Algo hay de Misery (Rob Reiner, 1990) en Amigo (Óscar Martín, 2019), y es que como bien apunta la cita de Cervantes en el cartel de la película española, «quien bien te quiere te hará llorar».

Actuando con sus propios nombres, los protagonistas (guionistas junto con el director) escenifican una premisa inicial que rezuma entrega y bondad. Javi ha tenido un accidente y David le acoge en su casa a fin de cuidarle y ayudarle en su recuperación. No tardarán en surgir fricciones y conflictos que nos recuerdan otra frases populares (la visita, como el muerto, a los tres días huele mal; visita cada día la semana hastía) de manera que esa devoción inicial, encomiable, no tardará en transformarse en la insoportable convivencia que hemos visto en la mencionada adaptación de la novela homónima de Stephen King o en ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane?, Robert Aldrich, 1962), otra crónica de la confrontación doméstica que destroza la armonía inicial con furibunda ansia por dañar a quien inicialmente se tenía vocación de cuidar.

Todo lo que en Intocable (Intouchables, Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011) era algodón de azúcar, aquí se torna progresivamente hiel, de forma que esa campanilla repetida fractalmente en el cartel de Amigo resulta ser en el filme que nos ocupa la espiral que, por reiteración y hastío, provoca el vértigo que aboca al abismo, a la locura, y todo ello inmerso en una atmósfera progresivamente inquietante que hará al espectador removerse incómodo en la butaca mientras reflexiona preguntándose qué haría por su mejor amigo