"El cielo es de todo menos negro", asegura el astrofotógrafo Rogelio Bernal, quien llegó entrada la treintena a un oficio en el que fue pionero con sus paisajes estelares. Natural de Murcia, y afincado en Estados Unidos, su visión del Universo le ha convertido en uno de los mejores en su campo; reconocimiento que puede visualizarse estos días en el Planetario de Madrid con una exposición titulada, efectivamente, Los colores del cielo profundo, organizada por esta institución y la Obra Social LaCaixa.

¿Qué es el cielo profundo?

Es lo que hay más allá de la Tierra, cuando apuntamos al cielo y fotografiamos cosas que están muy lejos.

Pero allá arriba todo está muy oscuro, ¿no?

Lo que mi trabajo y el de otras muchas personas demuestra es que, aunque miremos hacia arriba por la noche y no veamos nada, realmente hay muchísimas cosas ahí fuera: nebulosas, galaxias... Uno de mis lemas es: 'El cielo es de todo menos negro'. Aunque nosotros lo veamos negro, realmente ahí hay muchísimos colores y muchísimas cosas que no vemos salvo que usemos fotografías o telescopios.

¿Y hay algún color que predomine?

Más que un color hay un elemento que predomina en el Universo y es el hidrógeno, que es el elemento mas sencillo y puede emitir luz en diferentes colores. Pero el más común es el rojo; igual decir esto puede ser un poquito atrevido, pero no muy incorrecto.

¿Cuándo y por qué decide empezar a mirar al cielo?

Me encontré con la astrofotografía con 35 años, hace quince. Estaba viajando con mi familia por una carretera de California, muy lejos de las ciudades. Mi mujer abrió el techo del coche y vio un montón de estrellas: "¡Tienes que parar, tienes que parar, esto es increíble!", dijo. Y paré, y vi la Vía Láctea, vi un cielo como no lo había visto en mi vida. Me quedé muy impresionado y se me ocurrió: "¿Se puede hacer una fotografía a todas estas estrellas?". Tenía una camarucha de estas de familia e intenté hacer algo y me salió regular, pero me picó la curiosidad. Al día siguiente, al llegar a casa, me metí en Internet a buscar y ya no hubo vuelta atrás.

Su trabajo acumula premios y sesentade sus imágenes han sido seleccionadas por la Nasa como 'foto astronómica del día' (APOD). ¿Qué hace usted que no hagan sus compañeros de profesión?

Yo no empecé diciendo: "¡Huy!, quiero hacer cosas diferentes". Empecé haciendo fotografías de galaxias, de nebulosas, pero me picó la curiosidad de ver más, de hacer cosas que no había visto hechas por otros. Hasta entonces, hace ocho o diez años, la gran mayoría de las fotos de objetos del espacio se podían definir como una foto con un objeto en el medio, y pensé: "Esto son catálogos, más o menos bonitos, pero no dejan de ser catálogos". Yo estaba buscando paisajes estelares; quería buscar la composición en un lienzo que ya está dibujado, en el que no puedes añadir nada a lo que hay allí arriba. Se trata de ver la astrofotografía desde un lado un poquito más artístico, pero sin inventarte nada.

Una de la fotografías de Rogelio Bernal.

¿Cuál es el objeto celeste más fotogénico?

Hay dos en particular: La galaxia de Andrómeda y la nebulosa de Orión, que son los más famosos; esta última creo que es la más bonita, con una cantidad enorme de gases, de colores, que la hacen preciosísima y muy fácil de fotografiar. También hay otra zona que se llama de Antares, una estrella gigante con una nebulosa alrededor, donde hay muchos colores: puedes ver amarillo, azul, rojo...

¿Cómo se toma una imagen del cielo profundo?

Son dos partes. Una es la captura de los datos, esto es irte lejos de las ciudades a plantar tu telescopio, tu cámara, tu equipo y sacar la foto. No es un proceso rápido, puedes tener abierto el obturador hasta diez o veinte minutos, capturando la luz que es superdébil, y además tienes que hacer muchas tomas. Esta parte es un poquito más aburrida. Luego está el procesado, cuando abres esos datos en el ordenador, los ves y dices: "¿Aquí qué hay?", y es un rectángulo negro con puntitos que son las estrellas. La luz sigue siendo tan débil que tienes que subirle los brillos, por decirlo de alguna manera. Esa parte es un poco más creativa, pues yo proceso la imagen de una manera y otra persona lo puede hacer de otra. Ahí es donde aportas un poquito más de ti, de tu estilo particular y lo que va a hacer que tu foto sea tu foto.

¿Dónde está el límite del retoque?

Cuando hablas de preferencias personales el límite se lo fija cada uno. En astrofotografía hay tres tendencias: una que es más purista; otra que hace locuras, que eso ya no es ciencia en absoluto, y lo mío está un poquito en el medio. Yo quiero enseñar cosas que son reales, colores que son reales; quiero poder decir: eso es realmente lo que hay ahí arriba, no me lo he inventado. Lo importante no es dónde pones el límite sino ser honesto a la hora de explicárselo a la gente, que no engañes.

¿Su principal motivación es la curiosidad?

Mi motivación inicial soy yo. En el año 2010 pensé que una foto de toda la constelación de Orión a resolución de telescopio tenía que ser magnífica, pero busqué y no había, y pensé: "Pues, si no hay, yo quiero verlo". Yo quiero ver lo que hay y hasta dónde puedo llegar; si eso me lleva tres meses trabajando en una solo foto, pues tres meses que me paso, pero yo quiero ver eso.

¿Cuál es el equipo de un astrofotógrafo?

Para salir al monte, como yo digo, un telescopio no muy grande; una cámara, de las que hay una gran diversidad; una montura, que es donde pones todo y es la parte más importante para dar precisión y que no salgan las fotos movidas, y café, muchísimo café.