La banda madrileña de rock y metal Sô-ber, compuesta por los épicos y grandilocuentes hermanos Carlos y Jorge Escobedo, Antonio Bernardini y Manu Reyes, aprovecha el decimoquinto aniversario de Paradÿsso, el álbum que les abrió las puertas del gran público (consiguió el Disco de Platino y se encaramó al número uno de las listas españolas) para aliarse con la Orquesta de Cámara de Siero (O.C.A.S.) en La Sinfonía del Paradÿsso (El Dromedario Records, 2018). Este nuevo disco está llevando a Sôber a girar por teatros y auditorios, con una puesta en escena diferente, pero sin perder la esencia de su música. En esta ocasión, la banda, con la colaboración de la Orquesta de la Universidad de Granada, visita el Teatro Circo de Murcia para goce de sus fans. Su vocalista, Carlos Escobedo, nos desvela los entresijos de esta nueva aventura.

Celebráis el decimoquinto aniversario de Paradÿsso con esta edición «en clave sinfónica y rockera». ¿Cómo se os ocurrió conjugar esto?

Fue antes incluso de la salida de Vulcano, pero en ese momento vimos cómo se podía hacer, y nos dimos cuenta de que era un proyecto que había que mimar mucho. Hemos cuidado mucho todo; es un disco que se lo merecía.

Paradÿsso fue el punto de inflexión en la carrera de Sôber. ¿Cómo se produjo ese gran salto?

Fue un salto muy de poco en poco, en realidad. Íbamos vendiendo cada semana más y más, y la compañía se volcaba a diario. Cuando nos quisimos dar cuenta, llegamos a disco de oro y, en poco tiempo, al de platino; no nos lo podíamos creer. Realmente nos cambió la vida.

¿Qué significó para vosotros ese disco?

Un cambio brutal en nuestras vidas, el poder dedicarnos plenamente al grupo y a tocar en casi todos los sitios de España. Fueron dos años de girar sin parar...

¿Qué sensaciones tenéis al escuchar ahora aquellas canciones?

Al regrabar todo nos dimos cuenta de lo bien que habían envejecido los temas, e incluso alguno ha ganado mucho junto a la Sinfónica. Los temas han recobrado mucha energía.

La orquesta, además, aporta colores y matices nuevos a estas canciones, dando un aire como de banda sonora, muy a lo Morricone en algún aspecto. ¿Era algo que buscabais?

En algún tema sí, pero realmente, hasta que no íbamos viendo los arreglos no veíamos la grandiosidad de algunos temas. Efectivamente hay alguno que ha quedado como una banda sonora.

¿Esta versión sinfónica de Paradÿsso supone un nuevo punto de inflexión para Sôber?

Sin duda. La gira esta siendo un éxito y, ya con la cabeza en el siguiente disco, nos pone el listón muy alto. Hay mucha gente que ha vuelto a descubrir al grupo de nuevo, y vienen con sus hermanos menores e incluso sus hijos.

¿Os habéis fijado en otros grupos que pasaron por esta experiencia para desarrollar este disco?

Claro. Estudiamos a todos los grupos que han hecho esto antes, y por supuesto que nos hemos fijado en cómo hilaban las cosas, pero teníamos un hándicap al ser un disco de estudio y no en directo. Nos costó mucho encontrar un disco de referencia, y realmente tuvimos que partir de cero.

¿Qué es lo más difícil de fusionar de la música de Sôber con una orquesta? ¿Qué fue lo más complicado de resolver?

La mezcla de algunos instrumentos. Muchos conviven en las mismas frecuencias, y tuvimos que rehacer muchas partes para que conviviesen con la orquesta. No fue una labor para nada fácil, pero estamos muy contentos.

A pesar de que bandas como Kiss o Metallica han tenido proyectos parecidos con una orquesta, ver a una banda de rock rodeada de una sinfónica en un teatro parece que genera cierta contradicción, ¿no?

Para nosotros no; no teníamos prejuicios. El rock convive muy bien con la música clásica; muchos grupos lo han hecho antes y lo seguirán haciendo. No vemos ninguna controversia en este sentido.

Con Paradÿsso llegasteis a sonar en Los 40 Principales. Por aquel entonces, quizás se buscaba romper algunos moldes, mostrar cosas nuevas. Hoy en día, a pesar de vuestra trayectoria, parece algo más difícil que esto suceda, ¿no?

Hubo un cambio de mentalidad en las radiofórmulas, y de repente se unieron a esa forma nueva de crear hilos musicales con canciones clásicas. Dejaron de sonar el rock e incluso grupos mainstream... No lo entendemos, la verdad.

¿Está siendo complejo el fichaje de cada orquesta en cada nueva ciudad?

Tiene mucho trabajo. Estamos trabajando con varias orquestas en diversas zonas de España, sobre todo por el tema de logística, viajes, etc., pero por ahora no ha habido ningún problema. Para ellos es un reto muy grande, y se lo curran un montón. Así da gusto, la verdad.

Han pasado quince años. ¿En qué ha cambiado Sôber durante este tiempo?

Sobre todo en experiencia y madurez. Cada miembro tiene su rol, y vamos bien así. Estamos mejor que nunca, la verdad. Nos vino bien aquel descanso de casi cinco años.; volvimos con las pilas muy cargadas.

Ya habéis hecho alguna presentación con el nuevo formato. ¿Cómo ha sido la experiencia?

Pues todo un lujo. En Madrid estábamos muy nerviosos, y salió genial, y luego ya los siguientes han ido incluso mejor. El último, en Barcelona, fue impresionante.

El documental La arquitectura del Paradÿsso es un making of de todo el trabajo que hay detrás del disco. ¿Cuánto tiempo tardó el proyecto en tomar forma, y cómo surgió la idea?

Todo ha sido un proceso de más de dos años. Desde que nos pusimos en contacto con el director y el arreglista hasta que nos pusimos a grabar pasó mucho tiempo, y un disco entremedias. Ha habido mucho trabajo.

¿Cuál es el planteamiento de esta presentación en el Teatro Circo?

Pues muy parecido al de Barcelona. Llevamos una serie de vídeos que van en conjunto con toda la música, y la gente va a disfrutar muchísimo. Además Murcia es como una segunda casa. ¡Estamos impacientes por tocar!

Finalmente, ¿hay material de, digamos, nueva cosecha a la vista?

Ya hay cosas; tenemos que fijar todavía la fecha para el nuevo disco, pero ya estamos mirando cosas...