Los primeros versos de Composición de lugar son de una niña de guerra. «Al regresar prefiero traer lo más lejano, /aquello que llegando ilumina los sueños», escribe Dionisia García (Fuente Álamo, 1929), y abre esta antología elaborada por Luis Bagué con un bello poema que mira al pasado que añora -«La vida que se fue dará lustre a los restos»- haciendo al lector cómplice de un dolor colectivo, de una herida que se inflige a cada ser humano al segundo de nacer.

Dionisia abre la selección de autores de La Fea Burguesía por ser la mayor en edad, pero también podría haberlo hecho si, como en otras, el orden dependiera de criterios subjetivos. Y es que esta poeta, que lleva la ciudad de Murcia metida en el alma, ha ganado una legión de seguidores en sus más de cuarenta años dedicados al oficio que la convierten en una de las autoras más respetadas, queridas y estudiadas de la Región.

Es una maestra, un referente del verso limpio, de la claridad iluminadora, de la concepción del verso como algo sagrado. En torno a una veintena de libros -entre los que hay poemas, aforismos e incluso narrativa- integran el corpus de la obra de Dionisia. Entre el celebrado El vaho en los espejos, que la poeta publicó cuando ya había cumplido los 40 años, y La apuesta (Premio Barcarola, Nausícaä, Albacete 2016) han pasado cuatro décadas de un magisterio literario que la escritora concibe como un acto de amor: «Tenemos que tener cuidado: no es una cosa -la escritura- para tomársela a la ligera, sino para centrarte y ver qué es lo que estás haciendo, porque lo que estás haciendo lo vas a depositar en la mesa del mundo. A lo mejor no llega a nadie, pero es posible que llegue a alguien, por lo que tiene que tener la dignidad que se merece».

Es «un ser que quiere vivir con lo justo: con sus libros y con sus buenos amigos», reconoció a este periódico el pasado mes de febrero. Y así lo afirman quienes la conocen: fiel amiga y consejera, acostumbra a prestar atención a todos los manuscritos que llegan a su poder, «hacer una crítica» e incluso, en muchos casos, a escribir prólogos, artículos o semblanzas.

«Para mí, los afectos, tanto de amistad como familiares, tienen la máxima importancia. Más que nada, incluso que lo escrito. Y yo amo lo que hago desde hace cuarenta años -se refiere a la escritura-. Ahora quiero centrarme en mis cosas: en escribir y en leer. Sobre todo en leer». Disfrutará Dionisia encontrándose con esta antología en la que 55 autores más de la Región la acompañan. Poetas a los que, en su mayoría, conoce y por los que se sabe respetada y querida.

El tiempo y Dios

Dios y el tiempo, que acaso son lo mismo, son una constante en la obra de Dionisia García. Ella misma lo reconoce: «Siempre se ha dicho que el tiempo está mucho en mi poesía, y eso es cierto», dice, a la vez que asume: «En mis poemas está Dios, pero creo que cada uno elige su Dios. En ese sentido soy ecuménica, aunque haya elegido estar en un sitio. Soy creyente y practicante con muchas dudas. Parece una contradicción, pero es así». Dos lugares de paso junto a esa mirada que añora el pasado.

Lo refleja el propio Bagué al inicio de Composición de lugar: «La voz de Dionisia García se alía a menudo con el dolor colectivo, la indagación existencial o el réquiem por aquella época fratricida llamada siglo XX». Para el profesor y antólogo, «el paso del tiempo y el poso elegiaco son las claves de una poesía surcada por los signos de una realidad de la que solo quedan en pie imágenes residuales y espejismos vacilantes».

Por eso, la poeta deja versos como «Es un trayecto largo el concedido,/ y pronto ha de llegar la noche incierta», o «Esta tarde de junio estamos solos. /Con nosotros el mar que no comprendes». La interrogación es perenne porque la vida es una consecución de preguntas. Y ella se deja sorprender, vive, y lo cuenta en sus versos, que tienen, también, el sabor de lo inmortal.

El futuro

No tiene dudas la poeta cuando se le pregunta por el futuro de la poesía, que está en manos de generaciones ya muy lejanas a la suya: «Nietzsche decía que la sociedad necesita de poetas como el cielo la noche oscura de estrellas. Y ahí están los poetas. Se dice muchas veces que si la poesía de ahora? No, no, no. La poesía está, y está en la misma medida en la que estaba antes. El poeta sigue existiendo. Incluso, yo diría que para los poetas jóvenes hay más lugar, porque hay más medios», reflexionaba para LA OPINIÓN hace unos meses.

Y muestra de ello es esta antología que 'preside', donde el poeta más joven, Manuel Pujante, nació 61 años después que la escritora. Ella convive en el papel, pero también en la realidad, con los que han venido después, y se transmuta en una guía, una maestra, una voz imprescindible para los anaqueles.