DePedro es el nombre artístico de Jairo Zavala, que ya ha adquirido un cierto prestigio internacional. A lo largo de su carrera, el madrileño ha montado sus propias bandas, ha tocado como guitarrista en extensas giras de grandes artistas, ha sido músico televisivo, ha estado en miles de Jam Sessions con músicos increíbles, y siempre, siempre, su imagen va unida a una guitarra.

Después de la exitosa gira Todo va a salir bien -más de cien conciertos-, siguió con la presentación de Érase una vez, disco del que Jairo habla como un «canto a la infancia». Un tour, este último, que se vio interrumpido por la pandemia y cuyo formato se adapta ahora a la nueva situación en la que nos encontramos . Aún así, atrás que a la idea habitual de 'concierto', para dar lugar a una creación escénica donde prima la interacción con la audiencia en un show en el que Jairo y los músicos de Depedro obtienen magia de diferentes instrumentos acústicos apoyados por artes visuales, con el fin de ofrecer un espectáculo para todo tipo de público, desde niños hasta adultos. En Érase una vez, el madrileño desarrolla su noción de pop con influjos del folclore latinoamericano y la colaboración de su amigo Joey Burns (Calexico). Lo muestra esta tarde (20.00 horas) en el Teatro Romea de Murcia.

Empezaste el año llenando tres días La Riviera. Quién iba a pensar que 2020 sería así...

Sí, la verdad es que era inimaginable. Dice la gente: « Te salvaste porque paraste la gira y luego, a nivel laboral, no has tenido lo que les ha pasado a muchos compañeros». Nosotros formamos parte de un gran equipo, somos un gremio que, igual que muchos otros, no nos podíamos imaginar que la ficción superara la realidad, como nos está pasando ahora mismo.

Érase una vez fue tu último álbum, un disco familiar.

Es un disco dedicado a la 'infancia'. En mi caso, creo que tengo un paréntesis entre los cero y los noventa y nueve años; hay mucha gente que no conseguimos madurar del todo nunca..., y menos mal. Me refiero a no perder la curiosidad y esa mirada un poco luminosa y hacia delante.

¿En qué andas ahora?

Este espectáculo es nuevo, y estoy muy emocionado, porque la semana pasada lo pudimos presentar en Castellón y funcionó increíble. Las familias trajeron a sus hijos, y no quiero decir que hagamos una cosa de calidad, porque eso lo tiene que decir el público, pero sí que creo que por lo menos hay una intención de presentar un espectáculo que no sea condescendiente. Aunque vengan niños, los niños no son idiotas. Se les puede dar algo profundo y no simple, que sí sencillo, y lo disfrutan igual. La semana pasada fue la prueba, y me muero de ganas de que lo veáis en Murcia.

¿Cómo te sientes al volver a los escenarios, después de un tiempo de no poder subirte?

Muy contento. No es para menos, y agradecido sobre todo por tener la oportunidad de ejercer nuestro trabajo y ver a mis compañeros otra vez, y de generar trabajo para mi gremio, porque hace mucha falta. Espero repartir un buen momento en Murcia.

¿Crees que este disco puede resultar reconfortante en estos momentos?

Yo creo que sí, porque habla de temas universales, de los más importantes, que al final son también los más cercanos y los que nos crean y construyen nuestra identidad como personitas. Hay momentos para lo lúdico, lo divertido, las bromas, y en este momento puede ser un espacio de evasión muy importante y muy necesario.

Se dice que el niño que fuimos sigue en nosotros; yo creo que es así. ¿Es muy inquieto, muy travieso, el niño dentro de Jairo?

Yo siempre lo he sido. Muy curioso, culo inquieto, y siempre intento estar aprendiendo cosas, porque siempre he pensado que dejar de aprender, dejar de emocionarte, es muy, muy aburrido.

¿Cómo has vivido estos tiempos recientes? ¿Has tenido algún momento de debilidad?

Por supuesto. Para mí ha sido durísimo, como para cualquier persona que tenga una cosa que late en el pecho. Ha sido devastador lo que les ha pasado a familiares, amigos..., a todo el planeta. Yo tengo conexiones en todos lados, y nosotros, en el barrio rico del mundo, tenemos el privilegio del confinamiento, pero hay algunos países donde no ha sido posible, y donde ha golpeado mucho más duro aunque no salga en las estadísticas.

¿Sentiste alguna emoción especial participando en la grabación de Los abrazos prohibidos de Vetusta Morla?

Muchísima. Me sentí muy bien; un poco tenso, porque lo grabamos al principio, en toda la explosión de ese apocalipsis que nos ha caído encima, pero que se ve ya en el horizonte su final (yo quiero pensar de esa manera). Fue muy emocionante y muy reconfortante hacerlo, sobre todo por dirigirte a los grandes héroes que están cada día partiéndose el alma por nosotros.

En tu plano, ¿cómo has visto la iniciativa Alerta roja? ¿Está todo perdido? ¿Tienes miedo por el futuro de la profesión?

Estoy muy preocupado. Y digo yo: si los españoles hacemos muy bien una cosa (copiar), vamos a copiar el modelo francés o alemán, y ya está. Es que no hay que inventar nada. ¿No somos europeos? Vamos a aprovecharnos de nuestra infraestructura. Pero la cultura se sigue viendo como algo no imprescindible. Y yo pregunto: ¿de qué te vas a llenar la vida, el alma? Es el rastro que deja nuestra historia. Lo único que recuerda la gente es lo que nos representa, que al final son las expresiones artísticas.

Lo cierto es que tú no paras. Además de tu actividad en solitario, has trabajado con cinco o seis grupos a la vez. ¿De dónde sacas toda esa energía?

Pregúntale a un fontanero qué hace para levantarse todas las mañanas, y qué hace desde las seis de la mañana a las ocho de la tarde que llega a su casa. Yo soy como cualquier trabajador.

Te sientes un currante.

Un obrero de la música, claro que sí.

¿Has tenido que renunciar a algo en la vida para hacer tanta música?

No lo sé, no me he hecho nunca esa pregunta... No tengo sensación de vacío, de no haber hecho algo que me ha brindado la vida. Me considero muy afortunado.

Has encontrado tiempo para colaborar con Geva Alon, Fetén Fetén€ Las colaboraciones parece que siempre te han gustado.

La música es un diálogo, y un diálogo se hace entre personas. Yo es que lo veo imprescindible para recorrer mi camino en la música; no lo entiendo de otra manera. Lo entiendo como un toma y daca en el que nos aportamos cosas, y nos hacen crecer a nivel musical y personal.

Una vez definiste tu música como «canción fronteriza apátrida». ¿Te parece adecuada ahora esa definición? ¿Añadirías algo?

Me gusta más lo de 'apátrida'. Me gusta más pensar que somos ciudadanos del mundo aunque suene naif, pero sé a ciencia cierta que las fronteras las han puesto los hombres, y las relaciones humanas están muy por encima de eso.

¿Sientes que ha cambiado mucho tu música? ¿Te montas planes o los ves venir?

¡Espero que mejoren, por favor! No lo sé, yo intento siempre hacer algo de vanguardia y me sale lo mismo, pero hago un esfuerzo descomunal para intentar escribir mejor -y de hecho estoy terminando el que va a ser nuestro siguiente disco-, y estoy muy contento con el resultado. Llevo cuatro años escribiendo; espero que por lo menos se note [Risas]. No tengo ningún método. La acumulación y el trabajo. Nada. Sólo echarle horas.

¿Y qué hay de esas canciones de las que dices que llevas años trabajando?

Espérate que las termine, y serás de los primeros en enterarte.

Ojalá. Por cierto, después de estos años de trayectoria como Depedro, ¿tienes la sensación de que ha costado que tu discurso se entienda y cale?

En mi caso creo que no puedo adoptar ningún discurso victimista, porque no he tenido más que amigos, apoyo, alentamiento y alegrías en este camino.

Estuviste viajando por Europa, también a América, hasta que en enero se paró todo. ¿Crees que se aprende mucho de viajar?

Desde luego. Es un espejo en el que ves tu realidad, y en ese espejo comparas, ves, disfrutas de lo mejor de cada sitio.

Tu penúltimo disco tenía un título que parecía diseñado para esta crisis: Todo va a salir bien. ¿Todo va a salir bien, Jairo?

Es que no queda otra.