A base de «raptos» y una particular forma de llevar el duelo tras la muerte de su padre, Marisa López Soria (Albacete, 1956) ha dado recientemente a luz a su segundo poemario adulto, Muy señores míos (Difácil, 2020). Nada menos que veinticinco años ha tardado en decidirse la reina murciana de la literatura infantil y juvenil a continuar la senda que abrió en 1995 con En consideración, te escribo (Fundación Emma Egea). Pero es que, como apunta Raquel Lanseros en el prólogo que acompaña a estos versos, para ella la poesía no es algo «cotidiano», del día a día. De hecho, la hija de la añorada Josefina Soria solo se siente poeta «a ratos», cuando una inspiración repentina le aborda y siente el impulso de plasmar sobre el papel unos cuantos versos. «Entonces lo escribo, lo guardo y es al cabo de un tiempo cuando lo recupero y veo si tiene sentido», asegura. Por suerte para los que dudan de lo certero de su modestia, el momento ha llegado, y dado que ella no tiene prisa -«ni con la poesía ni con nada»-, es momento de disfrutar de este «recopilatorio de amores y desamores» que hoy debía presentarse en sociedad en Cartagena, pero que deberá disfrutarse en la intimidad por culpa del dichoso virus.

¿Cómo es eso de volver a la poesía después de tantos años? Aunque me da la sensación de que, pese a que lleva mucho tiempo sin publicar nada específicamente en verso (al menos para adultos), nunca se ha ido del todo...

Claro. Es que, además, aunque evidentemente llevaba mucho tiempo sin hacer poesía en sí, cuando escribo un texto corto o incluso con algún ilustrado, esas historias llegan a ser poéticas. No sé, me acuerdo de Payasa en el parque (A Buen Paso, 2018), por ejemplo. Pero, en general, todos mis textos están muy trabajados a nivel de lenguaje, muy condensados, muy pulidos..., y cada vez más. Es verdad que con la poesía propiamente dicha te estás expresando para un público más adulto y no tienes que explicar tanto (hay un conocimiento de la vida, de lo que has leído, de igual a igual), pero creo que en el fondo no me he separado tanto de ella como podría parecer... Diría que siempre estoy por ahí rondándola. Y desde luego soy lectora de poesía, muy curiosa además. No es algo de lo que me pueda desligar siendo mi madre [la poeta Josefina Soria] mi principal referencia.

Y, ¿por qué ahora? ¿Por qué ha dejado de «rondarla» para encararla sin reservas?

Bueno, volver a la poesía como genero es algo que, en este caso, viene asociado a la muerte de mi padre. El duelo lo empecé escribiendo versos, cositas que me pasaban y que tenían mucho de sentimental, claro. Pero bueno, luego todo eso lo tienes que trabajar mucho para que no sea una cosa privada, sino algo con lo que la gente se pueda sentir identificada. Esa sería la primera parte de Muy señores míos.

¿Y las siguientes? Porque el libro está dividido en tres partes claramente diferenciadas...

La parte central es, en cierto modo, una continuación de En consideración, te escribo, donde hablo de amores desafortunados. Por eso se llama Poemas reos, porque también hay una parte de culpabilidad en el que narra, en el que poetiza. Es una parte muy ligera, irónica, hablando de los amores con cierta distancia. Y luego, la tercera [ París, dedicada a su pareja desde hace 28 años, el fotógrafo Frédéric Volkringer] es el encuentro casual con el amor, algo como muy fortuito, casi un milagro, pero que, además de esa parte mágica, también implica voluntariedad, trabajo y tarea. En resumen, diría que Muy señores míos es un recopilatorio de amores y desamores. Como dice Juan Gelman, «lo amado, amado está», y nunca se puede desechar. Las relaciones son siempre un aprendizaje que te van guiando por el buen camino hasta encontrar esa perfección que nunca existe pero que, a veces, si tienes suerte, se le aproxima. Y yo, en ese sentido, he sido una afortunada.

Entonces, no hablamos de textos necesariamente recientes, ¿no?

¿Sabes lo que ocurre? Que como yo no escribo poesía como profesión, una solo es poeta a ratos. Esa inspiración repentina de tener cuatro versos para plasmar sobre el papel es extrañísima; a lo mejor te pasa un día cada mucho y te vienes corriendo de la calle a casa o te apartas de la multitud para escribir dos palabras en el ordenador o en la libreta que llevas en el bolsillo. Entonces, todos estos textos son producto de momentos, de inspiración puntual, de exaltación del amor y de recuerdos de desamores. La parte reciente en la que yo corroboro todo lo escrito. Porque, como te digo, todo eso luego hay que pulirlo, hay que trabajarlo mucho, y ahí sí que tardo muchísimo... Hasta el poema más sencillo está visto, revisto y repasado. Con la poesía hay que tener muchísimo cuidado siempre, y aún así, nunca te quedas del todo satisfecha, siempre te queda la duda de si... Pero, desde luego, una vez entregado, me quedo con que eso es lo mejor que yo puedo ofrecer en este momento.

Pero eso también es bueno, ¿no? Que te quede ese duda, no está 100% satisfecha; es lo que le lleva a uno a seguir buscando la manera de mejorar, de superarse como escritor. Aunque tengo la impresión de que en este caso las dudas también responden a un componente puramente emocional-personal, en el sentido de que, por los temas que aborda este poemario, hay una exposición que no es tal en sus anteriores trabajos.

Claro. Eso es terror escénico, pánico a la hora de enviarlo. Pero bueno, aunque no haya tenido todavía una presentación como tal y a pesar de todos los impedimentos, el libro, dentro de lo que cabe, se va moviendo. Se van haciendo cositas, las librerías ya empiezan a pedirlo y, de vez en cuanto, me llegan comentarios de gente que ya lo ha leído y que, la verdad, me serenan [Ríe].

Me decía el otro día que la presentación prevista para este martes tenía un sabor especial por varios motivos: porque es en la Biblioteca Josefina Soria, que lleva el nombre de su madre, y porque los versos que presenta están dedicados a su padre.

Y la del 25 de marzo que tuvimos que cancelar en el Gaya. Pero no pierdo la esperanza: cuando todo esto pase, quiero intentar presentarlo. Aunque la mayoría de la gente a mi alrededor ya lo tenga; eso es igual. Una presentación es una fiesta, y espero poder celebrarla en un espacio con gente, amplio y con presentadores de lujo: en Murcia tengo a Carmen Pujante y Ana Cárceles y, en Cartagena, a Antonio Marín Albalate y Anabel Úbeda. Además, como la primera parte del libro me cuesta mucho trabajo leerla, había pensado que podría quedar bonito que la leyera otro persona, así que le pedí el favor a una de las mujeres que iban al taller de lectura de mi madre: Margarita Pedreño. Yo me iba a quedar con los que son más sueltos, más irónicos.

Ya llegará, seguro. Por cierto, dice Raquel Lanseros en el prólogo de Muy señores míos que es «francamente difícil que los lectores no se sientan interpelados, cuando no directamente identificados». Pocas cosas mejores se pueden decir de una obra artística... ¿Qué cree que es lo que tiene este poemario para conectar de esa forma?

Pues no lo sé... Fíjate, es curioso: mis amigos, cuando me escriben después de leerlo, normalmente me hacen comentarios de la primera parte porque, a ciertas edades, casi todos hemos perdido a un padre, a una madre o a un familiar, y eso conecta. Sin embargo, de la parte del amor me hablan más los jovenes, y me llama mucho la atención. A lo mejor me dicen: «Oye, pues me puse a llorar leyendo tal poema» o «En este otro expresas exactamente lo que a mí me gustaría decir»..., en fin, cosas muy bonitas. Pero bueno, aquí también están claros los motivos: el que lo probó [el amor], lo sabe [Ríe].

Ella misma (Lanseros) se sorprende de que no haya publicado más poesía adulta en todo este tiempo. ¿Por qué? Me decía que el fallecimiento de su padre la llevó a volver, pero ¿qué es lo que la ha empujado a mostrarse, a publicar esos versos?

Es que hubo un momento en el que le había dado tantas vueltas a lo que tenía escrito que... [Ríe]. Mi padre murió en el 2008, ha pasado mucho, y estaba tan trabajado que pensé que igual podía tener algún valor. Pero eso me lo tenía que decir alguien que no me conociera demasiado, que no estuviera 'condicionado'. Así que decidí mandarlo fuera. Las [editoriales] grandes estaban saturadas, así que pensé en buscar un sello más modesto pero que tuviera buen material, que viera que habían editado buenos libros de poemas y que fuera una editorial que, además, editara bonito. Y me decidí por dos. Ambas me contestaron, pero una de ellas quería que cambiara cosas -incluso me propusieron darle la vuelta a uno de los textos y hacer prosa poética, alargar otros...-, y era algo que estaba tan mirado y remirado que, sencillamente, no me gustó su respuesta. Pero el otro me dijo que, si tenía paciencia (porque tenía un año duro por delante), me lo editaban, que les había gustado mucho. Mira, me dijo: «Me he quedado tan sorprendido que pensé que nunca iba a publicar algo así, pero me encanta» [Ríe]. De hecho, le dije que se lo pensara, pero lo tenía claro; y yo, ninguna prisa (ni en poesía ni en nada). Fue muy agradable dar un con un editor tan emocionado, la verdad. Además, no es un libro que pase de moda. Hay textos que se quedan en el tiempo y espero que Muy señores míos sea uno de ellos, que no sea un libro pasajero.

La reacción del editor le convenció de tirar hacia delante con su publicación, ¿no?.

En ese momento ya lo tenía más o menos claro. Es que debo decirte que, antes de mandarlo, ya tenía el visto bueno de Raquel Lanseros, que es una estupenda poeta a la que realmente no conozco tanto, pero con la que he conectado mucho desde que coincidimos por primera vez. También se lo mandé a Eloy [Sánchez Rosillo], que éste ya me tiene más controlada... Y con ambos diciéndome que «adelante» y con una editorial que no me conocía ni tenía ningún compromiso conmigo dispuesta a publicarme, lo tuve claro.

¿Se encuentra más a gusto escribiendo para un público infantil y juvenil?

Sí, totalmente. Es que esto implica exponerte. Siempre. Al final, la poesía, sea de vida o sea de lo que sea, es un reflejo de tu mirada, es plasmar en el papel lo más profundo de lo que tú piensas del amor, de los sentimientos o de cualquier otra cosa. Es una filosofía de vida y, estés denunciando o alabando, te estás exponiendo. Y en este caso, que se habla mucho de gente que me importa y de emociones profundas, sí que me daba vértigo y mucho pudor. Pero bueno, el escritor siempre es un gran fingidor y el lector nunca sabe si todo es auténtico o no... [Ríe].

Y, ahora, ¿vuelve a guardar su pluma de escribir poesía o con la acogida que está teniendo el libro lo mismo se animas a sacar más cositas del estilo?

Como te decía antes, nunca he llegado a abandonar del todo la poesía. Como esto son como 'raptos', hay días que el impulso y las ganas te llevan inevitablemente por ese camino. Entonces lo escribo, lo guardo y es al cabo de un tiempo cuando lo recupero y veo si tiene sentido. Pero bueno, te confieso que tengo por ahí algo ya hecho sobre recuerdos de infancia y mi magisterio con los niños. Puede ser que en algún momento le de salida... O no, la verdad; ahora mismo no tengo un interés especial en sacarlo. Yo, como escritoria, me dejo llevar por el mundo de la literatura infantil y juvenil, que es un campo que me da mucho placer y que no me complica con ese tipo de exposición. Ahí todo es un juego, todo es divertido, todo es entregar a los demás y que se lo pasen bien... Y como además es lo que me demandan las editoriales, yo feliz de seguir por ese camino.