El poeta Leopoldo María Panero descansa ya en el panteón de su familia en Astorga (León), localidad que le vio crecer y a la que ha regresado después de su fallecimiento hace cinco años en el hospital psiquiátrico Juan Carlos I de Las Palmas de Gran Canaria.

En la mañana de ayer se celebró una misa en su honor en la iglesia de Santa Marta de la citada localidad y, después, las cenizas del mediano de los Panero fueron trasladadas al cementerio para reposar junto a los restos de su padre, Leopoldo Panero, y su hermano menor, Michi, en el panteón familiar.

Su prima, Charo Alonso Panero, explicó en declaraciones a los periodistas minutos antes de comenzar el acto, que la familia del poeta también ha conseguido «descansar» después de un periplo judicial que se ha prologado durante cinco años hasta que la justicia ha nombrado a sus primos como herederos legítimos del poeta. «En la familia estamos verdaderamente felices de que él regrese, de nuevo aquí, a la tierra de su infancia y su juventud. Su idea siempre fue quedarse aquí con su hermano, que además me lo pidió antes de morir», afirmó Charo Alonso Panero.

Su prima recordó que Leopoldo María Panero fue «un gran poeta» y matizó que «lo seguirá siendo», puesto que la familia, ahora heredera de sus derechos de autor, se encargará de que su obra «quede para la posteridad». «Haber conseguido traer sus cenizas a Astorga es un logro muy importante, porque por su terrible enfermedad, Leopoldo María ha pasado los últimos años muy desvinculado de la que es su casa. Creo que es una especie de liberación para él, que no quería estar en el psiquiátrico donde pasó diecinueve años», señaló Charo.

Final feliz

Leopoldo María Panero falleció en el Hospital Rey Juan Carlos I de Las Palmas de forma repentina una madrugada de 2014, y fue el editor del poeta el que avisó a la familia tras recibir una llamada del centro. «No sé por qué no nos avisaron directamente a nosotros sabiendo que éramos su familia», lamentó su prima, al tiempo que recordó que cuando llegaron al tanatorio encontraron «un ataúd en el que alguien, en secreto, había colocado una bandera republicana», y la urna con las cenizas.

Nadie preguntó a la familia si Leopoldo María quería ser incinerado y tampoco entregaron sus cenizas y enseres personales a sus primos porque el poeta nunca había especificado qué hacer con sus restos y sus bienes en caso de fallecer, reconoció Charo Alonso Panero. «La asistente social del sanatorio nos dijo que teníamos que atestiguar que éramos familia y esperar a que el juez dictaminase quienes eran los herederos legales de Leopoldo María. Entiendo que esto se haga cuando hablamos de enseres, de la cuenta corriente del banco o de los derechos de su obra, pero no para recoger las cenizas; no entendíamos que tuviesen valor para quien no es familiar», cuestionó.

El caso es que no fue hasta el año pasado cuando el juez nombró herederos legítimos a sus cuatro primos, entre los que se encuentra Charo, que en el momento de conocer la decisión viajó a Las Palmas para recoger las pertenencias de su primo. «Una enfermedad que sufrí hizo que se retrasase este proceso, pero en abril de este año viajé al hospital para recoger las cenizas de mi primo y sus recuerdos. En el depósito del sanatorio encontré centenares de libros, reconocimientos y premios que recibió a lo largo de su vida, máquinas de escribir y documentos con textos inéditos», aseguró. De hecho, la prima del poeta informó de que estudiará y clasificará esos textos para después, si procede, editarlos en un libro, y que donará el legado de Leopoldo María Panero a la Asociación de Amigos Casa Panero de Astorga, que se convertirá en museo el año que viene.