Los mundialmente famosos Spyro Gyra han recorrido un largo camino con su innovadora jazz-fusión, cuya fuerza sigue presente. Con un prestigio cimentado durante cuatro décadas, la formación mantiene a dos de sus miembros originales: Jay Beckenstein y Tom Schuman.

Fue sorprendente ver a estos veteranos tan energéticos y divertidos como la última vez que vinieron. Jay no paraba de bailar, mientras que los sonidos del teclado de Tom iban acompañados de una energía habitualmente reservada para jóvenes rockeros. Redondeaba el conjunto la tranquila elegancia del guitar hero Julio Fernández y de Scott Ambusch (uno de los mejores dúos guitarrista/bajista de la música actual) y el toque frenético de Lee Pearson.

Lo de Spyro Gyra es smooth jazz con todo lo que conlleva: virtuosismo en los solos, composiciones alambicadas, una sincronización perfecta, producciones muy cuidadas en los discos, un volumen elevado en la puesta en directo, y, por supuesto, ese habitual acercamiento al pop y al rock -incluidos temas cantados-, que tanto gusta entre los seguidores del género. Pues bien, salvo lo de las producciones en estudio -que no tocaba, aunque los arreglos de los temas bien es cierto que estuvieron muy cuidados-, eso fue lo que ofrecieron de principio a fin.

Spyro Gyra son inconfundibles. Su ´smooth jazz´, a diferencia del de muchas bandas de fusión, no es de tocar ´demasiadas notas´, y mantienen la melodía. Cada uno hizo solos inspirados durante el curso del concierto, pero la banda se mantuvo a raya con solos concisos construidos sobre riffs accesibles. Echaron mano de algunos de sus temas más conocidos, y de composiciones de prácticamente todos los integrantes de la banda. Comenzaron con una vieja favorita, Catching the sun, y la chispa funk prendió de inmediato, recordando pasajes de los añorados Weather Report. Siguieron Guiltless y De la luz, una pieza del guitarrista cubano Julio Fernández que él mismo se encargó de cantar en español, y donde demostraron su capacidad embriagadora cuando tocan ritmos afrocaribeños. Luego vino otra pieza de sus primeros discos: Morning Dance (un instrumental pop de últimos de los 70, que algunos citan como el tema que abrió puertas al smooth jazz), sin duda el mayor éxito de Spyro Gyra, pero no el único. Harbor night, una balada ensoñadora enfiló hacia la despedida antes del bis, que llegó con Funkyard Dog del guitarrista cubano, incluyendo solos e interacciones con Jay soplando los dos saxos a la vez.

No pudo faltar un apabullante solo de batería con el que ríase usted de los dobles bombos de las bandas de heavy; ni el solo del bajista que mantuvo tenso el ritmo toda la noche; Schuman contribuía a definir el sonido característico de Spyro Gyra con sus florituras de piano y sintetizador. El saxo siempre firme del líder Jay exhibió un fraseo post bop de impecable estilo, así como extensos solos de ida y vuelta por parte de todos y cada uno de los músicos. Una sesión de música alegre, optimista, sorprendente, amistosa...

Spyro Gyra es uno de esos grupos o que te fascinan o los detestas. Lo que está claro, a juzgar por la ovación que se llevaron, es que no defraudan a sus seguidores, que sintieron el placer de viajar con su música.

Dentro de la ecléctica y acertada programación de esta XIX edición del Festival se incluyó -sustituyendo a Rosa Passos- a Toni Zenet, el denominado Tony Bennet español no solo por la similitud en el nombre artístico escogido, sino por esa actitud, escenografía y sonido crooner que envuelve todo el espectáculo del malagueño. Sabedor de la calidad que tienen la propuesta, la banda que le acompaña y el repertorio lleno de matices y elegancia que interpreta, Zenet salió al escenario con una seguridad y solvencia que trasladó a los asientos. Ayuda también la faceta de actor del andaluz, que utiliza con sabiduría para llenar y moverse por las tablas interpretando el papel de conductor del show además del de cantante. El concierto resultó un viaje interior y exterior que llevó a degustar múltiples sabores que le van a la perfección a los maravillosos textos que Javier Laguna ha escrito para sus canciones, y que tan cercanos como vividos se sienten al oírlos en la voz e interpretación de Zenet, un artista que cautiva a su público allí donde le toque lidiar.

En San Javier se encontró Zenet con un público con muchas ganas. Estuvo dicharachero y más cercano al cantautor de espacios pequeños que no al líder de la gran banda con la que se presentó.

Aunque lo suyo suene más a club y cabaret, tampoco le viene mal a Zenet ejercer en un festival de jazz tan ecléctico como el de San Javier. Fue deshojando los temas con ese deje suyo, más andaluz que flamenco, de crooner castizo. Es música de toda la vida. La presenta con ese atuendo a la vez elegante y canalla, de seductor algo picarón, siempre coronado por su sombrero. Con acompañamiento de una banda de jazz que incluye metales, las piezas cogen vuelo y dejan salir la pulsación jazzística . Y es que esas historias de almas y cuerpos rotos, corazones frágiles y amores de final de película en blanco y negro , con personajes montados sobre ondulantes habaneras, swing de cansado piano , chanson, tango, copla, son, ´filin´, bossa, canzone..., resultan de una sencillez y una eficacia impresionantes, se cuelan por las rendijas del alma.

Con un muy buen sonido y entrega total de los músicos, el enorme Pepe Rivero al piano, Manuel Machado a la trompeta, Ove Larsson al trombón, Raúl Márquez al violín, Irvys Méndez al contrabajo, Moises Porro a la batería y por supuesto José Taboada a la guitarra, crearon el ambiente que Tony necesitaba para explicar las canciones, una sucesión de grandes éxitos en la que tuvieron cabida sus temas más emblemáticos, como Estela o Dientes de rata entre tantos otros, junto a adelantos de su próximo disco (Si sucede, conviene), del que presentó varias canciones: Fuiste tú de sabor caribeño, Casi mejor y Qué será, una preciosa balada con un aire de Machín («me van a regañar», dijo), sin olvidar desde luego Soñar Contigo, que fue la que cerró el concierto.

Una peculiar propuesta en la que confluyen de forma promiscua la distinción del jazz de club, la guasa del flamenco de taberna costera, el dramatismo de los amores tormentosos que describen los boleros y el tono chulesco y arrastrado de los tangos de arrabal.