Solo cinco personas se acercaron a la tumba de Rostropóvich: la compañera de toda su vida, la famosa soprano Galina Vishnévkaya, sus hijas Olga y Elena, la Reina Sofía de España y Naína Yéltsina, la viuda del primer presidente de Rusia, informó la agencia Itar-Tass.

Y es que la tumba del mejor violonchelista y "ciudadano de mundo" está a pocos metros de la de Borís Yeltsin, el líder ruso que acabó con el comunismo y viejo amigo suyo, enterrado con honores en este cementerio de los rusos ilustres hace apenas cuatro días.

Posteriormente, se acercaron para arrojar tierra a la tumba la hermana de la Reina Sofía, la princesa Irene de Grecia; Bernadette Chirac, esposa del presidente de Francia; Natalia, la mujer de otro viejo amigo, el Premio Nobel de Literatura Alexandr Solzhenitsin, y el jefe de Estado de Azerbaiyán, Ilham Alíev.

A su llegada a Novodiévichie, la procesión con el féretro fue recibida por una guardia de honor, un coro de popes y miles de moscovitas, pues a petición de la familia las autoridades dejaron el paso abierto al cementerio a todo el que quería despedirse.

Terminada la entrañable ceremonia, las dos viudas se acercaron para colocar flores en la tumba del primer presidente de Rusia, y la diva encontró fuerzas para consolar a su vez a Naína Yeltsina, que no pudo contener las lágrimas.

La misa de cuerpo presente en memoria de Rostropóvich, quien falleció el pasado viernes a la edad de 80 años, se ofició en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, restablecida hace varios años con donaciones, en particular, del matrimonio Rostropóvich.

Más de cuatro mil personas, destacadas personalidades, conocidos músicos y representantes de la cultura asistieron al oficio en el templo mayor de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que estuvo a cargo del arzobispo Alexiy de Oréjovo y Zúyevo, vicario del Patriarca de Moscú y Rusia, Alejo II.

El arzobispo dio lectura a un mensaje del Patriarca en el que éste describió al músico difunto como "defensor de la libertad espiritual y la dignidad humana, de los más altos ideales cristianos y del amor abnegado".

Alejo II recordó que no fue la genialidad musical de Rostropóvich sino su amor por la justicia y la libertad lo que bajo el régimen comunista lo hizo defender a Alexandr Solzhenitsin en una desafiante carta abierta al líder soviético Leonid Brezhnev enviada al diario "Pravda".

Durante la noche y esta mañana hasta empezar la liturgia, miles de moscovitas y visitantes de la ciudad acudieron a la catedral para despedirse de su querido y adorado "Slava", el diminutivo de Mstislav Rostropóvich, que también significa "gloria".

Con anterioridad, otros miles de personas, entre ellas el presidente ruso, Vladímir Putin, pasaron ayer por el Conservatorio de Moscú, cuya Sala Grande acogió el velatorio, para llevar flores al difunto genio de la música.

Por decisión de la familia, durante el velatorio no hubo discursos, y sólo una orquesta sinfónica tocó las piezas preferidas del violoncelista, mientras una fila humana pasaba por la sala y dejaba flores ante el féretro con el cuerpo de Rostropóvich.

Hace apenas un mes, el músico celebró su 80 aniversario con un concierto de gala, donde en su honor sonaron 100 violoncelos, y una cordial recepción en el Kremlin, aunque ya entonces apareció desmejorado, pálido y delgado.

Acababa de salir del Centro Oncológico de Moscú, al que volvería el pasado 12 de abril para una operación quirúrgica de urgencia, tras la que ya no consiguió recuperarse.

En el día del cumpleaños, Putin añadió la Orden al Mérito rusa a la larga lista de condecoraciones y premios de Rostropóvich, como los premios soviéticos Stalin y Lenin, la Legión de Honor francesa, Caballero del Imperio Británico, la encomienda de la Orden de Carlos III española y el Príncipe de Asturias de la Concordia de 1997.

La muerte de Rostropóvich, amigo de monarcas y estadistas, pero también valedor de la gente sin voz, provocó emotivas reacciones por todo el mundo, donde se ha recordado tanto su talento musical como su amor por la libertad, que le valió la expulsión de la URSS durante 16 largos años, hasta la "perestroika" de Mijaíl Gorbachov.

Bienvenido en cualquier rincón del mundo, Rostropóvich confesaba que, a pesar de todo, "no hay otro país que quiera más que a Rusia".

"No le tengo miedo a la muerte. Sé que ELLOS (otros grandes y los amigos que se han ido antes) me esperan ALLÍ. Y hasta sé que en una nube ya hay una botella con la que me esperan", había dicho el músico, conocido entendedor de la bebida nacional rusa, en una de sus últimas entrevistas.