Los títulos de crédito de La maldición de Valburga son toda una declaración de principios, por lo que deberían avisar a todos los presentes de por dónde van a ir los tiros. Unas cuchillas salpican de sangre la pantalla cada vez que se activan. De hecho, hay un crédito particularmente significativo: 'Maquillaje, prótesis y sangre'. No les digo más.

La maldición de Valburga nos cuenta la historia de dos rateros de poca monta que deciden explotar un viejo castillo abandonado con cierta conexión con Drácula para timar a los turistas. Y en efecto, el primer día se presenta la galería más improbable de visitantes a recorrer tan insólito lugar: unos satanistas suecos en busca de una reliquia demoníaca, unos cazadores de vampiros, un productor de cine porno ruso con dos estrellas del medio y dos turistas alemanes que, sencillamente, se pasan toda la película bebiendo cerveza.

Como prodrán imaginar, tomarse mínimamente en serio La maldición de Valburga es tontería, aunque, eso sí, hay que tener estómago para digerir su humor y, sobre todo, su sangre. Durante la visita al castillo en cuestión los turistas irán cayendo uno detrás de otro de las formas más sangrientas e intolerables que uno pueda imaginar. Obviamente el nivel sanguinolento del conjunto irá en aumento conforme avance el metraje de la película.

Tomar Gorkic, director de Lamaldición de Valburga, asegura ser un fan de La cosa, Terminator y Alien, y aunque su película no se parezca en nada a esos tres títulos, el filme que se presenta en el Sombra sí que destila un amor enfermizo por el cine de terror.

La maldición de Valburga es una película para los muy adeptos al género. No es de fácil digestión, pero una vez que se entra en el juego puede resultar realmente divertida. Solo con los turistas alemanes bebiendo latas de cerveza de medio litro viendo desfilar cadáveres vale la pena intentarlo con una película con tan pocas pretensiones como prejuicios.