«Hace años, hablaba con un crítico y en un momento de la charla me hizo de sopetón la pregunta: ´¿Para cuándo El amor brujo?´. Era 2014 y me acuerdo que entonces estaba representando Torobaka con el bailarín inglés de ascendencia bangladesí Akram Khan, especializado en danza contemporánea y kathak clásico. Ni mucho menos tenía yo pensamiento de hacer esa obra, y le respondí que me sentía más cerca de Stravinski que de Falla», afirmaba a El Cultural Israel Galván. Sin embargo, el bailaor sevillano llega mañana a Murcia, y lo hace con su particular versión del ballet de Manuel de Falla. Las vueltas que da la vida...

En concreto, Galván presentará sobre las tablas del Teatro Circo la pieza El amor brujo. Gitanería en un acto y dos cuadros (20.00 horas), una obra cuya idea es bailar al compositor gaditano mediante la música y la danza, sí, «pero sin la presión de contar la historia». Por ello, tal y como destaca el también coreógrafo, se trata de «bailarlo con la escritura pianística de Falla, sintiendo la vibración del martillo en la cuerda, zapateando el terror en medio de la brujería. Volviendo a una idea de ensayo primario. Quiero bailar el proceso de transición musical que hubo entre la versión de Pastora Imperio hasta Antonia Mercé La Argentina», apunta el artista en declaraciones recogidas por el Teatro Circo de Murcia.

«En definitiva, un El amor brujo más crudo, sin orquestación y sin cuerpos de baile, solo con la escenografía de un piano y una garganta. Así de sencillo se presenta este espectáculo cuya dirección y coreografía son del propio Galván, que ha contado con la asesoría musical de Pedro G. Romero y la música de Manuel de Falla y Alejandro Rojas-Marcos. Sobre el escenario, Eduarda de los Reyes acompañará al sevillano en el baile, mientras que el cante será cosa de David Lagos y el piano de Alejandro Rojas-Marcos.

El montaje dura casi 50 minutos porque al original ha añadido «descartes» del primer montaje, un espectáculo que estrenó en Jerez de la Frontera (Cádiz) y que ha bailado ya en varias ciudades francesas. En la primera parte, ataviado con una peluca rubia, falda y blusón negros y guantes rojos, Galván la hace con «mentalidad de mujer», como en el original, y en la segunda, la de los «descartes», con la de hombre: «Me gusta que mi cuerpo cambie, que se meta en él otra persona; es una transformación pero más mental que de maquillaje o travestismo». «Cuando soy mujer bailo más masculino y al revés. Es un disloque», señala.