En su discurso, Benedicto XVI pidió a los miembros del ex Santo Oficio que pongan atención a los "problemas difíciles y complejos de la bioética".

Afirmó que, aunque "la Iglesia no puede y no debe intervenir en las novedades científicas", tiene "el deber de reiterar los grandes valores y proponer a todos los hombres los principios éticos-morales para las nuevas cuestiones importantes".

Aseguró que técnicas como "la congelación de los embriones humanos, la diagnosis pre-implantación, la investigación sobre las células embrionarias y los intentos de clonación humana" han infringido la barrera que tutela la dignidad humana.

El Papa también consideró que amenaza la dignidad humana la "fecundación extra corpórea (in vitro)", considerada por la medicina como la "ultima oportunidad" para las mujeres que sufren esterilidad o presentan anticuerpos que eliminan los espermatozoides.

Según el Papa, dichas técnicas prevén "que seres humanos en su estado más débil y más indefenso de su existencia, sean seleccionados, abandonados, asesinados o utilizados como material biológico".

Para el Pontífice, los dos valores morales que hay que tener en el campo de la ciencia son el "respecto incondicional del ser humano desde su concepción hasta la muerte" y "respeto de la originalidad de la transmisión humana a través de los actos de los cónyuges".

La Iglesia, añadió Joseph Ratzinger, "aprecia y anima el progreso de las ciencias biomédicas, que abren a perspectivas terapéuticas hasta ahora desconocidas" y entre ellas citó el ejemplo del uso de las "células somáticas" o "terapias de restitución de la fertilidad".

El Papa terminó instando a que "el progreso científico sea verdaderamente respetuoso con cada ser humano, y que se le reconozca la dignidad de la persona".