Llamó la atención que le entrara la afición a los 28 años, ¿era una vocación dormida, una necesidad existencial o un capricho?

Primero hay que analizar quién era y de dónde venía. Siempre he dicho que cuando tu padre, hermano, tíos, abuelos, se dedican a una cosa, en mi caso ser toreros, es normal que tengas interés por conocer ese mundo. A mí me atraía, pero nunca llegué a dar el paso definitivo hasta que con el discurrir del tiempo, decidí intentarlo y conocer más en profundidad lo que fue y lo que ha sido para toda mi familia el mundo del toro. Así que pudo ser una de las dos primeras opciones, pero no fue un capricho porque llevo ya tres años superando las dificultades que se me han ido presentando. En principio todo el mundo quiso quitarme la idea, no ya de ser torero, sino hasta de intentarlo. Lo entendía, porque conociendo la dificultad y el riesgo que se corre no es lo que deseas para un ser querido. Pero gracias a la edad que ya tenía sabía lo que quería hacer. Así que cualquier consejo no me influenciaba en mi decisión de seguir adelante. Fue una idea muy reflexionada.

Sabía dónde se metía, claro.

Lo que buscaba era encontrar sentido a la forma de vida de un torero. A su filosofía. Me atraía la idea de averiguar qué fuerza tenía el hecho de ser torero para que una persona llegara a sacrificarse tanto, hasta el punto de jugarse la vida.

¿Le gustó lo que se encontró?

Hasta que no estás metido dentro no eres consciente de toda su amplitud. Obviamente ningún mundo es de color de rosa ni va envuelto con un lacito rojo. Pero desde luego no seré yo quien le saque defectos a mi mundo, al mundo del toro.

¿Con qué aspectos de la tauromaquia ha disfrutado más?

El campo en invierno me fascina. La preparación: andar, torear de salón, hablar con los ganaderos, con los toreros ya retirados. Seguramente porque también es la época más relajada de todo el año. Pero realmente las sensaciones que se sienten cuando estás en la plaza con el toro, cuando una tarde se juntan el interés del público, la emoción que ofrece un toro bravo y te salen las cosas como las sientes, eso no lo cambio por nada.

Ha mencionado a los retirados...

Sí, porque este invierno he tenido la oportunidad de conocer a Santiago Martín 'El Viti', un señor encantador que me ha contado cosas de mi padre que me acercan más a él como torero. También he coincidido con Espartaco, a quien da gusto escuchar, como a Curro Romero, Rafael de Paula y, como no puede ser de otra manera, con mi tío Curro Vázquez. Oírlos es una delicia, y una suerte, claro.

¿Cambiaría alguna cosa del estado de la tauromaquia actual?

Es una tradición y como tradición entiendo que se debe conservar. Puede haber cosas que te gusten más o menos, incluso puede ser más incómodo para el torero que ciertas cosas no se modernicen, pero es así y esa esencia y ambiente que se respira, lo hace de la forma que es y debe conservarse. Las tradiciones son para mantenerlas y protegerlas.

¿Se siente tratado de forma diferente al resto de tus compañeros por el hecho de ser famoso de cuna?

En la plaza el que es importante de verdad es el toro y es el que siempre nos pone a cada uno en su sitio. Al toro le da igual lo que seas o quién seas. En ese aspecto no noto ninguna diferencia con los compañeros, ni ventaja ni tampoco desventaja. Si el hecho de ser más conocido ayuda a que vaya más público a la plaza, eso creo que es bueno para la fiesta y es bueno para todos en general.

¿Se ha sentido presionado por la circunstancia de que Armani le haya elegido como su imagen?

No me afecta negativamente porque no me aparta de mi día a día profesional, y mucho menos de mi preparación. Quien piense lo contrario está equivocado.

¿Considera que esto ayuda a la divulgación de la fiesta?

Creo que sí. Incluso más allá de nuestras fronteras, en países donde ni conocen el mundo de los toros. Que Armani piense en un torero para imagen de su marca, nos ayuda a darnos a conocer más y mejor.

¿El hecho de que exista un tipo de prensa extra taurina que se fije más en su vida le condiciona?

Como torero no. Como persona sí. En todo. En el día a día.

¿Se definiría como torero?

Prefiero que sea el público quien me catalogue. Desde luego a mí me atrae el concepto clásico.

¿En qué espejos se ha mirado?

A lo largo de la historia de la tauromaquia ha habido muchos y grandes toreros. Auténticos genios. Personalmente he intentado fijarme en cosas de quienes me han llamado la atención por lo que les he visto, he leído o he escuchado. Manolete, Pepe Luis Vázquez, Paco Camino, Rafael de Paula, Curro Romero... Ha habido tantos y tan grandes toreros, que no es fácil quedarse sólo con uno. Eso sí, lo que estoy aprendiendo, intento expresarlo con mi sentimiento y mi firma personal.

¿Y de su familia?

Siempre he dicho que si me dijeran que me parezco a alguno de ellos estaría además de orgulloso, tremendamente feliz. Cada uno ha sido un genio en su estilo. Muy diferentes, pero genios. Ojalá coja algo de alguno de ellos. De cada uno de ellos me gustan cosas. Hemos sido una familia tan extensa que, seguro, quedo mal con alguno. Pero si tengo que pronunciarme, no dudo: el poderío de mi padre, su tesón para alcanzar metas, fue un ejemplo a seguir.

De todo lo escuchado en casa, ¿qué vivencias le han influido más?

Me llamaba mucho la atención cómo alguien podía estar dispuesto a entregar su vida por algo en concreto. En el caso de mi familia, por ser toreros. Me preguntaba qué vivencias o que experiencias o qué emociones podían llegar a sentir toreando que les hiciese arriesgar tanto. Los recuerdos de mi padre están más relacionados con los afectos que con el toro. Y de mi abuelo eran más las conversaciones que podía tener con sus amigos que las que tenía con nosotros. En realidad, en casa no nos hablaban mucho de toros.

De los reconocimientos obtenidos, ¿cuál le ha gustado más?

Que me llamaran torero. Sí, lo que más te puede halagar es que te llamen torero. Si te lo dice otro torero, más todavía. Me lo dijo Rafael de Paula un día en Ronda. Esas cosas, viniendo de personas que han sido tan especiales en el toro, te motivan mucho. Te enorgullece que alguien que haya podido dar tantas satisfacciones a tanta gente, que hable bien de ti como torero. Es como una gasolina que te da fuerza para seguir.

Ronda para usted debe ser el cielo.

Algo parecido. Si en el cielo se disfruta y se sufre, entonces Ronda es como mi cielo particular. El día más difícil de mi profesión fue el de mi presentación. No ha habido otro que haya podido pasar más nervios y tener tanta incertidumbre como la que tenía ese día. No tenía referencias de si gustaría o no. Ese día lo recuerdo y, a día de hoy, me sigo poniendo nervioso. La alternativa fue otra cosa. Muchos nervios, pero con una alegría y una emoción especial. Las dos tardes son inolvidables.

Cuando leyó todo lo que se escribió a raíz de su presentación, ¿le sorprendió, modificó su carácter?

Creo que no me afectó y sí que me sorprendió. Era lo soñado. Desde luego que oír las cosas que dijeron y leer los artículos que se escribieron, fue increíble y estuve como en una nube durante bastante tiempo. Pero luego bajé a la tierra, y aquí sigo.

¿Cómo es su relación con su hermano Francisco como torero?

Con Francisco, la relación no puede ser como torero, es la de un hermano. Somos los dos toreros, pero obviamente no tiene nada que ver con la relación que pueda tener con cualquier otro compañero. Coincidir con él en la puerta de cuadrillas, liarte el capote de paseo junto a él, esa complicidad... son momentos de una emoción que me supera.