Tras el paréntesis dedicado al proyecto Corizonas, Arizona Baby regresan a lo grande con Sonora, un álbum que expande su paleta estilística. El trío pucelano, formado por Javier Vielba, Rubén Marrón y Guillermo Aragón, ha firmado el que posiblemente sea su mejor trabajo; o, al menos, esa es la sensación de Vielba, vocalista, guitarrista y principal compositor de la banda. Curiosamente, es la primera vez que hacen un álbum simplemente como colección de canciones, sin un hilo conductor; de hecho, esta vez Arizona Baby han grabado en momentos diferentes, con estudios (hasta tres distintos) y personal diversos.

Largo, ecléctico y más abierto que nunca, Sonora ofrece una muy fiable y completa versión de lo que es el grupo en este momento. Les ha dejado una sensación de plenitud total, de haber recuperado ese espíritu enérgico y adolescente de cuando empezaban a tocar en los noventa. Reincide en el concepto de power trío acústico aportando nuevos toques de música negra y un ocasional barniz de psicodelia. Javier Vielba nos pone al tanto.

¿Qué buscaba Arizona Baby en Sonora?

Seguir existiendo. Somos un grupo de rock, y esto es lo que hacemos los grupos de rock: componemos canciones, las grabamos, sacamos un disco y salimos de gira. Y así sucesivamente, hasta que el cuerpo aguante.

¿Por qué se grabó en tres estudios y en distintos momentos?

Porque hemos querido capturar las canciones en su momento óptimo de frescura, recién terminadas. Si esperas a tener todas para entrar a grabar algunas, pueden llegar ya algo revenidas. Por eso hemos hecho el disco en tres etapas. Ha sido un gran acierto.

¿Los ritmos urbanos ganan peso en Arizona Baby¿ ¿Pese al título (Sonora), suenan menos desérticos?

Lo nuestro son los 'ritmos humanos'. Es verdad que a cada oyente le evocará unas cosas distintas y le provocará distintas sensaciones. Es la magia de la música.

El batería, Guille, también canta en un tema.

Nadie tiene que pedir permiso en Arizona si lo que propone es bueno y suma al proyecto. Seguimos expandiendo sonoridades, y la voz de Guille es un nuevo ingrediente. Fluimos de forma natural.

Ahora que todo el mundo mira a los ochenta, Arizona Baby prefiere fijarse en los noventa en algunas letras y homenajes del disco...

No tengo ni idea de a dónde mira todo el mundo y, la verdad, es algo que cada vez me interesa menos. Nosotros crecimos en los noventa y empezamos a tocar en esa década (de chavales, en nuestras primeras bandas). Es natural que la base de nuestra vida musical aflore en nuestro trabajo.

¿Qué evolución hay en este nuevo trabajo?

Eso es algo que crítica y público deben responder. Hacemos canciones para tocarlas, no para dar explicaciones.

En Erase all the lines, muy política, hay una grabación de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos...

De hecho, soy yo quien la lee utilizando un micrófono muy antiguo. Es un homenaje a la libertad de expresión. Da miedo, porque los homenajes se suelen hacer a lo que ya no existe.

Alguna letra da sensación de cierto descreimiento y pesimismo.

Podríamos cantar sobre coches, barbacoas y personajes de comic. No lo descartamos. Pero por ahora seguimos a vueltas con lo divino y lo humano.

¿Es limitante permanecer siempre en el formato acústico?

Para nada, al contrario. Nos obliga a expandir y depurar nuestra forma de tocar. Menos es más: el infinito cabe en un milímetro.

El disco es generoso en minutaje, con canciones largas que se prestan a expandirse en directo. ¿Será así?

Nuestros conciertos siempre han albergado improvisaciones y momentos instrumentales; es parte de nuestra esencia. Por fin hemos plasmado esa tendencia en Sonora. Por supuesto, nuestros conciertos están siendo cada vez más completos y sorprendentes.