Este 2020 está poniendo a prueba a prácticamente todos los actores de la industria cultural, y es curioso porque, habitualmente, las historias que cuentan son diferentes. Está el pintor al que le pilló la cuarentena sin óleos que exprimir; la banda que esperaba un master que nunca llegó, y el escritor que no pudo evitar caerse del calendario de lanzamientos de su editorial tras el efecto dominó causado por el coronavirus (con la paralización de todo tipo de actividades, desde la impresión hasta la venta). Y estos son, tan solo, unos ejemplos; tres de tantos. A la compañía murciana Doble K Teatro, la covid-19 le tiró por tierra todo lo agendado para más allá del primer trimestre del año, pero, además, le impidió estrenar una obra que estaba ya por salir del horno y que, desde marzo, sus responsables han tenido que hacer malabares para no dejar enfriar: Despedida de casada, un texto de Natalia Y. Rodríguez dirigido por Encarna Illán.

«Ha sido muy complicado, la verdad... -lamenta la directora-. Lo teníamos ya todo preparado para el estreno; con lo que, fíjate: desde marzo hasta ahora ha sido una pelea constante por mantener la obra viva. Porque, claro -explica Illán-, las actrices tienen mucho texto, y ya se habían aprendido sus líneas e interiorizado a sus personajes cuando hubo que interrumpirlo todo». Es como si te pasas semanas o meses estudiando un examen y, cuando llega el día, te dicen que se suspende hasta nuevo aviso; vamos, como le ha pasado a muchos opositores... «Por suerte -añade-, tenemos un material humano importantísimo y hemos conseguido mantener prendido el fuego de cara al estreno». Porque sí, Doble K ya tiene fecha para poner por fin en escena Despedida de casada, y apenas quedan unos pocos días: el jueves 22 de octubre en el Teatro Romea de Murcia.

Hablar del ser humano

«¡Imagínate el grado de excitación que tenemos!», señala Encarna Illán, que además de directora escénica es profesora de Interpretación en la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia. «Sé que suena a tópico, pero este proceso es como un parto, y éste se estaba alargando mucho más de lo que esperábamos...», insiste. Pero la 'criatura' está a punto de ver la luz, y si esto es así es gracias a un equipo artístico formado casi en su totalidad por mujeres: desde la dramaturga y las cuatro actrices que se subirán a las tablas (Rocío Bernal, Inmaculada Rufete, Eva Torres y Susi Espín), hasta el vestuario (María Aguirre) y la iluminación (Paula Alemán). «La nota masculina la ponen Jesús Ropero, al que hemos cuidado e integrado al máximo, y la producción, con Alfredo Zamora al frente de Doble K, pero es verdad que la fuerza femenina ha estado muy presente en el desarrollo de esta obra», señala, con sorna, Illán, quien narra una anécdota relacionada con el director de la compañía: «Él es el germen de Despedida de casada, el impulsor de todo esto, de este concepto. Alfredo fue el que nos dijo que quería un espectáculo 'sobre la mujer y desde la mujer'. Así que las chicas decíamos que era nuestro Charlie y nosotras sus ángeles», desvela entre risas.

Eso sí, llegados a este punto, la directora insiste en que la que llega el domingo al Romea no es una obra exclusiva para mujeres ni una «arenga feminista». «Esta historia se ha construido expresamente para estas cuatro mujeres (las ya citadas Rocío Bernal, Inmaculada Rufete, Eva Torres y Susi Espín), pero tanto la dramaturga como yo estábamos de acuerdo ya en las primeras reuniones que tuvimos para abordar este montaje en que lo que nos interesaba era hablar del ser humano y de la amistad. Principalmente porque creo que el simple hecho de estar presentes de este modo -apunta en relación a esa mayoría femenina dentro del equipo artístico- ya es una manera de visibilizar, ya es una reivindicación en sí misma dentro de un universo que, nos guste o no, sigue siendo patriarcal y machista por deformación», aclara. Eso sí, no por ello Despedida de casada pasa de puntillas por ciertos temas..., es más, los aborda de manera sutil, pero ni mucho menos tímida, gracias a sus cuatro protagonistas: «Una de ellas, por ejemplo, está cansada de que, por ser soltera y tener 42 años, la gente la mire con pena; porque hay personas que todavía consideran que, como no cumple con el canon establecido, ha fracasado socialmente. Luego hay otra que sí que quiere tener hijos, pero no puede. En fin, creo que reflejan cuatro tipos muy determinados de mujeres, pero que encuadran y engloban a muchas, por lo que es fácil que nos sintamos identificadas con alguna», asegura.

Y es que Despedida de casada centra el foco en Soledad (Bernal), una mujer que apenas un año antes de los acontecimientos de la obra había jurado amor eterno al que desde entonces de convirtió en su marido. Pero ahora su hombre se ha ido, su mundo se ha venido abajo y lo único que ha quedado tras la tormenta es una cita para firmar su divorcio. «Ella cree que su vida se ha desmoronado y que no quedan pilares sobre los que reconstruirla, pero ahí aparecen sus tres amigas de siempre para salvarla. Así que, aunque la obra parte del drama personal, creo que envía un mensaje esperanzador; al menos ese es el sabor que queremos que se lleve el público», reconoce Illán, que sentencia: «Uno puede vencerlo todo si tiene un amigo al lado. Puede sonar un poco cursi, un poco hakuna matata, pero es así».

Historia de un fracaso

Así, el papel de los personajes interpretados por Rufete, Torres y Espín no es otro que levantar el ánimo de su alicaída amiga. «Jimena, Santi y Matilde, que lo único que pretenden es que Soledad recupere la alegría de vivir, dejarán sus caóticas y rutinarias vidas, para pasar veinticuatro horas juntas en las que nada de lo que tienen previsto saldrá bien, pero harán lo imposible para calmar el desasosiego que llega cuando lo has perdido todo», señala la dramaturga, Natalia Y. Rodríguez, en el dossier de la obra; detalle que, por supuesto, abre la ventada a «altas dosis de humor». «Pero es la historia de un fracaso, y eso no lo queremos olvidar -interrumpe la directora-. Lo que pasa es que reírnos de la tristeza está bien, puede ser hasta terapéutico. Pero esa parte más dura del texto está subrayada en el montaje: hay una persona que lo está pasando muy mal porque esperaba que las cosas salieran de otro modo, y no la tratamos como una mera anécdota que de pie a la trama. Y precisamente eso creo que es lo que va a hacer que el publico conecte mucho con este trabajo», vaticina. Además, cuenta con un equipo interpretativo más que capacitado para enganchar al espectador de la pechera y no soltarlo hasta que caiga de nuevo el telón. «Mira, ni siquiera voy a comentar su calidad artística -la de Rocío Bernal, Inmaculada Rufete, Eva Torres y Susi Espín-, porque es indiscutible; ni sé ya cuántos Premios Azahar tienen entre todas... Pero sí te diré que tan importante y grande como sus dotes sobre el escenario es su calidad humana. Se han entregado al proyecto, han generado un clima familiar en el que ha sido un verdadero placer trabajar y desprenden amor por el teatro. Además, son cuatro grandes amigas», apunta Encarna Illán. Porque sí, la amistad, de nuevo, es la gran protagonista de esta obra.