En 2006, el murciano Zacarías Cerezo se echó al Camino (al de Santiago, por supuesto). Se calzó unas buenas botas, preparó el petate y guardó un par de blocs en la mochila. «Desde entonces, vengo pintando acuarelas basadas en los apuntes que me traje de aquel viaje», reconoce el de Guadalupe. Por eso no es de extrañar que, cuando Anaya decidió publicar un libro ilustrado sobre el peregrinaje compostelano de la mano del periodista e historiador Antón Pombo, la encargada del proyecto acabara dando con la obra de Cerezo.

6

La peregrinación interminable de Zacarías Cerezo

«Yo he ido publicando algunas cosas en redes, en 2010 hice una exposición en Murcia coincidiendo con el Año Santo y..., bueno, después de tantos años hay bastantes acuarelas mías del Camino circulando por ahí. Y, como querían publicar un libro de cara a 2021, que es Xacobeo de nuevo, contactaron conmigo», apunta el murciano, que en los últimos meses se ha dedicado a «completar» su colección de pinturas sobre el camino, ya en coordinación con Antón Pombo y Anaya.

«Entre los tres -el periodista, la diseñadora de la editorial y él- hicimos el guion de los lugares más relevantes, de aquellos que tenían que estar sí o sí, y los que no tenía ya, se hicieron», insiste Cerezo, que habla de una selección de unas 130 obras para este trabajo. El resultado es El Camino de Santiago. Acuarelas de viaje (Anaya Touring, 2020), un «testimonio personal» de dos enamorados de la «autopista jacobea» que arranca en Francia.

«Es una crónica; la de Antón escrita con palabras y la mía, con pinturas», aclara el murciano, que espera que su trabajo pueda «animar» a quienes todavía no conocen en primera persona esta ruta, mientras que, para aquellos que ya han disfrutado de las bondades del Camino, sirve como una forma de «revisar algunos aspectos que, a lo mejor, pasaron por alto. Porque yo he visto a muchos peregrinos -señala el artista- que están tan centrados en cumplir etapas que a veces pasan por alto algunos detalles y paisajes maravillosos».

De hecho, Cerezo reconoce que él no es un «peregrino modélico». «Para empezar, cuando voy -desde 2006, son varias las pequeñas incursiones que ha hecho en el Camino para documentarse o completar apuntes y bocetos- tengo que hacerlo solo. Porque yo no puedo resistir la tentación de sentarme delante de un puente a hacer una acuarela; o, incluso, de volver sobre mis pasos porque siento que hay algo que no he visto con el debido detenimiento. En mi caso, la pintura prima por encima del peregrinaje», reconoce Cerezo, un amante declarado de la naturaleza y la riqueza patrimonial que define el recorrido como «un gigantesco museo al aire libre».

«Es que te pones a pintar y a veces el problema es descartar temas porque continuamente te van surgiendo ideas, desde Roncesvalles hasta Santiago: cruceiros, ermitas, puentes medievales...», asegura. Aunque, por supuesto, Cerezo no se olvida de la parte «espiritual» del Camino. «Creo que es un símbolo de búsqueda; de esa en la que todos andamos inmersos desde que nacemos y hasta que dejamos de existir», apunta el acuarelista murciano, que admite que este trabajo le ha avivado el apetito por el peregrinaje. «Volveré, y volveré para hacer completo de nuevo. Pero siempre con mis cuadernos de apuntes porque, como decía, es un tema que prácticamente no tiene fin. Siempre hay cosas nuevas, lugares que cambian..., y la mirada del artista, que también evoluciona con el tiempo», subraya el murciano.