La destrucción de esos hábitats -fundamentales para el mantenimiento de la biodiversidad marina, para proteger la línea de costa o para asegurar la provisión de alimentos- está directamente relacionada con la ocupación urbanística de la costa, con la sobrepesca y con los vertidos excesivos, sobre todo de fertilizantes.

Estas son algunas de las conclusiones expuestas por científicos de varios países, reunidos en Madrid por la Fundación BBVA para debatir sobre la magnitud, las causas y las consecuencias de la pérdida global de hábitats costeros.

Carlos Duarte, profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, observó que en España el cincuenta por ciento de la costa está ya ocupada, y aseguró que las que presentan mayores tasas de ocupación de la primera línea, entre ellas Cataluña y el litoral levantino, son también las que han sufrido las mayores pérdidas de praderas submarinas.

El científico explicó en rueda de prensa que los hábitats costeros como manglares, arrecifes de coral, marismas, campos de algas o las praderas submarinas son los más amenazados del planeta y aseguró que cada año desaparecen en tasas que oscilan entre el 1,2 y el 9 por ciento.

Advirtió que además del problema ambiental que provoca su desaparición, la dimensión del problema se puede también contabilizar en vidas humanas, y citó como ejemplo el tsunami de 2004 o el huracán "Katrina" que azotó Estados Undos.

Según Duarte, los efectos del tsunami fueron más devastadores en las zonas donde se había destruido la vegetación de manglares y los del "Katrina" habrían sido menores si el crecimiento de Nueva Orleans no hubiera sido a costa de las marismas del Misisipi.

La científica Nuria Marbá, del Instituto de Estudios Avanzados del Mediterráneo, detalló algunas de las conclusiones del proyecto "Praderas" que revela que la mayoría de las praderas submarinas de posidonia (algas) del Mediterráneo han perdido buena parte de su extensión durante los últimos cuarenta años.

Achacó esa destrucción al deterioro de la calidad del agua y del sedimento como consecuencia de la erosión, de la pesca de arrastre o de la construcción de infraestructuras, y observó además que el declive y la mortalidad de esas praderas aumenta después del paso de olas de calor y que se acelerará por lo tanto como consecuencia del cambio climático.

Marbá constató también el declive de estas praderas en el litoral español y cifró esa pérdida en un cinco por ciento anual, aunque señaló que ese ritmo de destrucción fue mayor en el año 2003 como consecuencia de la severa ola de calor que padeció España y del consiguiente aumento de la temperatura del agua.

El estadounidense William Denninson, catedrático de Ciencia Marina en la universidad estadounidense de Maryland, advirtió de que estas praderas son "muy buenos centinelas" de la calidad ambiental del planeta, y dijo que su progresiva desaparición es "un aviso" de la crisis ambiental que afecta a la Tierra.

Según los datos que los científicos expusieron hoy en Madrid, el 54 por ciento de las praderas de posidonia han perdido ya una parte de su cobertura y el 44 por ciento de los arrecifes de coral de todo el planeta han sido destruidos o están a punto de desaparecer.

Advirtieron además de la desconexión que existe entre la ciencia y la sensibilización social ante este problema, y lo contrastaron con la sensibilidad que los ciudadanos muestran ante otras destrucciones como el de las selvas tropicales.

El científico Iván Valiela, del Laboratorio Biológico Marino de Massachusetts, consideró que es "imperativo" reducir las pérdidas e iniciar la restauración de los hábitats costeros, y concluyó que el conocimiento científico y la tecnología para frenar esa destrucción ya existe; "ahora necesitamos la voluntad política y económica para conseguir ese objetivo", dijo.