Coqueta y provocadora. Carolee Schneemann saca su polvera ante la presencia de los fotógrafos y decide adornar su cabellera rubia con unos cuernos de plástico que desatan, como siempre, todo tipo de comentarios entre quienes la miran. ¿Y esto de los cuernos? ¿La han demonizado mucho a lo largo de su carrera?

Más que demonizada, me he sentido censurada, al igual que otros muchos artistas del llamado 'Accionismo vienés'. Pero sentirme ofendida me da más ánimos.

¿Por qué cree que levanta tanta polémica?

Es porque la gente no conoce la historia del arte. Los museos están llenos de sangre, de Cristos sacrificados y de naturalezas muertas con animales... Un ejemplo son las Pinturas Negras de Goya. Son cuadros que tratan el sentido real de la vida. También hay gente que piensa que mi obra es pornográfica, pero quienes dicen eso son precisamente los que no la han visto. Muchas veces la pornografía, la violencia, está en la imaginación de quien mira.

¿Que pretendía cuando se grabó haciendo el amor, en 'Fuses'?

Es que yo no sabía lo que iba a ser, porque hasta entonces sólo había representaciones pornográficas o médicas de la mujer; que no hacían referencia a una mujer viva. Fue en los años 60, cuando no se podían decir términos como lubricación, coño, estoy caliente...

¿Nunca ha sentido pudor?

Nunca me he sentido avergonzada, pero sí asustada. A veces he tenido miedo por la reacción de los espectadores, como en una ocasión en París. Estaba representando 'Meat joy' y un hombre salió del público e intentó estrangularme.

¿No es una provocadora?

No pretendo provocar, y me sorprendo cuando veo algunas reacciones. Desarrollo material útil para la sociedad; como 'Fuses', que podría ser bueno para los institutos. Considero que mi obra es inocente, aunque la siguen censurando, como ocurrió el mes pasado en Reikiavik.

¿Qué piensa ante la censura?

Me causa mucha sorpresa y rabia. Pienso... ¡otra obra más!

¿Tiene usted una conciencia rompedora?

Sí, y soy muy afortunada por ello.

¿Y cómo se consigue? ¿Cómo se puede liberar uno de los prejuicios de la sociedad?

En mi caso, la figura de mi padre fue básica. Era un médico rural y yo le acompañaba a los partos. Desde pequeña vi la realidad del cuerpo. Recuerdo la imagen de las piernas de las mujeres a través de la cerradura de la puerta y cómo mi padre decía cosas curiosas como "¿cuándo menstruó usted por última vez?"

¿Todo se lo debe a su padre?

Bueno, no todo ha sido por él. También he tenido la suerte de no sufrir abusos ni agresiones. De poder usar mi cuerpo contra los tabúes. Con mi cuerpo he tenido la posibilidad de romper la imagen masculina de la sexualidad.

¿Y vamos por buen camino?

Hay muchas evidencias del avance actual, como esta noticia -saca un recorte de 'The Guardian'- sobre la elaboración en España de signos viales con figuras femeninas. El cambio también se ve en que estamos aquí hablando, y en que me han invitado; algo imposible hace 50 años.

¿Qué hay de los hombres?

La generación actual está en un periodo de fluctuación, no sabe a qué atenerse. Y es de aquí de donde nace la violencia, porque los hombres se han dado cuenta de la nueva situación de la mujer.

En otros países se sigue practicando la ablación a las niñas. ¿Qué hemos hecho las mujeres?

La ablación, el chador, las violaciones, la agresión a lesbianas... A lo largo de la historia la sexualidad femenina ha sido obscena, en especial para la Iglesia. En la Edad Media, cuando acusaban a una mujer de ser una bruja miraban si tenía el clítoris muy desarrollado. Lo llamaban 'el pezón del diablo'.

¿La religión tiene la culpa de la discriminación de la mujer?

En parte sí, pero yo me sigo considerando religiosa. Y cuando entro a una iglesia bonita no puedo evitar ponerme a rezar.