Hace más de 30 años comenzó su andadura por los escenarios del mundo. Sus inicios en Cádiz, su tierra, son parte de la historia del flamenco, y su madre, Concha Baras, el primer eslabón de su trayectoria profesional. En 1998, hace ya 20 años, fundó su propia compañía: Ballet Flamenco Sara Baras. Tras casi una quincena de espectáculos, llega esta noche al Auditorio Parque Almansa de San Javier con Sombras, la puesta en escena que celebra estas dos décadas de pura rabia y duende sobre el escenario; un espectáculo en el que se deshace de máscaras y en el que se muestra más Sara Baras que nunca. Por su fuera poco, su actuación servirá para clausurar la XLIX edición del Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de la localidad, que además le concederá un premio especial.

¿De dónde nacen las 'sombras' de Sara Baras?

Del resultado de 20 años de trabajo con la compañía, aniversario que celebramos con mucho orgullo. Es una compañía privada que se mantiene gracias al público. Intentamos hacer un espectáculo que, en vez de repetir coreografías o que reúna los mejores momentos, muestre las sombras que somos, las cosas que marcan y enseñan... Yo siempre digo que la farruca es mi sombra. Es un espectáculo con un recorrido muy amplio, pero con una sombra que nos ha marcado mucho.

¿Cómo va a ser el espectáculo que sube a las tablas del Parque Almansa esta noche?

Es una lectura nueva. Apostamos no por lo que ya funciona y ya hemos hecho, sino que añadimos algo de riesgo para crecer y decir algo más. Estos 20 años han marcado mucho y eso hace que seamos valientes a la hora de crear, no solo desde la coreografía y la interpretación, sino también en música, vestuario, iluminación... Todo tiene una identidad nueva. Eso sí, no hago ningún papel, no interpreto ningún personaje, soy yo misma y nuestra personalidad está más marcada que nunca.

Veinte años son muchos años para como está el panorama cultural.

La verdad es que sí. Esto es algo muy difícil de alcanzar, pero miro atrás y me lleno de orgullo. Por supuesto, hay que darle las gracias al público porque ha respondido desde el principio y sigue haciéndolo. Ese es el motivo por el que podemos soñar y hacer soñar. También es que nosotros nunca hemos bajado la guardia, siempre hemos estado entregados y marcando con respeto y amor nuestro arte, y eso se ve.

¿En qué se inspira para cada espectáculo?

En cualquier cosa, para eso soy facilona [Ríe]. Cualquier excusa es buena para bailar. Me inspiro, por ejemplo, en mi tierra, me tira el color, la alegría, el mar... Tiene un 'algo' que te provoca. Hasta cuando estoy en una creación nueva pienso ya en lo próximo y me dicen: «¡Sara, por Dios, si aún no has estrenado esta!». Hay mil motivos para soñar, bailar y entregar lo que eres, y eso es precioso.

¿Qué le hace zapatear más fuerte?

Soy madrina de la fundación Mi Princesa Rett, que es una enfermedad horrible. Cuando pienso en esas niñas y sus familias y en cómo puedo ayudarles mi baile es más fuerte. Zapateo intentando destrozar, como dicen sus papás, al monstruo que no deja a estas niñas tener una vida normal. En el escenario, con el alma tan abierta y entregada, bailas de una manera diferente cuando piensas en las injusticias, ahí zapateo más fuerte.

¿Qué le ha permitido este espectáculo que no haya conseguido con otros?

Me ha enseñado que si mi sombra es la farruca es porque hace 20 años fui capaz de hacer un baile típico de hombres, y esa valentía me sigue enseñando ahora. Me recuerda que hay que trabajar y estudiar mucho, pero también dejarse llevar por el corazón. Es importante tener esa libertad para mostrarte tal y como sientes. Cuando las cosas salen del alma, están en su sitio. Estas sombras me recuerdan, una y otra vez, que hay que sentir lo que se hace y hacerlo de forma profunda, positiva y alegre. Es de las obras que más estoy disfrutando.

Valiente es también ponerle 'Sombras'

Pero también hay sombras bonitas, por ejemplo la sombra que te cobija, algo que te acompaña siempre es como tu sombra... No hay cosa más bonita que las siluetas y sombras en el baile sobre el escenario. Nuestras sombras son en positivo.

¿Qué es lo que más le ha marcado en estas últimas dos décadas?

Ser mamá. Mi hijo tiene seis años. Pero también me doy cuenta de que mantengo la misma ilusión, las ganas de entregarme, de llevar el flamenco lo mejor que pueda. Aunque la reponsabilidad también me ha cambiado, piensas más las cosas. Hace 20 años no tenía esa responsabilidad. La responsabilidad marca, pero tengo más amor y entrega al flamenco que hace 20 años.

Si pudiera volver al pasado, ¿qué le diría a la Sara de 1998?

Le daría las gracias por ser valiente. Hoy ya sabemos lo que es llevar una compañía de más de 50 personas, pero hace 20 años no era tan consciente de dónde me metía. Le daría las gracias por esa valentía, fuerza y ganas de hacer algo bonito. Entonces me lancé y fui a por todas.

¿Qué siente cuando baila?

Muchas cosas. Que mi baile pueda ayudar a alguien es algo que me ha marcado muchísimo. Salgo a por todas. Tenemos la pintura de Andrés Mérida, la música de Keko Baldomero y volvemos a bailar con José Serrano. Cada noche es una aventura... Siento la misma vida.

¿Se pone nerviosa cuando toca salir al escenario?

Siempre. El mal ratillo de antes creo que lo siento más que cuando empecé [Ríe]. Dicen que son mariposillas, yo no sé lo que serán. Quizá la responsabilidad de intentar hacerlo mejor.

¿Tiene alguna manía confesable que haga antes de actuar?

Lavarme los dientes. Si no, es como si no hubiera terminado de arreglarme [Ríe]. En serio, mi camerino siempre está abierto. Soy bastante normalita.

De no haber sido bailaora, ¿qué le hubiera gustado ser?

Como mi abuelo era pianista, a lo mejor hubiera sido música. Pero después descubrí el poder de ayudar a gente que lo necesita y ya dudo. Quizás algo por ese camino, seguro.