''Mi talento era atracar bancos desde las alcantarillas porque bajo la ciudad no solo hay mierda. En las cloacas están las puertas secretas hacia el oro''. Flako, el apodado como el 'Robin Hood de Vallecas', robó así dos bancos en Madrid hasta que le pillaron y le metieron entre rejas. Cuatro años en Soto del Real y Estremera en los que, entre lecturas sobre el Lute y los Corleone de Mario Puzo, escribió su historia, Esa maldita pared, editado por Libros del KO y que se presentó este viernes en la librería Muga de Vallecas.

A sus 34 años, con un niño que nació un día después de su detención en agosto de 2013, Flako habla sin tapujos de su historia delictiva y de segundas oportunidades. Las suyas tienen los nombres de Danilo, su hijo, y de Elías León de Siminiani, que durante sus largas charlas para el rodaje de Apuntes para una película de atracos le animó a la escritura de Esa maldita pared. En él repasa sus dos atracos al Banco Santander del número 74 de la calle Alcalá y al Bankia del número 23 de la calle Pilarica, pero sobre todo su infancia e inicio en el ''oficio'', de la mano de su padre y su socio, sus dos maestros en mecánica, pocería, albañilería o callejero madrileño.

''Mi padre nunca me dijo que atracara bancos. Todo empezó como un juego, me iba con él en su furgoneta para buscar tapas'', recuerda Flako, que prefiere mantener el anonimato, pero que reconoce como ''inevitable'' el haberse ''enganchado a las alcantarillas'' a los 14 años y al ''arte lento del butrón'' desde los barrios de Moratalaz y Vallecas.

Acababa de cumplir 16 años cuando en el año 2000 vivió su primer butrón por alcantarilla a un banco. La banda de su padre había ''expropiado'' 23 millones de pesetas mientras él desde una cabina les informaba de la situación en superficie. Diez años después, con su padre ya fallecido, Flako debutaría en las tripas de la ciudad un 11 de julio de 2010, mientras toda España se preparaba para ponerse frente a una televisión y ver la final del Mundial. Allí abajo, nada era como lo imaginaba: ''Las alcantarillas no huelen tan mal, sí hay aguas fecales, pero la mayor parte del tiempo huelen a humedad y a suavizante de lavadora''.

Después de patear durante meses el barrio de Salamanca y seguir el mantra de que ''el ladrón impaciente no es buen ladrón'', fichó una tapa que conduciría hasta el sótano de un banco Santander de la calle Alcalá. Protagonizó su primer atraco, sin dejar de lado su vida legal como repartidor de pescado. El 10 de junio de 2013, agazapado en el sótano esperó la llegada del primer empleado e irrumpió, pistola en mano, en la sucursal: ''¿Sabes quién soy? Soy el Robin Hood de Vallecas''. A los siete segundos oyó una sirena y tuvo que abortar sin poder perpetrar el mayor golpe de su vida.

Pese a que la Policía ya le seguía la pista, atracar, dice, es ''adictivo'' porque ''estás haciendo algo que nadie se atreve a hacer'', por lo que pronto fijó un nuevo golpe, el último tras su detención el 26 de agosto de 2013 cuando salía de la alcantarilla. Ya en los calabozos supo que había sido padre.

En 2015, antes del juicio al que se enfrentaba, llegó a un acuerdo de conformidad. Reconoció dos atracos y aceptó una pena de siete años y medio de cárcel. Empezó su redención y a escupir en papel su vida.