José María Balcells Doménech (Barcelona, 1943) acaba de publicar un interesante libro titulado Miguel Hernández y los poetas hispanoamericanos y otros estudios hernandistas, que ha editado la Fundación Cultural Miguel Hernández en Orihuela, al cuidado la edición de Aitor L. Larrabide, en su veterana colección Biblioteca Hernandiana. Balcells es uno de los más activos representantes de la generación de estudiosos que, desde los años setenta, han dedicado sus desvelos al análisis y a la investigación de la obra del poeta de Orihuela. Son muchos los trabajos dedicados por este veterano estudioso al poeta, tal como se constata en las páginas finales de esta edición, que reúne, en sus más de trescientas páginas, diecinueve capítulos con sugerentes revelaciones sobre la obra de Miguel.

Recopila aquí Balcells una serie de estudios publicados en lugares muy diversos, y que han sido revisados o ampliados para este volumen, junto a cinco estudios totalmente inéditos. Son los grandes poetas modernistas, que todos los españoles leyeron en los años veinte y treinta del siglo pasado, los que abren este universo de análisis, comenzando por el gran Rubén Darío, pero también deteniéndose en otros menos conocidos, como Amado Nervo o Julio Herrera y Reissig, cuya presencia en Hernández se revela no como imitación, sino como reflejo de un espíritu de modernidad que el joven poeta oriolano asumía en su formación autodidacta desde la adolescencia.

Más adelante fueron poetas como Nicolás Guillén, Octavio Paz, César Vallejo, Raúl González Tuñón y, sobre todo, Pablo Neruda los que fueron formando el espíritu siempre original de Hernández, que asumía, como bien demuestra Balcells, formas de crear más que elementos constitutivos de su obra. Porque esa es siempre la cuestión, cuando nos hallamos ante una propuesta así: la presencia más o menos evidente de tan singulares y poderosos maestros no merma en absoluto el mundo propio y personal de Miguel Hernández, que sigue su original curso y su evolución rápida y muy fructífera, en los pocos años que constituyó su vida como poeta activo.

Recordemos que su primer libro, Perito en lunas, se publica en Murcia, en 1933; y se puede asegurar que el poeta, que moría en marzo de 1942, a partir del año anterior ya no escribió prácticamente nada acosado por la enfermedad y la cárcel. Hablamos pues de un poeta que desarrolló su singular obra en tan solo diez años o poco más.

Hay en este libro de Balcells estudios que abren nuevos caminos en la investigación sobre el poeta oriolano. Y uno de ellos es aquel que analiza la presencia de Unamuno en Hernández y en Sijé, sobre todo en el gran Ramón Sijé, siempre presente en el centro de la historia hernandiana. Un comentario profundo y sabio de la célebre Elegía dedicada por Miguel a Ramón, tras su muerte, revela perfiles y detalles insólitos que nos permiten entender muchas referencias de tan magnífica composición funeral, una de las más recordadas de toda la historia de la literatura española. Así la curiosa promesa que se hicieron los dos amigos, tan jóvenes, de desenterrar al que muriera primero de los dos, que Hernández incorpora a la elegía como uno de los argumentos, anhelos o ansiedades axiales en el poema. La disconformidad con el destino, y el deseo de regresar al amigo serán básicos en el contenido del poema.

Aunque Balcells revela otros secretos o hallazgos como la recurrencia a espacios autobiográficos que se combina con las consideraciones metafísicas sobre la vida, la muerte y el más allá. Demuestra así la condición excepcional de tan singular poema.

Otros estudios referidos a influencias de Miguel en escritores recientes completan este excelente libro, buena muestra de la dedicación hernandista de Balcells, como muy bien destaca el responsable de la edición, Aitor L. Larrabide, en el prólogo que precede a la obra. Lo cierto es que este volumen, que se une a otros anteriores dados a conocer por Balcells en las últimas cuatro décadas, demuestra no solo la dedicación del estudioso sino su perspicacia a la hora de hallar nuevos objetivos con los que descubrir perspectivas inéditas del poeta, cuyos versos siguen, en su inmortalidad, mostrando la fuerza vital de un creador excepcional.

Y buena prueba de ello son los capítulos que en este libro se refieren a la presencia del mundo chino o del mundo árabe en algunas de sus más conocidas composiciones, como el juvenil poema El limón o la no menos célebre Casida del sediento del Cancionero y romancero de ausencias. Solo una larga dedicación a los estudios hernandianos capacita tan fructíferamente al estudioso para alcanzar metas tan iluminadoras sobre la maravillosa poesía de Miguel Hernández como las que este libro contiene y prodiga.