Xoel López llega esta noche a Lorca para presentar en el Teatro Guerra su último disco, Sueños y pan, un álbum que cierra una trilogía que se inició con Atlántico (2012) y continuó con Paramales (2015) y supone una nueva fase en la carrera del gallego. Siempre teniendo claro dónde empieza todo, y tras más de 20 años de carretera, la música de Xoel se define por lo genuino de sus paisajes. Cada disco es un ejercicio de libertad creativa y, a la vez, un capítulo casi biográfico. Ahora, instalado definitivamente en Madrid tras un periplo de cinco años por América y haber sido padre, Xoel parece haber encontrado un refugio en una ciudad en la que aterrizó con apenas 20 años y que, desde la intimidad o la lejanía, le ha visto crecer como músico.

La gira Sueños y pan arrancó hace una semana? o antes. Al menos habíais viajado a Colombia y México. ¿Cómo te fue por allí?

Muy bien. Son palizas, tampoco lo voy a negar, porque al final tienes que cruzar el charco, estar allí varios días, la promoción y las entrevistas las haces todas muy condensadas, y al final son días bastante cansados; vuelves aquí hecho polvo, pero siempre con la alegría de haber visitado otro país, de haber podido tocar tus canciones para un público a priori más lejano; aunque, en mi caso, la relación con América Latina viene ya de hace años y está más que justificada. Pero sí que te vuelves con ese cansancio de las giras internacionales, que son otra cosa; no es lo mismo irse de repente a Lorca y volver en el día o al día siguiente a dormir a casa, que irse 10, 15 días a México, a Colombia?

Esos viajes latinoamericanos a lo mejor te recuerdan a los diarios de motocicletas del Che Guevara.

Eso me pasó cuando me fui por mi cuenta, fuera del trabajo, y ahí realmente uno se siente más como ese joven Che Guevara, porque uno está un poco más libre, puede pararse un poco más minuciosamente en lo que se va encontrando, puede conocer a la gente con mayor profundidad? Cuando vas a trabajar, de gira, todo es mucho más mecánico, más rápido. Una cosa que a mí me alegra mucho es que ahora cuando voy de gira a América Latina, y hago entrevistas, y me hacen preguntas, siento que tuve un bagaje que me permitió conocer América en profundidad. Tiro muchos de aquellos años, de cuando me fui en 2009 a vivir la aventura, a recorrer Latinoamérica, incluso EE UU de una forma mucho más 'campechana', y yo decidía si me quedaba en Colombia una semana más, o si me iba a San Francisco y me armaba una banda con músicos de allí, o si hacía lo propio en Venezuela o en República Dominicana.

Todo da sus frutos. Sueños y pan se ha publicado en algunos países de Latinoamérica: Argentina, Colombia, México, Uruguay... Hasta ahora no había ocurrido.

No. De hecho, es curioso que, precisamente con toda esa relación que te estoy contando con la otra orilla, no hubiera sucedido hasta entonces. Tiene mucho que ver con que esa relación anterior era mucho más personal -y artística, si quieres- que profesional. Ahora hemos dado ese paso publicando allí los discos y dándole un sentido comercial a todo, pero creo que era importante hacer que eso tuviera una base real. Y, sobre eso, si se puede construir algo a nivel profesional, pues mejor, pero mi intención en un principio durante muchos años no fue más allá de la experiencia y del conocimiento artístico o el enriquecimiento musical.

Le dedicaste una canción a Buenos Aires; ahora una a Madrid. ¿Cómo es el Madrid al que cantas?

Un Madrid de 40 años que tengo ya, que no es el mismo de cuando tenía 20, que fue cuando vine. Es un Madrid que, aunque a mí se me reconoce fácilmente como gallego, y no me puedo ni me quiero quitar de encima esa etiqueta, es ya mi casa; un sitio que me dice muchas cosas, entre ellas, quién soy, el paso del tiempo, lo que pienso de la vida? Porque al final las ciudades no son más que excusas para hablar de lo que uno siente. En mi caso, es curioso que, a pesar de ser casi una oda a Madrid, empieza con una duda muy a la gallega: «No sé si me abrazaste o me engulliste». Hasta la forma de entender Madrid es a la gallega.

En este disco hay una instrumentación más colorida, ya se advierte desde la portada del álbum. ¿Has ampliado tus horizontes?

Puede ser, siempre intento hacerlo un poquito. A veces a uno le sale un disco más atrevido, más aventurero; a veces, más conservador. Yo creo que, sobre todo en esta etapa como Xoel López post Deluxe, hay un cierto atrevimiento, ganas de hacer cosas que no había hecho antes, con el riesgo que eso supone. A veces te salen cosas mejor, otras se entienden menos al principio y se acaban entendiendo más tarde, o no? En definitiva, siempre hay un intento de ir un poquito más allá, y en Sueños y pan es evidente: hay un paso hacia cosas nuevas, y al mismo tiempo también se recuperan cosas de mi etapa más popera, que creo que conviven perfectamente con mi nueva idea de hacer las cosas.

Cuando has dicho lo de pop, me ha venido a la cabeza lo curioso de los títulos de este disco, que están formados por una sola palabra.

¡Más pop que eso?! Es verdad que desde la portada, los títulos y las canciones? Yo creo que es un disco muy pop; con algunas referencias, instrumentaciones o bases rítmicas menos tradicionales, pero que en esencia es pop. Aunque haya una pincelada latina o afro, no dejan de ser pinceladas, detalles. Siempre fui un popero?

Y mod.

Sí. Es curioso: después de tantos años y haber dejado supuestamente lo mod atrás, reaparece. En el disco anterior, Paramales, hay una canción que era Almas del norte, un homenaje al northern soul, a mi etapa de mod y mis recuerdos de aquella etapa, que recuerdo con mucho cariño. Es una música que yo considero que es mi base. Sigo escuchando todavía todos esos grupos como si los acabara de descubrir, me siguen fascinando.

Lo que siempre te ha fascinado también es la música de baile; ya lo reflejabas en Yo solo quería que me llevaras a bailar . ¿Es lo que más te ha influido de América Latina?

Sí, pero, si lo piensas, ya la música mod tiene una parte muy bailable también. Yo recuerdo pegarme muchos y muy buenos bailes en mi etapa sesentera. Creo que todo está al final ligado, y también me he dado cuenta de que en América Latina me he reencontrado con músicas hispanas, pero también con ritmos africanos, y de que toda la música negra del movimiento mod bebía también de lo mismo. Hay una conexión entre la música estadounidense y la caribeña; una conexión, digamos, rítmica, y entiendo que, al final, entre Hector Lavoe, la música caribeña y el soul-funky de los setenta tampoco hay tanta distancia.

África en el origen de todo. ¿Tiene también cabida la protesta en tu música? ¿A qué le dices no?

Yo creo que a perder cierto pensamiento individual. Pero el individualismo bien entendido, desde el punto de vista del pensamiento crítico. Uno puede pensar como piensa y no debe dejar de expresarlo, ya sea en una entrevista o artísticamente. Esa libertad es algo de lo que nunca voy a prescindir, por mucho que a veces cueste o te pase factura. En cualquier caso, y aunque mi música tiene pinceladas de eso, yo voy mucho a la esencia de la vida. Creo que incluso cuando reivindico cosas las digo desde un lugar más emocional, más vital; porque todo esto también es política: hay mucho que decir de las relaciones del día a día, de los seres humanos, del respeto... Creo que es la base para luego poder opinar a nivel político.

El título del disco, Sueños y pan , ¿puede reflejar la concreción de un sueño personal?

Sí. El hecho de dedicarme a la música es un sueño cumplido. Recuerdo que tuve una especie de revelación en un concierto en Murcia, en el Garaje de la Tía María, creo que era. Lo recuerdo perfectamente, porque fue el día que dije: «Esto es lo que yo quería». Había ido bastante gente, era con el primer disco de Deluxe y pensé: «Vale, esto es lo que yo había soñado». Ir a un sitio en la otra punta y, después de haber hecho 6.200 kilómetros, ver una sala llena y poder volver con algunas pesetas a casa. Es una forma de vida que había soñado desde los 14 o 15 años.

¿ Sueños y pan supone también el cierre de algún tipo de trilogía?

Creo que sí, que de alguna manera cierra los últimos coletazos de la experiencia americana, que tanto me cambió y me influyó. Creo que lo que venga próximamente será algo bastante fuera de ese contexto. Sueños y pan todavía bebe mucho de esa experiencia, del haber regresado, de cómo asenté yo todas esas influencias, pero desde la llegada a casa. Además esta vez me quiero tomar un tiempo; no tengo mucha prisa y creo que está bien, después de tanto componer y tanta canción, hacer algo diferente y pasar página.

Has dicho en algún momento que este es tu disco más personal. ¿Por qué lo has titulado Sueños y pan ? Suena un poco a la pirámide de necesidades de Maslow, las necesidades que hay que tener cubiertas?

[Risas] No lo había pensado. En mi caso, le he dado ya muchas vueltas, he hablado ya del título desde muchos ángulos diferentes, y ya no sé qué pensar. Yo soy muy visceral cuando hago una letra, cuando pongo un título; casi no lo pienso, pero creo que, al final, mi trabajo, mi vida, se basa en eso, en hacer de mis sueños mi pan, hacer de la música, que es una de las cosas que más me gustan en la vida, también mi trabajo. Aunque es verdad que mantener ese equilibrio ha sido algo bastante peliagudo; no es sencillo. Digamos que en cuanto te haces un profesional, de alguna manera pierdes también el hobby. Ahora no puedo separar una cosa de la otra, o si lo hago lo tengo que hacer con cierto criterio? El objetivo es tratar de seguir manteniendo tu profesión al mismo tiempo que no perder la ilusión y dejar de soñar. Creo que va por ahí la cosa.