Tras siete años de investigación, Claret ha recogido los frutos de este análisis en el libro "El atroz desmoche" (Editorial Crítica), en el que, según ha explicado a Efe en una entrevista, se recupera la memoria de "la feroz represión franquista, que sólo tenía un objetivo, que la universidad española retrocediera dos siglos, una situación que ni siquiera se dio en la Alemania nazi".

En la cúpula universitaria tres rectores fueron fusilados, los de Oviedo y Granada y un ex rector de la Universidad de Valencia.

"Al de Oviedo lo mataron por ser hijo de Leopoldo Alas, ´Clarín´", comenta Claret, profesor en la Universidad Pompeu Fabra.

El rector de Granada fue detenido en Salamanca junto a su esposa, una judía alemana de familia laica e ilustrada, y ambos fueron trasladados a la capital nazarí, donde él fue fusilado y ella pudo exiliarse a Suiza a instancias del compositor Manuel de Falla.

La investigación arrancó, relata el autor, con el encargo que recibió de la Universidad Pompeu Fabra en 1999 para erigir en el campus un monumento en memoria a los más de 120 profesores represaliados de la única universidad catalana de entonces, la Universidad de Barcelona, rebautizada durante el período republicano como Universidad Autónoma, pues "el gobierno de la República concedió la autonomía a la institución".

Esta autonomía, que sólo llegó a aplicarse en el caso de Barcelona, le permitió contratar a profesores externos de la valía científica del poeta y filólogo Carles Riba o el doctor Josep Trueta.

Por indicación de su maestro, el historiador Josep Fontana, Claret decidió ampliar su investigación a las otras once universidades existentes en la España de la época.

Claret no quería quedarse sólo con "la desgracia de las pérdidas humanas", sino que también quería hablar de "la herencia" que la represión dejó en la Universidad que hoy conocemos.

"Los catedráticos y profesores muertos o exiliados dejaron unas vacantes que se convirtieron en botín de guerra y permitieron ascender a profesores cuya única valía era ser adictos al régimen, lo que sometió la investigación española a criterios ideológicos", señala Claret.

El resultado es que "la universidad española actual vive la paradoja de no reivindicarse como heredera de la universidad republicana, hasta el punto de que en la exhaustiva memoria que la Universidad de Sevilla publicó con motivo de su 500 aniversario, el período de la Guerra Civil se pasa casi de soslayo", lamenta el historiador.

Claret justifica este "olvido" porque "la depuración de rectores y profesores permitió el ascenso de nuevos cuadros que tuvieron 40 años para perpetuarse en sus cátedras e incluso dejarlas en herencia a sus hijos, y de ese modo borrar la memoria de la Universidad republicana".

El atroz desmoche resultó fatal, añade Claret, en algunas áreas del Derecho o en disciplinas como la Fisiología, que quedó "totalmente descabezada", pues tuvieron que exiliarse los dos máximos fisiólogos, Juan Negrín y Augusto Pi y Sunyer.

En la actualidad, Claret negocia con el Ministerio de Educación la posibilidad de impulsar un proyecto similar al de la Universidad Max Planck de "Ciencia alemana en el exilio", "algo necesario para considerar española la actividad de los científicos españoles en el exilio".