El Proyecto Mandarache apura los encuentros de sus finalistas en Cartagena. Cuatro autores han pasado ya por la ciudad portuaria para charlas con sus lectores -a su vez, miembros del multitudinario jurado de este particular certamen-, y esta semana es el turno de Fernando Lalana, último de los candidatos al Premio Hache -para público infantil y juvenil-, que defenderá hoy la candidatura de El comando Gorki (2016) en el Paraninfo de la UPCT (10.30 horas), en los Centros Interculturales (17.30 horas) y en el Museo Arqva con los alumnos de la Libreta Mandarache (19.00 horas). Lo hará, además -confiesa-, con la ilusión de llevar ya algunos años esperando la llamada del Grupo Promotor; pero no por aquello de tener la oportunidad de sumar un nuevo galardón a sus ya de por sí ocupadas vitrinas.

Hablemos de El comando Gorki . Le he leído decir que es una novela para que los jóvenes «vayan haciéndose una idea de cómo son los libros auténticos que les estarán esperando cuando decidan ser buenos lectores». Explíquese.

[Ríe] Quizá El comando Gorki no sea el mejor ejemplo, la verdad, pero la literatura juvenil que intento hacer no se parece en nada a esa que hacen algunos y que produce libros un poco endogámicos que mueren en sí mismos. Creo que la literatura juvenil tiene una especie de justificación que es, en cierto modo, abrir la puerta a las formas de narrar y a los personajes de los libros 'de verdad', y, por eso, para mí, estos libros tienen que estar muy cerca de la novela adulta; tienen que servir de aperitivo y empujar al lector a descubrir a los grandes autores y a las grandes novelas. Así debe funcionar en la mayoría de los casos, pero este [ El comando Gorki] quizá se aparta un poco de mi estilo habitual... Yo escribo mucho de intriga, de ambientes policiacos, de detectives, etc., y este tiene algunos de esos elementos, pero es un tanto singular...

Eso le iba a decir, que se antoja un tanto diferente a lo que nos tiene acostumbrados. ¿Por qué?

[Suspira] Como llevo tantos años escribiendo, y además a mí no me gusta demasiado escribir, me aburro de hacer las mismas novelas una y otra vez, así que de cuando en cuando me meto en proyectos que son diferentes. De hecho, en los últimos años he escrito del Oeste, he escrito una de gangsters, de terror..., de todo, pero saliéndome de mi espacio habitual. Y ésta, pues... No lo sé. Se empezó hace mucho, y no sé si hubo algo excepcional, algún punto de inflexión que me llevara a esto. Pero sí veo que las primeras notas de esta historia las tomé hace once años, y lo de escribirla fue en el verano de 2016, y no es así como habitualmente trabajo... La preparación fue larga, la fui haciendo poco a poco, la tuve incluso abandonada...

De un desarrollo poco habitual, una novela poco habitual.

Sí, claro. Es que a mí una novela de intriga me suele salir fácil y en un tiempo muy regular: en pocos meses la tengo preparada y escrita, pero éste es posiblemente el libro que más tiempo he tenido entre manos, y la extensión no es que digas que es de una novela de las largas... El caso es que es verdad que hay algún elemento raro. Por ejemplo, a mí me gusta mucho la ciencia ficción, pero como es un género que no da dinero no escribo sobre ello; sin embargo, aquí saco unos alienígenas [Risas]. Me da la sensación de que es un poco una novela de capricho. Que estuviera ambientada en la Segunda Guerra Mundial también requería mucha documentación, y eso me gusta: aprender cosas que no sabía porque lo necesito para mi historia. Recuerdo haberlo pasado muy bien haciéndola.

En ella habla, efectivamente, de la Segunda Guerra Mundial, de los nazis, de Stalin... Ni es una novela bélica, ni es una novela histórica..., dura sí, pero no violenta. ¿Cómo conjuga esto con el público juvenil? ¿Puede ser que a veces subestimemos a los jóvenes?

Sí, claro. A ver, de todo hay, pero yo creo que a veces pensamos cosas como: «¡Ay! Esto no, esto no que va a ser mucho para ellos», y tendemos a darles las cosas fácil, cuando si hacemos eso solo estaremos consiguiendo que se acostumbren a agarrarse a lo fácil, como ocurre en los colegios: los profesores les recomiendan varios libros y lo primero que hacen es buscar cuál es el más corto. Pero, cuando les das tralla, muchos de ellos te responden estupendamente bien; de hecho, están en edades en las que no les apetece que les traten como niños. He visto mucho que novelas como estas -que están ya a un paso, solo un paso, de una novela para adultos- les han hecho descubrir que son capaces de zamparse una historia seria y avanzar como lectores.

Desde luego, usted de literatura infantil y juvenil sabe un rato; de hecho, todos o casi todos sus libros están enmarcados en esta categoría. ¿Por qué? Hay muchos escritores que centran su mirada en los más jóvenes al comienzo de sus carreras, pero luego acaban abordando el mundo más 'adulto'. ¿No siente esa necesidad?

La verdad es que no. Bueno, alguna vez todos lo hemos pensado, sobre todo cuando vemos cómo los escritores de adultos -incluso los malos- te miran por encima del hombro [Risas]. Pero yo me he sentido siempre muy cómodo con este concepto, y, de hecho, te puedo decir que hay muchos adultos que leen literatura juvenil; se me acercan en ferias del libro y demás y me lo dicen. Es que son como novelas adultas, pero con un ritmo diferente y sin escenas de sexo porque las editoriales no nos dejan. Así que no, yo no he sentido la necesidad de hacer libros más largos, mas complejos, más prolijos. Además, tengo la sensación de que muchas de mis novelas se pueden convertir en lecturas de adultos con facilidad: cojo Morirás en Chafarinas, la hago el doble de larga, le meto más paja y la convierto en una novela para adultos. Pero prefiero a los chavales, me resulta más grato. Ya te digo que escribir me gusta poco, pero verme con mis lectores me chifla; diría que es lo que me mantiene siendo escritor.

Ahora que lo dice... Ha dicho en más de una ocasión que ganar el Gran Angular con su primera novela, El zulo , le animó a dedicarse exclusivamente a la lectura. De aquello hace ya 35 años. ¿Sigue convencido? Porque no le veo yo...

Pues he estado a punto de dejarlo varia veces, generalmente por broncas con algunos editores a los que tenía particular cariño. Pero encontrar un oficio como este, que te permite levantarte de la cama todos los días a la hora que te da la gana, es difícil [Risas]. Además, ya me estoy acercando a la jubilación y, si sigo, podré decir que soy de los pocos españoles que ha pasado toda tu vida siendo escritor, porque yo nunca he compaginado esto con ningún otro trabajo. Pero bueno, a veces te lo planteas, claro. Yo no 'necesito' escribir, como dicen algunos compañeros que parece que si no lo hacen se mueren. Pero, no te equivoques, estoy muy agradecido a esta profesión.

Desde luego, su dedicación en este tiempo ha sido máxima. Ya supongo que a usted las cifras le importarán poco, pero es que el Mandarache dice que ha publicado más de cien títulos, pero hay quien habla de 120 o incluso 130. ¿Ha perdido ya la cuenta?

[Risas] Pues mira, hace dos semanas salieron a la venta mis tres últimos libros de golpe -están escritos en momentos diferentes, pero por cuestiones editoriales salió así-, el caso es que creo que son el 138, 139 y 140. Parecen muchos, sí, pero claro, ten en cuenta que llevo casi cuarenta años escribiendo; vamos, que tampoco es para tanto. Al menos yo no tengo la sensación de haberme matado escribiendo. Piensa que son libros infantiles, algunos de ellos muy cortitos; si hubieran sido todos como El comando Gorki sí que sería un dato un tanto disparatado... En todo caso, siempre está ahí Jordi Sierra i Fabra, que debe ir ya por los 400 y hace que parezca que todos los demás trabajamos poco [Risas].

¿Y va a seguir sumando títulos? Con esto de que tiene la jubilación cerca, digo.

Pues tengo la sensación de que estoy en mis últimos libros. Tengo 61 años, me quedan cuatro o por ahí, y creo que sí, que voy a seguir escribiendo hasta entonces, pero no sé si publicaré muchos más libros. Creo que no. A ver, no se sabe, porque un día, de repente, por lo que sea, puedes recuperar las ganas, pero... Estos tres libros, uno que saco el año que viene y que ya está entregado y... No lo sé, ahora estoy un poco desanimado.

Bueno, sea como sea, deja un legado importante, con muchísimos reconocimientos, y esta semana visita Cartagena para ver si cae otro: el Premio Hache. ¿Qué opina de este formato de certamen, en el que son los lectores quienes deciden al ganador?

A mí este premio me encanta. Sabía que existía prácticamente desde sus inicios porque, en un viaje a Cartagena, me hablaron muy bien de él. Y desde estonces pensaba: «A ver cuándo me llaman» [Risas], y ya casi había tirado la toalla. Además, eso, que estoy encantado con el formato que tiene; como te decía, es justo lo que a mí me apetece: me gustaría ganarlo, claro, pero lo que a mí me seduce es lo de esta semana, ir allí y hablar con los chavales. Con eso ya estoy satisfecho. Y luego, insisto, si hay suerte, genial, pero, si no es así, va a seguir siendo una gran alegría. De verdad que estoy deseando ponerme en viaje.

Por último, algo que le preguntamos a todos los que pasan por aquí: usted que habitualmente da charlas en colegios y que, bueno, imagino, tiene la oportunidad de pulsar, digamos, la actitud de los jóvenes lectores: ¿Tan mal está la cosa como algunos dicen? ¿Es tan grande el problema de la lectura en nuestro país?

Pues mira, yo era muy positivo con este tema hasta hace unos años. Comparado con lo poco que se leía cuando yo era joven... Pero estos últimos años, con la crisis y este desprecio que ha surgido por la cultura, que se entiende ahora como algo prescindible, me da la sensación de que se está perdiendo esta progresión que yo siempre veía. De manera que ahora soy un poco más negativo, pero a ver qué pasa. Somos muchos los que seguimos haciendo por incentivar la lectura, cada uno desde nuestra posición, y creo que esto se tendría que notar... A ver si en unos años tenemos un país con unos índices acordes con el entorno en el que nos encontramos. En este sentido, ojalá hubiera muchos concursos como el Hache, que otras ciudades copiasen este modelo; hay que hacer cosas diferentes, y esto es algo que podría hacer cambiar las cosas.