Loreena McKennitt

Lugar: Auditorio Regional, Murcia.

Fecha y hora: Domingo, 22 de abril. 21.30 horas.

Entradas: 35, 40 y 50 euros.

La cantante canadiense Loreena McKennitt sigue con la gira Huellas celtas, que, tras pasar por diez países europeos, finalizará su recorrido europeo en España: ofrecerá cinco conciertos, entre ellos Murcia, donde actuó por última vez hace cinco años.

McKennitt, que inició su carrera en 1985 como artista callejera en Toronto, presentará temas de los doce álbumes editados hasta el momento -de los que ha vendido 14 millones de copias en todo el mundo- junto a un grupo de músicos entre los que se encuentran colaboradores habituales, como el guitarrista Brian Hughes, el violinista Hugh Marsh y la violonchelista Caroline Lavelle.

Loreena McKennitt nació en Morden, un pueblo de Manitoba, Canadá. Su padre era ganadero y su madre enfermera. Como vivía rodeada de animales su primera vocación fue la de veterinario. Con tal fin se fue a vivir a Winnipeg, donde sintió la llamada de la música celta durante sus visitas a un club folk. Unos años más tarde, en 1981, se mudó a Stratford, Ontario, donde entró de lleno en la escena cultural de la ciudad, presidida por el Festival de Shakespeare. Allí pudo demostrar su talento como intérprete a la par que como compositora. Desde entonces no ha vuelto a cambiar de residencia.

Sus amores de juventud fueron el poeta irlandés William Butler Yeats y el arpista bretón Alan Stivell. En 1982 hizo un decisivo viaje a Irlanda, la tierra de sus padres. De vuelta a casa, imbuida de tradición celta, se consagró a la adaptación musical del poema The Stolen Child, de su idolatrado Yeats, y se las arregló para grabar un disco con sus propios y exiguos medios. Para ello se valió de un libro de autoayuda titulado Cómo hacer y vender tus propios discos, de Diane Sward Rapaport. En paralelo, fundó su compañía discográfica: Quinlan Road. En 1985 publicó Elemental, el primero de sus siete álbumes: un casete con nueve canciones que ella vendió en su coche en contacto directo con el comprador, al modo de un feriante, y organizó sus propios conciertos por todo el país.

Dos años más tarde grabó To Drive The Cold Winter Away, un homenaje a los villancicos navideños que la convirtió en la cantante favorita del la reina Isabel II gracias a sus versiones de baladas medievales británicas.

En 1989 sacó Parallel Dreams, donde ya se empezaba a atisbar el mestizaje cultural de sus posteriores trabajos, y que además era el primero en contener temas propios. Con The Visit (1991) llegaría su consagración, ya que fue el primero de sus discos distribuido por Warner Music, con quien firmó un contrato que le garantizaba la total independencia en la creación y la promoción. Sus siguientes discos salieron más espaciados en el tiempo, porque la cantante se dedicó a recorrer países. La belleza de España y de Marruecos la deslumbraron. Asimiló sus tradiciones y con todo ello publicó The Mask And Mirror (1994), el que tal vez sea su mejor disco y en el que se encuentra su mejor canción: leyendo el poema Noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz, le surgió la idea de ponerle voz. Así es como nació The Dark Night Of The Soul, una epifanía para oídos sensibles.

En 1995 editó A Winter Garden: Five Songs for The Season, con el que volvió a los temas medievales, a los que regresaría en 1997 con The Book Of Secrets. Después de una larga inactividad, en 2006 volvió a la actualidad musical con An Ancient Muse. Su presentación mundial tuvo lugar en La Alhambra. En 2008, sacó su último álbum de estudio: A Midwinter Night’s Dream.

La música de McKennitt es tan rica en matices que no soporta ninguna etiqueta, pero el mercado discográfico suele incluirla en el apartado New Age. Más allá del placer estético y espiritual que provoca, los efectos benéficos de la música de McKennitt son tales que, como ya ocurriera con Mozart y el punto alfa, es utilizada en cuidados paliativos para enfermos terminales y para la estimulación de la inteligencia en bebés.