Tanto Greenpeace como la Sociedad de Conservación Sea Shepherd dejarán el océano Antártico en unos días, por lo que los balleneros podrán cazar los casi 1.000 ejemplares que tienen previstos sin el acoso de los activistas.

"Si podemos conseguir el dinero para más combustible, volveremos", explicó a la agencia Reuters el capitán del Sea Shepherd, Paul Watson, al tiempo que estimó que su barco de protesta más conocido, el Steve Irwin, también se verá obligado a volver a un puerto australiano por falta de combustible. "Necesitamos alrededor de 200.000 dólares para otro cargamento de gasolina", indicó.

La flota de seis balleneros de Japón ha estado intentando evitar que los barcos de protesta en la Antárdida, concretamente en el declarado por Australia santuario de ballenas, entorpecieran sus operaciones desde que dos activistas del Sea Shepherd abordaran uno de los barcos.

Pero, finalmente, Greenpeace anunció el pasado sábado que su barco de protesta, el Esperanza, estaba volviendo a puerto después de 14 días persiguiendo a uno de los balleneros japoneses, el Nisshin Maru.

CRÍTICAS MUTUAS

Los activistas de Sea Shepherd y de Greenpeace se han criticado mutuamente acerca de sus tácticas para llevar a cabo la protesta. Así, los segundos han acusado al grupo de Watson de poner vidas en peligro con las amenazas contra los buques japoneses y la colocación de sus barcos en alta mar.

Por su parte, Watson acusa a Greenpeace de incrementar a millones de dólares para su campaña contra la caza de ballenas pero hacer muy poco para detener a los japoneses. "Estamos tratando de detener la caza de ballenas, no usarlo como herramienta para recaudar fondos. Dicen que son muy peligrosos. Por supuesto, esto no es un juego y estamos intentando que dejen de matar ballenas", señaló.

Japón planea cazar casi 1.000 ballenas minke y fin para investigación, aunque ha abandonado la caza de 50 ballenas jorobadas debido a la condena internacional y la protesta formal de 31 países. A Japón se le permite una caza anual con fines científicos alegando que se trata de una tradición. Su flota ha matado en los últimos 20 años a 7.000 ejemplares de minkes en el océano Antártico.