En la Sala Alta del Real Casino de Murcia se escucha piar a los pájaros. El olor de las flores es embriagador, y el aire que entra en tus pulmones al respirar es tan puro que casi te hace olvidar que llevas puesta la mascarilla. Bueno, eso y que el canto de las aves, al igual que el característico perfume de la flora, es producto de una ensoñación. Pues esa es quizá la gran virtud de Manuel Pérez (Murcia, 1976): su capacidad para transportarte a otros lugares, a espacios dominados por la naturaleza y el color en los que el hombre y sus tensiones del día a día no son más que meros y puntuales espectadores.

Con su última exposición, inaugurada el jueves en el espacio ya citado, Pérez sirve a los murcianos la posibilidad de darse un paseo por un pequeño Jardín botánico en plena calle Trapería. «Me acuerdo de los Kew Gardens, de Londres y del Viera y Clavijo, de Las Palmas. Son lugares que he disfrutado especialmente, que conozco y he fotografiado muchísimo, y sí, la idea era un poco trasladar eso que a mí me despiertan estos sitios; esa sensación que te atrapa cuando te metes en un parque, en una selva en miniatura llena de vida. Creo que cuando uno sale de un sitio así lo hace con una visión muy positiva, con energía renovada», asegura el creador.

Y lo cierto es que es casi imposible no dejarse llevar por el optimismo en esta (y sus anteriores) muestra, principalmente por su alegre y desprejuiciado uso del color. «Las flores, las plantas, los frutos... El color verde, los amarillos... Todo está ahí metido», señala el artista cuando se le pregunta por su enérgica y muy personal postura cromática, que le sirve para distanciarse por completo del realismo y acercarse (o, más bien, dejar atrás) el impresionismo más luminoso que tanto le ha inspirado. «La naturaleza es como una gran paleta de color», sentencia a este respecto.

Jardín botánico, que se puede visitar en el Real Casino hasta el 18 de octubre, es, por cierto, una suerte de retrospectiva, un repaso a su todavía corta pero intensa trayectoria. «Me apetecía mucho mirar atrás. Soy joven, pero ya no tanto (tengo 44 años), y hacer una exposición así es, en cierto modo, hacer un repaso de tu vida», apunta Manuel Pérez, para quien su propia existencia y su profesión (artista) son la misma cosa, «no hay fronteras». «[La pintura] es lo que da sentido a mi vida», insiste. Solo así se entiende el proceso mental que ha atravesado el murciano a la hora de seleccionar las piezas que 'colgaría' en la Sala Alta: «Me he dado cuenta de que con los años he ido profundizando en mi arte. Es como que he ido destripando las claves de aquello que estaba haciendo», y que no es otra cosa que desarrollar «un lenguaje y una manera muy personal de ver y afrontar la vida», señala Pérez haciendo suyas las palabras de un buen amigo suyo («Pues a mí, como autor, me cuesta un poco tomar perspectiva sobre mi trabajo»).

Así, en Jardín botánico podemos encontrar obra vieja de Manuel Pérez; obra inédita que, según sus propias palabras, no ha tenido «la oportunidad de exponer todavía por sus dimensiones» (en la Sala Alta destacan por encima del resto dos obras de siete por cuatro metros), y obra nueva, reciente, porque a él la naturaleza le sigue sorprendiendo e inspirando. «La belleza es como la comida, nunca te cansas de ella; es el alimento del alma. Además, diría que con la edad uno aprende a valorar todavía más nuestro entorno natural; de hecho, yo creo que eso es precisamente lo que justifica nuestra existencia: el poder disfrutar de lo que nos rodea, que, al fin y al cabo, no es otra cosa que disfrutar de uno mismo», asegura. Por ello, para el murciano, «poder compartir tu vida y tus vivencias [su arte] sigue siendo un gozo».