Estamos en 1975. Margaret Thatcher lidera el partido Tory, cuatro años antes de convertirse en primera ministra del Reino Unido, y Tiburón es la película más taquillera del año. Ni rastro aún del punk; los dinosaurios (sin que se les conozca todavía como tales) reinan impunemente en el mundo del rock. Un cuarteto británico acaba de tener un relativo éxito con la canción Seven seas of rhyme para repetir, poco después, con Killer queen. Queen están cambiando de mánager, dejando atrás a Norman Sheffield para pasar a ser representados por John Reid, el agente de otro peso pesado del rock y de los eventos en grandes estadios de aquel momento, Elton John.

Por aquel entonces, Freddie Mercury tiene ya el boceto de una canción que ha compuesto en gran parte en el dormitorio de su vivienda de Holland Road, en el distrito londinense de Kensington. Allí ha dispuesto un piano con candelabros como cabecero de la cama, por si algún día le viene la inspiración de noche. Y eso es justo lo que le sucede con esta nueva canción: parte de su melodía la toca de espaldas desde la cama una noche, mientras se le va ocurriendo. Sin embargo, su primera encarnación data de 1968, cuando es todavía un estudiante en la Facultad de Arte de Ealing, en Londres, y forma parte de la banda Smile con Chris Smith, quien recuerda haber escuchado sus primeras estrofas, «Mama, I just killed a man» (Madre, he matado a un hombre), sin melodía ni más letra. Como a Mercury aquella frase le recuerda al viejo Oeste, la llama durante un tiempo The cowboy song (La canción vaquera). En 1974, cuando se pone de nuevo con ella, Mercury escucha una y otra vez el musical Cabaret de Liza Minelli, por lo que no sorprende que la melodía pueda recordar a este género y tenga partes operísticas. En su versión final, la canción aparecería sin estribillo y con seis secciones: una introducción a capela, una balada, un solo de guitarra, una parte operística y una coda final que vuelve a recuperar el tono y el tempo del inicio.

La primera vez que la escucha su productor, Roy Thomas Baker, es en el apartamento de Mercury, una noche antes de salir a cenar juntos. Este le toca la sección inicial, la de la balada, y a continuación le dice: «Aquí es donde entra la parte operística». Baker sonríe sin saber que realmente eso era lo que tenía pensado y decidido. Cuando se lo repite ya en el estudio, sabe que no bromea y entonces accede a poner todos los recursos y su experiencia para dar forma a aquella visión. Según Baker, Queen buscaba romper los límites preestablecidos, ver hasta dónde podían llevar los acordes y las armonías, creando algo innovador sin que resultase ridículo ni les limitase la tecnología.

La base instrumental se graba en los estudios Rockfield de Gales a partir del 1 de agosto de 1975, utilizando el mismo piano que Paul McCartney había empleado en la grabación de Hey Jude de The Beatles. Freddie tiene toda la estructura en trozos de papel aparentemente desordenados que ha ido acumulando, bien sean folios arrugados, trozos de guías de teléfonos o servilletas, pero que él sabe perfectamente dónde encaja cada uno. Todo se registra en una única habitación del estudio en un equipo de 24 pistas, el más adelantado de la época, tapando el piano con fundas para silenciar los otros instrumentos. Durante la grabación, Roger Taylor se aísla en el cuarto donde se guarda la cinta de grabación. Su mayor preocupación es que en la cara B de ese single que están grabando aparezca su canción I'm in love with my car, algo que finalmente consigue unas semanas después.

El solo de guitarra es también de Freddie Mercury, compuesto con el piano. Según May, «fue algo que él tocó con su mano izquierda al piano en octavas. Así que esa fue mi guía, algo muy difícil de hacer porque la forma suya de tocarlo era excepcional, aunque él no lo creía así». Brian May, siguiendo aquellas indicaciones, busca interpretar con su solo algo diferente que haga de contrapeso al resto de la canción. Antes de interpretarlo, lo mentaliza nota por nota íntegramente en su cabeza, ya que «los dedos se vuelven predecibles a menos que sean dirigidos por el cerebro».

180 grabaciones

Las armonías operísticas son grabadas por el guitarrista Brian May en sus tonos graves, el vocalista Freddie Mercury en los medios y el baterista Roger Taylor en los agudos; el bajista John Deacon prefiere no cantar. Se hacen 180 grabaciones durante tres semanas en sesiones de diez a doce horas de canto ininterrumpido, completadas en otros cuatro estudios diferentes (Wessex, Roundhouse, SARM y Scorpion). Como los estudios solo cuentan con cintas analógicas de hasta -como mucho- 24 pistas, es preciso que se graben por encima numerosas veces y se reiteren esas tomas en sucesivas remezclas. La cinta es utilizada en tantas ocasiones que al final se vuelve casi transparente. Ni así le resulta suficiente a Mercury: cada vez que parece que han acabado, se presenta diciendo que tiene «unos cuantos Galileos más que cantar».

Por lo que respecta a su letra, nadie ha conseguido hasta ahora que se aclare su contenido. Hay una primera frase en la que una persona confiesa a su madre que ha matado a alguien, pero a partir de ahí todo resulta ser un batiburrillo desordenado de astrónomos florentinos, personajes de Rossini y Scaramouches. Mercury aseguró en su día al locutor londinense y amigo Kenny Everett, probablemente para despistar, que se trataba de «tonterías elegidas al azar porque rimaban». En otra ocasión mantuvo: «La gente debería escucharla y hacerse su propia idea sobre qué significa para ellos». Sin embargo, Brian May sí ha reconocido implícitamente que hay un significado en todo ese aparente caos al señalar que la banda ha prometido guardar el secreto sobre su significado en respeto a Mercury.

Para algunos, su texto habla de dejar atrás la tierra en la que Mercury había nacido (la isla de Zanzíbar). Esa interpretación se sustentaría en las palabras como Bismillah, Scaramouch o Beelzebub, términos árabes usados en el zoroastrismo, la religión que sus padres profesaban antes de mudarse a Inglaterra basada en las enseñanzas del profeta y reformador iraní Zoroastro, que reconocen como divinidad a Ahura Mazda, considerado como el único creador de todo. Otros piensan que Freddie Mercury habla de su propia sexualidad, justo cuando la relación con su pareja Mary Austin se resquebrajaba y empezaba a ser abiertamente bisexual. A su biógrafa Lesley-Ann Jones, Mercury le reconoció en 1986 que se trataba de una canción de «relaciones». Si tenemos en cuenta que el zoroastrismo no admite la homosexualidad, su letra bien podría ser una combinación de lo que mantienen ambas teorías.

Terminada la canción y el resto de los otros temas del álbum, al grupo le falta un título. Una noche en los estudios de Gales se quedan viendo la película Una noche en la ópera de los Hermanos Marx, lo que les da el título que buscan, A night at the opera, para el álbum más caro grabado hasta entonces. Vuelven a Londres y presentan a su discográfica Bohemian rhapsody como su siguiente single, pero nadie está convencido porque se piensa que las radios no pincharán una canción de seis minutos. Su mánager se la pone a su otro representado, Elton John, y este contesta en seco, como un disparo a bocajarro: «¿Han perdido el maldito juicio?».

EMI, su sello, presiona al grupo para que editen Y ou're my best friend como primer single, pero el grupo no lo comparte y se mantiene en su idea. Estratégicamente invitan al influyente locutor de la emisora Capital Radio de Londres Kenny Everett a escucharla. Es el primero en creer en la canción fuera del entorno del grupo. Emocionado por lo que acababa de escuchar, les asegura que tiene que crearse un puesto en las listas por encima del número 1 para acoger el éxito que tendrá su canción. Le dan una copia y le dicen que no puede ponerla en la radio, sabiendo que así morderá el anzuelo. Ese fin de semana la pincha catorce veces en antena, mientras los oyentes llaman a la emisora incansablemente para que la pongan otra vez.

Ese mismo fin de semana, Paul Drew, quien dirige la radio RKO en Estados Unidos, escucha la canción en el programa de Everett en Londres. Drew consigue una copia del single y empieza a pincharlo en su país, en este caso con el beneplácito de Elektra, la discográfica estadounidense de Queen. En ambos casos, la canción suena después de haber sido rechazada en un principio por su compañía y sin que el disco esté siquiera prensado. Cuando las tiendas de discos empiezan a llamar el lunes pidiendo copias, EMI se ve forzada a encargar el single con urgencia a la fábrica.

Para evitar tener que hacer playback en las televisiones y poder salir de gira sin tener que reproducir esas partes operísticas en sus conciertos, el grupo decide grabar un pop promo, que es como se llama entonces a los videoclips.

La canción vende dos millones de copias solo en el Reino Unido y permanece nueve semanas en el número 1, siendo desbancada por Mamma mia de ABBA que, curiosamente, comparte las palabras de su título con un fragmento de la letra del tema de Queen. Cuando Freddie Mercury muere, en noviembre de 1991, se vuelve a editar, obteniendo el mismo éxito. Hasta el momento, es el tercer single más vendido en la historia del Reino Unido, por detrás de Candle in the wind de Elton John y el tema benéfico cantado por varios artistas Do they know it's Christmas?