«La espontaneidad» es lo que más le gusta al murciano Ismael Cerezo, Flyppy, de trabajar con el hierro y el vidrio. «Es muy inmediato, no hay que esperar a que se seque, como la cerámica, ni necesitas un molde, como en el caso del bronce; aquí todo es más espontáneo y te permite improvisar», cuenta el artista, que forma desde hace 14 años ´pareja artística´ con Javier Borgoñós.

Y son ya dos décadas las que lleva trabajando con estos materiales, que aúnan dureza y fragilidad, para crear lámparas y esculturas de plantas o animales e insectos –algunos luminosos, para potenciar «el juego del vidrio con la luz»– como mariquitas, arañas, garzas, peces, toros, búhos, mariposas... Seres que «salen del ´intraser´», a veces incluso sin haber pensado antes en ellos. «Hay piezas que se piensan, que se dibujan antes de llevarlas a cabo y otras que no», explica Cerezo, y añade que la clave para no copiarse a uno mismo es «no dejar nunca de experimentar».

Hasta el 25 de abril, cerca de un centenar de estas piezas se pueden contemplar en la galería murciana Cuadros López, donde los visitantes descubrirán recientes creaciones como un calamar gigante –que han «tuneado» para la ocasión– o unos ángeles.

Piezas en las que el color, la mezcla de tonalidades, cobra gran importancia; de hecho cuenta el artista que empezó a trabajar el vidrio «por casualidad, buscando algo para dar color a las obras». Ahora, con la experiencia a cuestas, dice que lo más importante a la hora de trabajarlo es «saber rentabilizarlo, porque es un material caro».

Cerezo confiesa ser uno de los afortunados a quienes la crisis no les ha afectado demasiado. «Claro que se nota, pero es que nosotros vendemos sobre todo en el taller, por encargo», dice, y explica que ahora están trabajando pequeñas piezas como regalos de empresa: «Hay que inventar, buscar lo que sea hasta debajo de las piedras».