Tres años después de su estreno, Extinción regresa al Teatro Circo de Murcia. Lo hace con el aval que le otorgan siete premios Azahar, y con su autor y director Luisma Soriano a la cabeza. Y es que el dramaturgo y docente murciano (es profesor en la ESAD) continúa inmerso en su lucha por recuperar la idea perdida de tragedia -propia del teatro griego- y su componente purificador y de catarsis, donde una historia se construye a partir de decisiones fundamentales que provocan concatenaciones de acontecimientos que sobrepasan la vida de los protagonistas y van más allá de sus descendientes. En este sentido, la obra «recupera el tiempo necesario para provocar las emociones extremas, sirviendo como metáfora de las posibles repercusiones de los actos que hoy cometemos», señalan sus responsables: La Cruda Compañía, JO! Producciones y Cía. Ferroviaria.

Dice que se ha perdido el sentido último de la tragedia. ¿A qué cree que se debe?

En concreto me refiero a la katharsis de las tragedias griegas; es decir, al efecto último que ejercía la tragedia en los espectadores. Ese tipo de sensaciones purificadoras que buscaban los primeros autores griegos hoy en día, si existe, está muy diluido. El sentimiento primordial que se pretendía suscitar es la piedad. Aristóteles señala que la piedad guarda una estrecha relación con la creencia de que uno es también vulnerable. Eso hace pensar en que se puede padecer un mal similar al que padece quien suscita piedad. Creo que esa conexión total con lo que ocurre en escena se ha perdido por la cantidad de estímulos diarios a los que está sometido el ser humano hoy en día. Hay demasiadas cosas a las que atender y dedicar un rato a contemplar algo sin pensar en uno mismo es difícil.

Pudiera parecer que la aceleración de los tiempos 'solo' nos afecta de una forma muy explícita en cuanto a rutinas cotidianas. En Extinción, uno de los temas que trata es que el cambio es mucho más profundo. ¿Qué más hemos perdido con esta aceleración de los tiempos?

Creo que hemos perdido bastante capacidad de atención. Para mí este es un asunto importante, pues lo más valioso que podemos dedicarle a algo o a alguien es nuestra atención. Una atención plena. En Extinción todo va orientado hacia una especie de 'apocalipsis' mientras los personajes, en realidad, van en busca de una génesis, una renovación, un nuevo principio; pero eso no puede suceder si no sucede antes un cambio, claro. Entonces hay personajes que se dejan arrastrar y simplemente buscan sobrevivir, y otros que van a contracorriente imponiendo su deseo frente a la desolación y la adversidad.

¿Qué se puede hacer al respecto?

La obra no ofrece respuestas. Eso sería muy pretencioso. Más bien plantea preguntas. Extinción en sí es una pregunta; una pregunta con muchas maneras de formularse que giran en torno a esta idea de prestarle atención a lo que viene en nuestra dirección y a lo que nosotros mismo lanzamos, y en como ambas cosas perdurarán de alguna manera en el mundo mucho más allá de nosotros.

Otro aspecto muy presente es la manera en que la toma de decisiones vitales desencadena acontecimientos que muchas veces nos sobrepasan biológicamente. Eso hacía que, en cierto modo, el hombre estuviese sujeto a una trayectoria: sabía de dónde venía y no le costaba demasiado suponer adónde iba. ¿Por qué ahora todo eso cuesta más?

No sé si en general cuesta más... Ahora existen muchas herramientas de todo tipo (psicológicas, tecnológicas, emocionales), que nos permiten conocernos más, o eso creemos..., pero cambiar la esencia primaria de lo que somos es muy complicado. Si yo siempre le grito a mi hijo cuando hace algo mal, aprenderá que ese es el modo normal de corregir y lo normal es que reproduzca ese modelo. Parar eso es lo que cuesta.

En su obra, la ciudad está muy lejos de ser la arcadia social (o algo así) para la que fue diseñada y el individuo se encuentra totalmente atomizado. Una cuarentena después, ¿cree que vamos más aún hacia eso que antes?

Ese es un tema que quema. Lo hemos hablado mucho en estos últimos ensayos: es evidente que hay una analogía con la realidad, pero no trata tanto de eso como del viaje interior de cada uno para descubrirse con crudeza en cómo es, solo que además a nuestra realidad se le añade una situación de crisis. Los protagonistas se van encontrando con gente aislada que intenta hacer las cosas a su manera porque la ciudad ya no ofrece los recursos que ofrecía. Y lo curioso es que en realidad todos se aíslan para preservar, no solo su vida, sino la vida de los que vendrán. Es como si dijeran: «Sí, el mundo se derrumba, pero no creo que eso afecte a mi futuro».

La versión que presenta este sábado en el Teatro Circo es más corta que la que presentó originalmente hace ahora tres años. ¿Cómo ha 'envejecido' Extinción?

Creo que no se trata tanto de envejecer como de entender cómo la transforma el tiempo. Fue escrita al poco de ser padre, y era una reflexión sobre qué traigo dentro, qué controlo de eso y qué ofrezco después. Cuando por fin se pudo poner en pie traía esa energía, pero durante el proceso murió mi madre y las palabras empezaron a transformarse en su significado, siendo las mismas. Miraba las escenas y no dejaba de ver la despedida de una madre. Entonces Extinción se pudo hacer completa: todo el texto sin quitar ni una coma; tenía una necesidad muy intensa de verlo todo... Después de un tiempo, cuando el Teatro Circo nos ofreció la posibilidad de repetirla, yo sentía que era el momento de condensar las cosas, de centrar más la mirada.

¿Qué ha recortado y por qué?

Se han quitado en realidad tres escenas completas. Eran fragmentos que mostraban la degradación del ser humano; no eran necesarias para la trama, pero reforzaban ideas. El resto de cosas recortadas son partes de los diálogos. Digamos que se han afilado, que se les ha insuflado otra energía, otro ritmo. Ahora que ha pasado el tiempo -y volviendo a la idea de cómo ha envejecido-, hay un poso más calmado sobre los estragos de las pérdidas y se ha equilibrado con la energía primera que la impulsó.

Decía que el impulso que le llevó a escribir Extinción fue el nacimiento de su hijo. Tres años después, ¿se sigue pareciendo ser padre al 'apocalipsis'?

[Ríe] A ver, Extinción nace de reflexiones al ser padre, pero no creo que ser padre te aboque a una extinción. Cuando eres un padre primerizo todo lo que ocurre es tremendísimo: lo malo lo tomas como el fin del mundo y lo bueno lo tomas como lo más especial y único. Lees toda clase de libros sobre crianza, rabietas..., quieres hacerlo bien. Y en esa idea de hacerlo bien te encuentras con reacciones inconscientes que no controlas (lo que decía antes de gritar, por ejemplo). Y entonces ahí entra la reflexión: ¿Qué no controlo de mí que estoy transmitiendo a este bebé que no tiene culpa de nada? ¿Y qué habrá de esto en él cuando sea mayor?

Con Extinción pretende, en cierto modo, combatir estas situaciones. Sin ánimo de sonar naif, ¿cuál cree que es el papel del arte, y del teatro en particular -si es que lo tiene-, en este recordatorio de quiénes éramos hace no tanto tiempo?

Pienso que el papel del arte, en concreto del teatro, es penetrar en la vida, no evadirse de ella, conectar con el espectador, comunicándole aspectos de realidades e ideas que éste desconocía o no había pensado. Ofrecer sentidos diversos, puntos de vista sobre acontecimientos. Y para ello hay mil modos expresivos dentro del Arte. Quizá hay ideas generales sobre los artistas que son demasiado románticas, pero detrás de los artistas hay siempre una gran épica, una lucha.