Hablamos de que un libro, una película o una obra de teatro han ´envejecido' bien cuando, a nivel narrativo -y a veces formal, aunque en menor medida- soportan el paso del tiempo sin demasiados achaques. Y esto no es nada fácil, ya que la sociedad española de los años noventa, por ejemplo, poco tiene que ver con la actual. Imagínese, pues, qué ocurriría si nos remontamos a finales del siglo XVI y principios del XVII. ¿Qué podemos tener en común con quienes habitaron estas mismas calles cientos de años atrás? Pues, lamentablemente -al menos, en este caso-, más de lo que pensamos... Así lo demuestra La viuda valenciana, un texto de Lope de Vega que versa sobre el deseo femenino y sus captores (los hombres) y que este viernes llega al Teatro Romea de Murcia de la mano de MIC Producciones y Borja Rodríguez, director y responsable de la adaptación.

Este viernes nos trae a Murcia una adaptación de un texto de Lope de Vega, pero no de un Lope de Vega cualquiera... El público que asista al Romea se va a encontrar con una obra que no es ni mucho menos de las más conocidas del poeta y dramaturgo madrileño, ¿no?

No es de las más conocidas, no..., ¡pero debería serlo! Porque, además, trata sobre un tema que es de rabiosa actualidad. En La viuda valenciana, Lope habla del deseo femenino como pertenencia única y exclusiva de la mujer, y sobre el canon que muchas de ellas tienen que pagar por el simple hecho de ser mujeres.

Además, Lope es Lope, un sello de calidad indiscutible, una garantía.

Por supuesto. Como es habitual, en este texto despliega un ramillete de personajes de lo más variopinto que, en este caso, insisto, tiene la capacidad de ser muy reconocible para la sociedad española actual, por lo que se deja adaptar muy bien. De hecho, Lope se debía al tiempo en el que vivía, pero nosotros también, así que, en el tercer acto, nos hemos tomado la licencia de reconstruir el final, reforzando la idea de que esta obra es verdaderamente un canto de libertad.

Entiendo entonces que no estamos ante una adaptación al uso, fiel con exactitud al texto original, sino ante una en la que, al menos en ese tercer acto, usted ofrece su particular (y actual) visión de La viuda valenciana.

Eso es. Es lo grande de estos clásicos, que apenas cambiando un par de piezas eres capaz de resignificar la función. Evidentemente, y aunque trate un tema muy actual, ellos [la sociedad española de finales del siglo XVI y principios del XVII] tenían su propio sistema moral, y nosotros el nuestro, pero con tan solo un par de retoques... Mira: te voy a hacer un spoiler: Lope los casa al final, nosotros no; ofrecemos al espectador un final alternativo con el que todo el texto cobra una dimensión actual bárbara.

¿Y por qué La viuda valenciana? ¿Cómo y cuándo se encuentra con este texto y le atrapa hasta el punto de querer llevarlo a escena?

Yo soy un enamorado del cine de Giuseppe Tornatore y, curiosamente, a la obra de Lope llegué a través de una película suya que es preciosa, Malèna (2000). Cuando leí La viuda valenciana descubrí un texto que era exactamente igual al del filme, y empecé a trazar conexiones entre el filme y la obra y vi que tenía ante mí una oportunidad grandísima de hablar de la cosificación de la mujer por el hecho de ser un animal hermoso. Por eso en este montaje también hay muchas referencias al cine italiano, así como a la poesía de José Hierro, que dedicó versos a Lope y a Marta de Nevares, su amante y a quien dedica esta función. Pero, como digo, era una obra que había que hacer sí o sí -porque, repito, en ella Lope nos habla directamente a las mujeres y a los hombre de hoy en día- y así lo entendieron también en MIC Producciones. Además, en este tiempo hemos tenido el apoyo de todos los festivales, la obra va encontrando acomodo en todas las programaciones de diferentes ciudades y, cuando salimos a escena, notamos que somos capaces de hablar desde el escenario al patio de butacas; esa, creo, es la mayor virtud de La viuda valenciana.

Dice que es un texto que puede interpelar directamente a los hombres y mujeres del siglo XXI. ¿Qué podemos aprender de este Lope de Vega o de su Leonarda?

Bueno, es que en la obra aparecen cuestiones tan de actualidad como el 'no es no', por ejemplo. Durante la hora y pico que dura la función el público asiste a situaciones perfectamente contemporáneas que, al verlas, inviten a la reflexión o, directamente, a comprender de una vez por todas que los temas de la mujer pertenecen a la mujer, no al hombre. Cuando una mujer pierde a su pareja -ya sea por su fallecimiento, como es el caso, o por decisión propia-, reinventar su vida no pasa necesariamente por volver a casarse o a complementarse obligatoriamente con otra persona, igual que ocurre con los hombres. No hay diferencia. No debería... Y sobre el deseo de la mujer se ha estado mandando desde siempre, y aunque todavía hay países en los que se comenten verdaderas atrocidades en este sentido, en España no estamos libres de pecado.

El lado bueno de esa sensación de actualidad -pese a que hablamos de una obra de finales del XVI- es que la lucha se ha mantenido pese al paso de los siglos; el malo, que parece que hemos avanzado muy poco...

Claro... Todavía nos queda mucho camino por recorrer en este sentido. Lamentablemente, esta cuestión no se sufre de la misma manera en Lavapiés que en Almendralejo o en Brazatortas, por ejemplo. Por educación, por tradición, por marco, por cultura..., no es lo mismo; el código moral no es compartido. Por eso, tenemos que poner los disparaderos hacia donde queremos ir. Por justicia, porque el mundo en el que vivimos sería mucho mejor así. Y el teatro -o la literatura, o el arte en general- siguen siendo un arma poderosa para orientar las lianas en la dirección adecuada; tienen ese poder de plantear ciertos temas. Y, encima, como decían los del barroco, si lo podemos hacer maravillando, divirtiendo, pues mucho mejor.

Eso es, porque si bien La viuda valenciana reflexiona sobre un tema muy serio, se trata de una comedia. ¿Considera que este tipo de mensajes -la defensa de la libertad e independencia de la mujer- entran mejor desde el humor?

Yo creo que sí. La comedia tiene ese punto de 'azúcar' con el que nos entra mejor la medicina. Pero no solo por eso. El humor apela directamente a la inteligencia, a buscar los giros de la obra para llegar a la conclusión o, incluso, a la pregunta. Así que creo que la comedia es el vehículo perfecto. Si hubiera sido un drama, seguramente jugaría otras bazas que, en mi opinión, harían que la función estuviese muerta casi desde el principio. Sin embargo, la comedia es pura vida.

Imagino que, precisamente por todo eso, el de Leonarda no es un papel sencillo. ¿Qué tal Amalia Hornero como protagonista?

Amalia es una mujer tremenda, una leona en escena. Es capaz de ofrecer diferentes colores dentro de un mismo personaje. Porque Leonarda tiene una serie de estrategias y estas no siempre salen bien..., y poder dar un tono distinto a cada uno de estos 'disparos' es algo realmente difícil. Además, estoy verdaderamente sorprendido con su trabajo tanto sobre el escenario como tras él. Es una compañera superempática que hace que todo el equipo se ponga a tono, y eso nos ha brindado ensayos tremendos, con todo el equipo superdispuesto gracias, en parte, a la luz y la generosidad de esta actriz, que ha sabido remar a favor y poner todo su talento al servicio de la obra. Igual que Alfredo Noval, que es quien le da la réplica: se han compenetrado muy bien, hasta el punto de que, por momento, sobre las tablas, han jugado como críos.

¿Y qué me puede contar sobre el apartado estético?

El referente estético lo tomamos de la España de posguerra, de la España del hambre; en concreto, del año 1941, con la prohibición de los carnvales y su celebración, de manera encubierta, durante las fiestas del invierno. En este contexto, junto al luto impuesto al país está el luto impuesto a Leonarda, y lo mismo que le pica al país, le pica a ella. Por lo demás, Valencia, la playa..., y el cine. Hemos trabajado mucho desde Malèna, pero también desde El ladrón de bicicletas (1948), Cinema Paradiso (1988), Las noches de Cabiria (1957)...

Para terminar, una reflexión: ¿Qué puede aportar el teatro en un momento como este?

El teatro aporta el espectáculo en vivo, y creo que después de este paso por el 'espanto on line', tenemos que apreciar mucho más la experiencia en directo; si no, no habremos aprendido absolutamente nada. El otro día estuve en un concierto por primera vez en meses y me lo pasé entero con la carne de gallina. La experiencia en vivo es esencial, porque lo contrario sería volver a la caverna de Platón: no vemos las cosas, sino tan solo su reflejo.