Esta gira será especial al celebrar el veinte aniversario de su primer disco, ¿no?

Sí, celebramos los veinte años de A Irmandade das Estrelas, que fue muy especial porque revolucionó todo lo que era la música celta, la world music, al fusionar las músicas tradicionales. Quería hacer algo diferente para celebrarlo. Al principio pensé si lo mejor no sería juntar a los artistas que participaron entonces, como Luz Casal y The Chieftains, entre otros, pero luego caí en la cuenta de que en España hay una serie de nuevas generaciones que tocan muy bien y que no se les conoce; como no salen en la televisión, parece que no existen. Me pareció una bonita idea actuar con músicos jóvenes, y ahí empezamos.

Así que hay futuro y talento en las músicas tradicionales.

Es impresionante. Carlos Saura me llamó para participar en su nueva película, Jota, y me dio carta blanca; así que le propuse hacer un llamamiento, un casting de jóvenes que tocaran instrumentos antiguos y músicas tradicionales. Encontramos a gente buenísima, juntamos a veinte músicos jóvenes y fue maravilloso. Saura nos puso en un círculo celta y me pareció muy novedoso. A veces parece que la única salida posible de la música es el flamenco, que por supuesto lo ha hecho muy bien para buscar sus propios circuitos y su espacio, pero estas músicas que no son flamenco ni rock español estaban atrapadas y mi ilusión desde siempre ha sido darles mayor visibilidad.

¿Cómo recuerda aquellos inicios, la salida del disco?

La verdad es que fue todo tan rápido, han pasado tantas cosas... todo ha sido posible porque antes de sacar el disco yo giraba por el mundo con mis maestros, The Chieftains, los reyes de la música irlandesa. Un día me veía tocando con Sinead O'Connor, otro día los Rolling Stones se acercaban por el estudio de grabación, o Bob Dylan. Aquello fue para mí una gran escuela, ver que desde la música tradicional se podían hacer cosas con grandes artistas universales. Y pensé: 'quiero hacer esto con nuestra música'. Y saqué el primer disco, que creó una energía imparable, y lo celebramos ahora. Estoy muy contento con esta idea de apoyar a los jóvenes con motivo del aniversario. Muchos se vienen de gira con nosotros.

¿Cómo es entonces la gira y el concierto de este sábado en Murcia?

Viene mi grupo al completo y también algunos de los chicos y chicas que participan en el aniversario, que van cambiando según la ciudad. También tenemos al violinista y bailarín Jon Pilatzke, de The Chieftains, que está encantado, y de hecho le dice a sus fans que diciembre es su mes favorito. Y es cierto, mis giras siempre son en época de Navidad y parece que se crea un oasis, la gente hace fiesta, está cariñosa y cercana y el público acaba bailando en el escenario con nosotros.

¿Qué cree que ha aprendido en estas dos décadas?

Sobre todo, a valorar el tesoro que tenemos, es un tesoro que nos ha llegado gratis, somos herederos de unas tradiciones maravillosas. Algunas se valoran, como la gastronomía, pero para que pase lo mismo con la música aún falta; debemos ser conscientes de que en ningún país del mundo tienen la variedad que hay en la península ibérica, es tan enorme que a día de hoy sorprende a la gente. Cuando tocamos en Estados Unidos, dicen que tocamos música celta con pasión, dicen que tenemos una energía especial que no existe en esos países. Por ello creo que he aprendido a valorar esas tradiciones y es muy importante en estos momentos compartir esto con los más jóvenes antes de que se pierda. Europa está llena de plástico, comemos en cualquier país la misma hamburguesa, escuchamos el mismo pop americano en Italia, en Francia o en Alemania... Es todo y siempre lo mismo, pero nuestras músicas tradicionales son diferentes y aún están vivas, como demostramos recientemente durante el concierto en el Pórtico de la Gloria de Santiago el pasado 22 de noviembre.

Debió de ser un concierto muy especial.

Ha sido maravilloso. Hemos puesto a funcionar la orquesta del Pórtico de la Gloria (por la que entraban los peregrinos). En ella están los instrumentos medievales y nunca se pusieron a funcionar unidos. Estábamos muy nerviosos, yo al principio me conformaba con que estuvieran afinados (risas), y al final fue estupendo. Hemos sido capaces de hacerlo porque en nuestro país todos esos instrumentos siguen vivos; en otros países europeos sólo les queda el pop o la música clásica y aquí está nuestra música tradicional y conserva toda su fuerza.

Pero usted también ha fusionado la música celta con otras músicas del mundo...

Cierto, porque, en el fondo, la música celta es como una sabiduría que llega del intercambio de ideas. De lo que he aprendido estos años a través, por ejemplo, de los arqueólogos, he descubierto que todo viene del Mediterráneo, de allí venían las novedades y, al llegar al Atlántico, entraban en el mundo de la magia, del misterio y lo irracional. El Mediterráneo era más material, más científico o comercial... y por lo que sea al llegar al Norte todo cobraba otro cariz, todo volvía a nacer de otra forma. Eso es lo celta, un intercambio de ideas, de músicas y de productos a lo largo de la costa. La lengua celta fue el inglés de la época, que permitió que hubiese comercio. Y te das cuenta de que la música celta se forjó con tradiciones locales y que en el fondo es el arte del intercambio. Es algo que está ahí desde hace miles de años... Es fantástico porque van surgiendo nuevas teorías y se sabe que el origen de las lenguas celtas, como el irlandés y el escocés, vienen del sur de España. De pronto nos hacen un gran regalo, que en el sur empezó ese movimiento de intercambio del que hablaba antes.

¿La música une?

Oh, sin duda. Es la gran suerte que tenemos. La música une y va más allá de las lenguas, de las religiones. La música es mágica para eso. Cuando tocamos en Estados Unidos la frase más repetida es 'ponéis a todo el mundo a bailar juntos, a un latino con un irlandés', y sientes que es la misma música. Y, de alguna manera, mezclar a la gente nos sale de forma natural. Eso es muy hispánico, muy nuestro ese acto de la mezcla que en otros sitios sorprende.

«El nuevo rey de los celtas», «El Jimi Hendrix de la gaita», «El gaitero de oro»... Son algunos de las descripciones que han hecho de usted. Y, otra más, «un artesano musical». ¿Se siente un artesano?

En el fondo todos los artistas somos artesanos. Hacemos las cosas de una forma muy simple: las mejores ideas siempre son artesanales. Tú puedes poner a funcionar maquinarias más grandes, pero un músico de flamenco es un artesano. Paco de Lucía era un excelente artesano, y la verdad es que me encanta poder trabajar esa artesanía musical con fuentes o materiales que vienen de atrás. Porque todo eso tiene un peso, un sabor mucho más fuerte que el de intentar copiar lo que está de moda y ves por televisión.

¿No se mueve hoy en día casi todo por modas?

Claro, pero me da tanta penita cuando veo tanta gente joven que la única salida que tienen es el copiar lo que ven... Deberíamos reflexionar acerca de quiénes somos y qué podemos ofrecer al resto del mundo y ahí encuentras que esas tradiciones, esa artesanía de la que hablaba, es muy importante. Nos hace diferentes y más interesantes de cara al resto. Copiar el pop y todo lo que sale en los 'mass media' es tomar un camino por el cual siempre acabarás siendo una copia también. Cuando mostramos en otros países nuestra propia música ves que están saturados de todo ese plástico. Lo que tenemos que ofrecerles es maravilloso para ellos porque tiene raíces, tiene recorrido. Cualquier americano daría lo que fuese por tener una casa hecha en piedra de varios cientos de años. Las cosas con historia tienen el triple de valor del que les damos, aunque aquí no seamos tan conscientes de ese valor.