La imagen de su rostro desfigurado por un tumor en las fosas nasales, su relato sobre los "atroces" dolores que le provocaba la enfermedad, poco común, degenerativa e incurable, y su muerte anoche en circunstancias que todavía están por esclarecer, han conmocionado al país y relanzado el debate sobre la eutanasia.

La investigación todavía no ha podido determinar cómo se produjo la muerte de Sébire, maestra de 52 años y madre de tres hijos, hallada sin vida anoche en su casa cerca de Dijon (este).

El fiscal de Dijon, Jean-Pierre Alacchi, indicó hoy que estudia los análisis de las pruebas recogidas y de los testimonios recolectados por los gendarmes, sin querer pronunciarse sobre una eventual autopsia.

El cuerpo de Sébire fue encontrado por su hija mayor, aunque el fiscal no desveló si ésta se encontraba con su madre en el momento del deceso.

La investigación deberá determinar si Sébire falleció de muerte natural, fruto de un empeoramiento de su mal, si se suicidó o si alguien le ayudó a morir.

Ninguna de las hipótesis puede descartarse, aunque la de la muerte natural parece menos probable dado que el cadáver no presentaba signos externos de haber sufrido una hemorragia.

En medio del trabajo de los investigadores, clama la voz de los defensores de la eutanasia en Francia, tristes porque Sébire no pudo terminar sus días como le hubiera gustado, pero aliviados de que haya terminado su calvario.

Deseoso de ver a la paciente descansar en la paz que buscó durante tanto tiempo, su abogado, Gilles Antonowicz, aseguró a Efe que sería "vergonzoso" que se practicara la autopsia en busca de elementos que pudieran mancillar su final.

Pero el mediático combate de Sébire, pionera en acudir a los tribunales en busca de una "muerte digna", la negativa de la justicia a autorizarla en base a la ley de cuidados paliativos de 2005, y su muerte pueden forzar la puerta de un cambio de la legislación.

El Gobierno conservador francés, que inicialmente pareció hermético a la demanda de la enferma, ha terminado por reconocer que quizá la ley deba admitir excepciones.

Si la semana pasada el primer ministro, François Fillon, se mostraba escéptico sobre las posibilidades de que la ley pueda regular cada caso particular, ayer, horas antes de que se descubriera el cuerpo sin vida de Sébire, el Ejecutivo encargó un estudio que abre la puerta a una revisión legislativa.

Desde el Ejecutivo se insiste en que la ley sirve en el 99 por ciento de los casos y que toda reforma debe hacerse de manera sosegada, lejos de la emoción que provoca el caso de la mujer.

La ley de 2005 sobre el derecho a "dejar morir" fue aprobada por unanimidad en medio del debate abierto por el caso Humbert, una madre que trató de provocar la muerte de su hijo tetraplégico que había pedido en muchas ocasiones un final digno a su vida.

El relator de aquel texto, el diputado Jean Leonetti, ha sido de nuevo encargado de estudiar si es preciso revisar la ley y solucionar su deficiente aplicación o "eventuales insuficiencias".

Varios miembros del Ejecutivo, entre ellos los ministros de Exteriores, Bernard Kouchner, y la secretaria de Estado de la Familia, Nadine Morano, han apuntado que el cambio debe abrir la puerta al estudio de casos particulares, bajo la autoridad de una comisión ética que autorice a los médicos a aplicar la eutanasia.

La ley actual sólo permite a los doctores medicar a los pacientes que lo soliciten hasta que entren en coma y, en ese estado, aguardar la muerte.

Una solución que Sébire consideraba indigna y que rechazaba con contundencia, deseosa de ver su final de una forma más rápida y rodeada de sus allegados.

"Quiero terminar la fiesta rodeada de mis hijos, amigos y médicos antes de dormirme definitivamente al amanecer", había dicho la paciente.