Alrededor de ochenta obras de Román Gil (1940), «el decano de los pintores murcianos», sirven para celebrar estos días el quinto aniversario de la Galería Romea 3 de Murcia. La sala recupera así al artista con el que arrancó su andadura; el artífice de «una obra muy original y de gran calidad», según Josefina García, responsable de la sala junto a su marido, Antonio García Herrero. A juicio de García, Román Gil «nada tiene que envidiar a los artistas contemporáneos», e invita a los amantes del arte a pasarse por la galería para disfrutar de «una obra fresca y joven que está en la línea de Picasso».

Aprovechando la inauguración de esta muestra, celebrada hace unos días, la sala acogió asimismo la presentación de un libro escrito por los profesores de la Universidad de Murcia Francisco J. Guillén Martínez y Antonio García López. Román Gil. Los estudios de Román es el nombre de esta obra de Editum, que en breve se podrá adquirir en las librerías murcianas y que pretende cubrir el vacío existente en el campo de la documentación de la obra de este autor nacido en Sevilla pero que siempre ha tenido mucha relación con la Región.

La realización de una exposición en la UMU fue el punto de partida para este libro, cuya realización fue para Román Gil, a pesar de su timidez, una gran alegría. Guillén Martínez describe a este creador como «una persona muy curiosa que siempre se ha dedicado a hacer lo que le gusta ajeno a las modas; un constructor del lenguaje de la forma capaz de conocer los entresijos del arte».

Román Gil es, a juicio de Guillén, «un autor injustamente poco conocido en Murcia, lo que nos delata como una región un poco inculta que necesita confiar más en lo de aquí». Quizá su timidez y su poco interés por figurar y por seguir modas hayan influido en este escaso conocimiento que los murcianos tienen de Gil, algo que pretende paliar en la medida de lo posible este libro de la Universidad de Murcia y la muestra de la galería Romea 3, en la que se pueden admirar, además de cuadros, su famosos caballetes y carpetas.

Y «como una obligación» sentían Guillén y García López «dar a conocer» al autor y su obra; «ponerle en su lugar y recordar la aportación que hizo, con las carpetas y caballetes, al canon del collage; unas novedades que no estaban registradas». Una original obra con la que Román Gil demuestra sin duda que es un creador, ya que «consigue hacer una reflexión artística a través de unos objetos administrativos y propios del taller del pintor, como son un archivador y un caballete».