"Es muy duro para mí aceptar que los embriones serán ahora destruidos", dijo en un comunicado Evans, que alegaba que la implantación de esos embriones congelados hace varios años era su única posibilidad de ser madre biológica, puesto que le habían sido extirpados los ovarios a causa de un cáncer.
Por su parte, su anterior pareja sentimental, Howard Johnston, que se niega a ser padre en esas condiciones, expresó su alivio por el fallo y consideró que "el sentido común ha prevalecido".
"Quiero ser capaz de elegir cuando y con quien quiero ser padre", añadió en una rueda de prensa tras conocer el veredicto.
En su comunicado, Evans pide a su ex pareja que "considere" si podría permitirla "alguna vez" tener los hijos que durante tanto tiempo ha añorado y que estuvo de acuerdo en consentir cuando esos embriones fueron creados.
El abogado de la mujer, Muiris Lyons, destacó que Evans estaba "amargamente decepcionada" y "enormemente deprimida" por la decisión judicial, ya que ésta era su última oportunidad de ser madre.
"Todo lo que estaba pidiendo era tener la oportunidad de utilizar sus embriones para traer sus propios hijos al mundo. Es una tragedia que la ley le impida conseguir ese objetivo simple. Su batalla legal ha terminado. Su amarga pérdida durará siempre", añadió.
El Tribunal Europeo, que ratificó así la sentencia de marzo del 2006 de otra instancia de la misma Corte, cree que la mujer puede ser madre mediante la adopción y afirma que la Justicia británica, que con anterioridad había rechazado las peticiones de Evans, ha actuado conforme al Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Los hechos se remontan al año 2000, cuando la pareja se sometió a un tratamiento de fertilidad durante el que le fue detectado el cáncer a Evans y, junto a su ex pareja, decidió, inseminar unos embriones que fueron congelados, antes de que le fueran extirpados los ovarios.
La relación sentimental terminó en 2002 y el hombre revocó su consentimiento a que los embriones fecundados fueran implantados en el útero de la mujer, por lo que la clínica advirtió a Evans de que debía destruir los embriones.
La mujer empezó una cadena de recursos jurídicos que no han tenido éxito en su país ni tampoco en el Tribunal de Estrasburgo, cuya decisión de hoy es definitiva.