Hace seis años, Dan Brown vivía en el anonimato en unos apartamentos de alquiler a orillas del río en Exeter, al noreste de EEUU. Ahora es un escritor millonario, polémico y mundialmente conocido que está encantado con su fama y su riqueza.

"Soy muy reservado y ciertamente gran parte de mi privacidad se ha esfumado, pero también tengo grandes oportunidades. Diría que (la fama y la riqueza) son maravillosas en un 95 o 97 por ciento", explica Dan Brown, el autor del "Código Da Vinci" que publica hoy en el mercado en español "El símbolo perdido" (Editorial Planeta).

El libro, que transcurre en el espacio de 12 horas en la capital estadounidense, gira en torno a los masones y a la misteriosa amputación de una mano, que causa la intervención de la CIA, y tras la cual se oculta la búsqueda de una antigua fuente de poder.

La obra, con una tirada inicial de 6,5 millones de ejemplares en inglés y 1,5 millones en español, repite una fórmula de éxito que Brown defiende a capa y espada.

"Mis críticos dirían 'esta persona no es (el premio Nobel de Literatura estadounidense) William Faulkner'. Y lo que yo digo es: tienen razón. Ni lo soy, ni lo pretendo", asegura el autor durante una entrevista en Exeter, en Nuevo Hampshire, cerca de Boston.

Sin "florituras"

Brown atribuye su éxito comercial a su capacidad para crear "historias emocionantes" en las que no hay, dice, "florituras" lingüísticas. "Es mucho más fácil escribir de forma compleja que simple", afirma el escritor.

"Hago algo muy específico e intencional en estas novelas. Las escribo en un estilo muy moderno, transparente y nítido. Mezclo hechos y ficción. A algunos lectores les encanta (...) El resto debería leer a otros (autores)", explica.

Sus críticos, entre los que figuran académicos como Geoffrey Koziol, de la Universidad de Berkeley (California), le culpan de falta de rigor en la presentación de acontecimientos históricos.

"Me critican por cualquier cosa que escriba", aduce Brown, para añadir que los suyos son "libros de ficción en los que se pueden alterar algunas pequeñas cosas para que la historia funcione".

Brent Morris, editor de la revista del templo masónico Scottish Rite, popularmente conocido como la Casa del Templo, que ocupa un lugar prominente en "El símbolo perdido", dijo que en la novela hay imprecisiones, aunque insistió en que "el libro es correcto en un 80 o un 90 por ciento".

Entre las imprecisiones está, según Morris, la descripción del ritual en el que los masones son investidos con el máximo rango de la orden y en el que, según Brown, se bebe vino tinto de una calavera. "Es muy dramático pero no es cierto", afirmó Brent Morris.

Lejos del mundanal ruido

"El símbolo perdido" se gestó durante los últimos seis años en una cabaña adyacente a la vivienda de Brown en Exeter, sin acceso a internet, ni teléfono, y está "herméticamente aislada".

"Me despierto a las cuatro de la madrugada (...) Me preparo un batido con fresas, frambuesas, plátanos, proteína en polvo y yogur e inmediatamente después voy a una cabaña fuera de mi vivienda en la que hay una estufa, un escritorio y una nevera", indicó el autor. En los "días buenos" trabaja hasta el mediodía y después va al gimnasio, juega al golf o al tenis.

"Por las tardes me ocupo de asuntos editoriales (...) y después mi esposa y yo generalmente nos reunimos con amigos para cenar en un restaurante o en casa. Es una vida bastante normal", concluyó.

Entre los rituales del novelista figura también el de colgarse boca abajo de las piernas, algo que, según él, favorece el flujo sanguíneo y le ayuda a ver el mundo de forma "diferente".

Brown, que adelanta que habrá película de su último libro, ha interrumpido momentáneamente su estricta rutina.

"Me estoy tomando un pequeño descanso", afirma el autor, quien ha empezado a recolectar información para una nueva novela, cuyo tema, como era de esperar, es "absoluto secreto".