Hubo un tiempo en el que a las historias de miedo no se les hacía retuit. Tampoco se compartían por historias de Instagram ni había youtubers que se grababan reaccionando a ellas en Twitch. Se contaban en los rincones más oscuros de la huerta durante las noches de verano, o junto a la lumbre en los fríos días de invierno. Pero, sobre todo, se narraban (y ese es el verbo adecuado) en torno a este 1 de noviembre, ya fuera en su víspera -la hoy llamada noche de Halloween- o durante las ánimas del día 2. Y había quien, incluso, como el molinense Paco López Mengual (1962), se colaba con nocturnidad y alevosía en el cementerio de su pueblo para ambientar los relatos con la fría mirada de los difuntos. Sin embargo, ya sea en directo o en streaming, o con la linterna o el móvil arrojando luces y sombras sobre la faz del locutor, la tradición se mantiene, al menos, en fechas como esta. Por eso, el prolífico escritor y mercero acaba de publicar Cuentos de miedo para jóvenes valientes (Alfaqueque, 2020), una colección de relatos truculentos -todos ellos basados en historias reales- que bien podría servir de guía para aquellos chavales intrépidos que busquen para hoy emociones fúnebres. Hablamos con su autor para conocer un poquito mejor estas historias.

¿Era usted, de niño, muy de historias de terror en torno a la Noche de Difuntos? ¿De contar historias con los amigos a la luz de una linterna y en los aledaños del cementerio del pueblo?

[Ríe] Sí. Como casi todo el mundo, ¿no? A mí siempre me han gustado mucho las historias en general, la verdad. Además, en Murcia hay una gran tradición de contar cuentos, relatos o episodios extraños en las noche de verano en la huerta, en invierno alrededor de la lumbre o de la mesa camilla..., y a mí, de niño, las que más me gustaban eran las de miedo. De hecho, en el libro recojo algunas de las historias que he ido escuchando yo a lo largo de mi vida y que, de alguna manera, siempre me han acompañado. No sé... La de San Pascual Bailón, por ejemplo, el santo que cuando daba tres golpes en tu puerta o en la ventana de tu cuarta te estaba avisando de que te quedaban tres días de vida. Yo pasé mi infancia acojonado por culpa de aquello [Risas]. En ese sentido, el libro está bastante enfocado a esos jovenes que se reúnen para contar historias truculentas, que se juntan para hacer una güija..., digamos que es una especie de 'guía' para noches como la de este sábado.

De hecho, a nivel puramente narrativo, Cuentos de miedo para jóvenes valientes pretende recrear en cierto modo ese sabor de la literatura oral, ¿no?

Sí. Aunque, en realidad, me he dado cuenta de que mucho de lo que hago tiene ese tono de literatura oral, de esa tradición mediterránea de contar historias; y no solo a este lado, sino también al otro: en Marrakech, el Magreb, en bares, plazas... Ya sabes: contar en primera personas una cosa que te ha contado que le pasó a un conocido... y darle ese toque de literatura oral, de aquella que se va transmitiendo de generación en generación por noches como esta.

Vamos, que es un libro para leer en alto y en compañía, ya sea por la víspera del Día de Difuntos o para los que celebran el tan moderno Halloween.

Sí. Además es que, ya te digo, en Murcia siempre ha habido tradición en torno a esta noche; no es algo nuevo. El día 1 de noviembre, en las casas, se hablaba mucho con los difuntos más recientes; se contaban historias del fallecido como con la intención de hacerle presente por medio del relato. También durante las ánimas (de la Noche de Todos los Santos al día 2): se decía que aquella madrugada los muertos regresan al hogar, por lo que se les ponían sábanas limpias en sus cuartos, se limpiaba a fondo la habitación e, incluso, alguno dejaba sobre la mesilla una copita de vino dulce por si el difunto quería convidarse. Y esto es algo que aún a día de hoy se sigue respetando en muchas casas, ¿eh? Y, por supuesto, hay quien a la mañana siguiente ven las camas un poco hundidas, mullidas, como si alguien hubiera reposado sobre ellas. Y para quienes celebran Halloween la noche del 31 de octubre te diré que en Murcia, hace 150 años, esa mismo día los niños tenían la costumbre de pedir 'la orillica del quijal'. Es curioso porque es muy parecido a lo que hacen los americanos desde hace no tanto tiempo: los críos huertanos iban por las barracas con una cesta pidiendo, efectivamente, 'la orillica del quijal', que era lo que se plantaba en los cornijales de los bancales, normalmente reservado a alguna delicatessen o fruto exótico: pipas, granadas, dátiles... En lugar del «truco o trato» decían: «Dame 'la orillica del quijal'; si no me la das, me meo en tu portal», y en vez de tirar huevos, eso hacían si no recibían su premio [Risas].

No dé ideas... Volvamos al libro: son unas quince historias, si no recuerdo mal, en las que hay de todo, ¿no? Asesinos, fantasmas...

¡Y muchas historias de cementerios! Ya sabes que uno de los grandes temores que tenemos todos es que nos entierren vivos. De hecho, en el siglo XVIII era tradición enterrar a los muertos con una anilla en el dedo y uno cordel que la unía a una campanillo colocada en el exterior de la tumba, de tal manera que, si alguno despertaba, pudiera decirle al mundo que seguía vivo. Aunque hubo algunos que tuvieron menos suerte... Seguro que has oído historias de difuntos que aparecieron bocabajo o con la caja arañada. Aunque también tenemos constancia de gente que ha logrado salir. Yo cuento la de una chica de 18 años de Buenos Aires que logró escapar de su tumba. También historias de ladrones de cadáveres, más corrientes de lo que pudiéramos imaginar: hace años, había estudiantes de Medicina que, para poder estudiar de manera más... 'práctica' contrataban a saqueadores para que les consiguieran un cuerpo reciente. Y, bueno: emparedados, güijas..., y, por supuesto, casas encantadas, y aquí tenemos que recurrir al fantasma más famoso de Murcia, que es el de Díaz Cassou. A menudo se le ve pasear por la cristalera que da a la calle Santa Teresa y, de hecho, cuando era sala de exposiciones, dos guardias jurados pidieron baja después de haberlo visto o sentido que les tocaba.

¿De dónde salen todas estas historias, Paco?

Como te decía, la mayoría estaban en mi cabeza desde hace años por noches como la del Día de Difuntos. Confieso que, cuando éramos críos, subíamos al cementerio del pueblo para contar historias de miedo. Había un hueco por el que nos colábamos y, cuando se nos acababan los relatos, volvíamos a casa verdaderamente acojonados [Ríe]. Pasar una noche allí impone... Y ahora hago rutas por el cementerio hablando de Molina y de su historia y, de vez en cuando, me vienen a la mente y cuento algunas de esas historias. Quizá de ahí venga lo de escribir este libro...

Por cierto, dice que las de Cuentos de miedo para jóvenes valientes son «historiales reales»... Acláreme este concepto.

[Ríe] Son historias que tienen toda su base de realidad, lo que pasa es que se han ido transmitiendo durante años de unos a otros y cada uno les ha ido metiendo cosas de cosecha propia... Pero hay algunas que, por escalofriantes que parezcan, son 100% reales. El caso de El Petiso Orejudo, por ejemplo: un niño que mataba a otros niños, un tempranísimo asesino en serie que murió en el penal de Ushuaia, donde se encerraba a los presos más peligrosos de Argentina. O uno más cercano; concretamente en un pueblecito en la frontera entre Murcia y Almería: el de unos bandidos que mataron a un niño para sacarle las entrañas e intentar curar con su sangre la tuberculosis a un rico. Un verdadero caso de 'sacamantecas' que acabó con la ejecución de algunos de los implicados. Y, bueno, también el de Romasanta, un hombre lobo gallego que mató a trece personas y cuya historia, por cierto, va a ser llevada al teatro próximamente con un texto mío.

Con lo extensa que es ya su bibliografía, uno hay veces que se pierde, pero... no recuerdo libros suyos en este tono. Me refiero al género de terror, por supuesto.

No; directamente de terror quizá sea el primero. Si tengo libros de leyendas y mitos, pero no de este estilo. Sin embargo, cuando voy a los colegios e institutos, me piden este tipo de historias, y a veces hasta me vuelvo con alguna nueva [Ríe].

Eso sí, el libro, como dice el título, es para «jóvenes valientes»; o sea, literatura juvenil, que ahí ya tiene algo más de callo.

Sí, ahí ya tengo algo de experiencia... El grafiti del Cid, Yo, don Juan Manuel... Pero también son textos que gustan a los mayores, ¿eh? Yo siempre digo que mis libros son para jovenes de todas las edades.

Por cierto, hablando del título, me decía hace unos días que ya hay gente que le está cambiando el nombre a Cuentos de miedo para jóvenes valientes...

[Ríe] Sí. La editorial, Alfaqueque, decidió poner en la portada un fotograma de El ladrón de cadáveres en el que aparece Boris Karloff portando un saco con lo que se supone que es un cadáver. Y cuando empecé a darle difusión al libro por redes, la gente empezó a referirse a él como 'El tío del saco', que aquí en Murcia es un personaje que también conocemos bien porque hay mucha tradición con el Tío Saín, que era un personaje que merodeaba por las siestas dispuesto a llevarse a algún niño. Tiene su gracia, la verdad; e incluso hay quien me ha visto parecido con Karloff...