"Bobos" y "bobas" -el término viene del inglés "bourgeois bohemians"- que han estudiado en buenos colegios y en mejores universidades, profesionales de éxito que a primera vista podrían parecer "pijos" de toda la vida, aunque con matices.

Son hombres y mujeres de entre 30 y 40 años, solteros, divorciados en muchos casos, o que viven una relación amorosa sin compartir el mismo techo. Urbanitas cultos y viajados que están al día de lo último en tecnología, que gustan del buen comer y el buen beber y que sólo en situaciones muy formales o especiales van a trabajar con traje y corbata.

El burgués bohemio es "un refinado intelectual del consumo, un científico del pequeño placer, un complejo experto de lo simple", ha dicho de ellos el periodista estadounidense David Brooks, el primero en acuñar ese término y el primero en estudiar un fenómeno que surge a finales del siglo pasado en Estados Unidos, y que cruzó el Atlántico al poco tiempo.

Para el sociólogo, escritor y periodista Pedro Mansilla no son "incompatibles" los términos burgués y bohemio. "Se puede ser perfectamente las dos cosas. Hay montones de burgueses -dijo a EFE- que presumen de bajarse del tren en marcha. Que dicen basta al hecho de ganar dinero y que deciden pisar el freno, aunque sin renunciar a él".

Desde el punto de vista estético, a los "bobos", según Mansilla, gran conocedor y teórico de la moda, "no les importa salirse del estrecho camino del burgués, y coquetear con un cierto dandismo o esnobismo. Sienten una cierta querencia a lo diferente".

Por eso visten ropa de sport, cara y de marca eso sí, o se gastan un dineral en unas botas o unas deportivas antes que en un par de zapatos. "Necesitan presencia social y eso también es estética", insiste Pedro Mansilla, para quien ideológicamente los "bobos" son "tolerantes, poco dogmáticos y liberales en el más amplio sentido de la palabra".

DE IZQUIERDAS Y ECOLOGISTAS

La periodista y escritora Silvia Grijalba, que habla de esta tribu urbana en su libro "Alivio rápido", editado en 2005, cree sin embargo que son "claramente de izquierdas, afines al ecologismo, la medicina alternativa y la ayuda social". Pero piensa que son un fenómeno "más bien en decadencia".

"Podría decirse -comentó Grijalba a EFE- que parece que trabajan para vivir, o eso quieren aparentar, pero en muchos casos son tan adictos al trabajo como los yuppies, aunque lo intenten disimular".

Son un tipo "peculiar" de profesionales que, en un momento dado, deciden tomarse dos meses de vacaciones para recorrer en moto Estados Unidos de este a oeste, o para colaborar con una ONG en un país africano o de Latinoamérica, advierte Julio Moreno, especialista en selección y búsqueda de altos ejecutivos.

"Son profesionales brillantes con una cultura de empresa poco tradicional, independientes, acostumbrados a cambiar de trabajo con cierta frecuencia -cada dos o tres años-, que saben escuchar a sus subordinados pero que, a veces, no transmiten claridad a sus colaboradores", destaca Moreno.

De ahí que, a pesar de su genialidad y creatividad, "tengan un difícil encaje en compañías con una cultura empresarial conservadora. Aunque -advierte- muchas están habilitando ya mecanismos (año sabático) para que unos y otros se sientan cómodos".

Según la experiencia profesional de Julio Moreno, los "bobos" encajan mejor en empresas del mundo de la publicidad, la comunicación o las nuevas tecnologías.

"SÍ, SOY BOBO"

"Sí, soy bobo". Así de rotundo, aunque no sin cierta sorna, se presenta Tierry Guihard, un parisino de 36 años que lleva ya dos en Madrid como director de márketing de una empresa. "Me veo reflejado en esa definición", insiste en charla con EFE.

Tierry Guihard nunca se pone corbata para ir a trabajar -"está totalmente pasado de moda", dice-, mantiene una relación "muy cercana" con sus subordinados, le gusta el lujo "que no se nota", viaja bastante, casi siempre a lugares exóticos y lejanos, nunca en grupos organizados, y se mueve por Madrid en bicicleta, "aunque resulta bastante peligroso".

Este "bobo" de libro frecuenta restaurantes de moda, sin desdeñar un buen vino y una tapa en un bar de barrio, está muy familiarizado con las nuevas tecnologías, si bien abomina de las tan populares consolas, sigue muy de cerca la política y lee todos los días la prensa.

Como a muchos burgueses bohemios le gusta la naturaleza, "aunque sin pasarse", y vivir en el centro de la ciudad. Él, concretamente, en un ático rehabilitado del madrileño barrio de Chueca, donde transcurren muchas horas de su ocio semanal.

Una casa sin lujos "pero con personalidad", amueblada con piezas de diseño y otras que ha ido comprando a lo largo de los años en viajes y estancias de trabajo en países como México o su Francia natal.

La cocina, concebida como espacio de convivencia y en la que pasa mucho tiempo, tiene un protagonismo especial. En las pasadas Navidades a Tierry le han regalado un curso de cocina, una de las nuevas aficiones de los "bobos".

Tomás Alía ha decorado las casas de muchos burgueses bohemios, casas, dice, siempre "contemporáneas, relajadas, con menos pretensiones" que las de los antiguos "yuppies". En ellas se mezcla lo antiguo con lo contemporáneo, el diseño de los 60 y 70 con muebles heredados.

"Priman el confort, las texturas, las formas orgánicas, la iluminación, siempre muy cuidada. La cocina, dotada con lo más avanzado, y el cuarto de baño, concebido para el placer, son estancias con peso y personalidad", comenta este prestigioso decorador. "Son magníficos clientes, porque saben lo que quieren y dan mucha importancia a la casa".

Javier Fernández de Angulo, director de la edición española de la revista "GQ", dirigida a hombres que "disfrutan del lado más lúdico de la vida" -y los bohemios burgueses saben muy bien como hacerlo-, se atreve a poner nombre y apellidos a "bobos" españoles. Los cantantes Alejandro Sanz y Antonio Carmona, ex Ketama, y la actriz Aitana Sánchez Gijón son, en su opinión, tres ejemplos.

Silvia Grijalba, aunque con un "quizás", apunta el nombre de Manu Chao. Todos ellos son "bobos" conocidos, pero anónimos hay muchos más.