XIX y hasta mediados del pasado siglo. En total, más de 67 obras entre las que, no obstante, destacan tres por encima del resto: en primer lugar, dos dibujos en grafito sobre papel de Modigliani que retratan al príncipe tunecino Abdul y a su musa Beatrice Hastings y que han sido cedidos por el Ayuntamiento de Villa del Río (Córdoba), y un cuadro del salmantino Celso Lagar que supone la única imagen que se conserva del multitudinario entierro del maestro italiano, pagado, por cierto, por otro pintor presente en la muestra, el chileno Manuel Ortiz de Zárate.

Y es que cada una de estas casi setenta obras, explicó el comisario de la muestra, Juan Pérez Ferra, tiene detrás una historia que plasma la vida de París y las relaciones entre los centenares de artistas de la época -de ahí el título-, muchos de los cuales quedaron eclipsados por grandes maestros como Picasso, Braque, Matisse y, por supuesto, el propio Modigliani. Así, en el Palacio del Almudí se pueden contemplar, además de las citadas, un sucesión de piezas de «grandes pintores» que, desgraciadamente, «quizá son menos conocidos por el gran público -no consiguieron seducir a los principales marchantes de la época- a pesar de su extraordinaria relevancia para el mundo del arte», subraya Martín Páez , encargado del montaje y recopilación de las obras.

El recorrido comienza con obras de Gustave Madelaine y de Leon Suzanne, grandes amigos de Modigliani, al igual que el citado Ortiz de Zárate, de quien se expone un delicado bodegón de frutas. Otro de los íntimos del genio de Livorno que se da cita en esta muestra es Isaac Dobrinsky, que logró librarse de un campo de concentración comprando su libertad con dos obras del italiano, develó Pérez Ferra, que guarda en su cabeza las decenas y decenas de historias que acompañan a cada una de estas pinturas.

También se pueden ver obras de Alphonse Quizet, gran amigo del maestro Maurice Utrillo, a quien guardaba sus obras; Marcel Cosson, o Henri Ottmann, el gran retratista de la sociedad parisina. Se suman además a la lista Ginés Parra, íntimo de Picasso, a quien el artista malagueño envió importantes sumas de dinero cuando se puso enfermo; o Juan de Echevarría y Joaquim Sunyer, quienes fueron los anfitriones del autor del Guernica a su llegada a París, acogiéndolo en sus casas. Y siguiendo con los autores españoles, París Vivant rinde homenaje también a los pintores murcianos a través de la figura de Pedro Flores, de quien se exponen cinco obras, así como a otros compatriotas que pasaron por París en aquellos años, como Mariano Andreu, Pere Creixams, Ismael de la Serna, Francisco Bores o Emilio Grau Sala.

Agustin Grass-Mick, Pierre Farge, Pierre Dumont, Edmon Heuzé, Georges Filiberti, Nathan Grunsweigh, Leonardo Benatov, Hubert Malfait, Leon Schwartz Abrys o Charles Lvapil son otros de los cuarenta artistas cuyos trabajos se pueden también apreciar en este recorrido por el París más cosmopolita y de mayor eclosión artística de la historia, que casualmente se concentraba en los barrios de Montmartre y Montparnasse. Y aunque mayoritariamente, la muestra no solo acoge pintura, ya que tres esculturas completan este paseo por el arte de finales del XIX y principios del XX: Le celliste, de Emmanuel Mané-Katz; Tete de femme, de Margaret Cossaceanu-Lavrillier, y La couple, de Albert Bouquillon. Todas ellas visitan Murcia gracias a la Fundación Antonio Campillo, que ha participado en la iniciativa para rendir así homenaje a su último presidente, el propio Clemente García, y al escultor que le da nombre en el décimo aniversario de su fallecimiento y que conoció a muchos de los artistas que integran la muestra.

Ballesta definió esta exposición -que permanecerá abierta hasta el 10 de noviembre- como «brillante» y «única», ya que ofrece «una composición completa del panorama artístico de la época a través de artistas que habitualmente no se pueden ver reunidos en España». Pero, sobre todo, por encontrarse entre ellos el maestro Modigliani, un miembro «genial» de la Escuela de París, «que bebió de las fuentes del expresionismo y primitivismo, dotando a su obra de una sensualidad clasicista única e inconfundible, como reflejó desde sus estudios primero en el barrio de Montmartre y, posteriormente, en Montparnasse». La vida parisina...