Dice Pedro Aranda (Cartagena, 1979) que entró en esto del noir por amor. Bueno, por «desamor». Para quitarse de encima una historia de la que no salía muy bien parado... El resultado de esa escaramuza es El ruido que nos separa (Libros Indie, 2019), una novela negra atípica -no busquen aquí 'bogarts' y femmes fatales- que ya hay quien coloca en la órbita de filmes como Mystic River, Pulp Fiction o el universo de David Lynch; o, lo que es lo mismo, un viaje delirante y poco amigo de convencionalismos que podría resultar tremendamente esperanzador para los amantes del género si no fuera porque, confiesa, ya está pensando en cambiar de rumbo...

Por lo pronto, y dado que este libro supone su debut, las jornadas de literatura policíaca y de misterio Cartagena Negra lo han seleccionado como finalista del Premio Icue Negro; aunque eso de «jugar en casa» no le gusta un pelo...

P La novela negra está de moda. ¿Qué cree que tiene el noir que engancha tanto a los lectores?

R Partamos de eso que siempre hemos escuchado de que cuando uno lee descubre universos nuevos y llega a meterse dentro de la piel del protagonista. Y ahora pensemos en el imaginario del género negro, ya sabe, en Humphrey Bogart rebuscando entre carpetas desordenadas dentro de su archivador las notas del último caso que está investigando sobre una señora de apellido holandés larguísimo (y femme fatal que pretende seducirle sin ella saber que Bogart, pobrecito mío, ya se había enamorado al instante nada más verla entrar por la puerta) mientras suena Miles Davis de fondo y se mete entre pecho y espalda un vaso de whisky bien cargado. ¿Qué encontramos ahí, dentro de ese despacho lleno de humo? Una mujer preciosa, un tipo sin grandes preocupaciones laborales, alcohol, tabaco y una pasta gansa que se va a llevar solo por espiar al marido de esa señora a la que le dirá que le está siendo infiel a ver si así él también pilla algo. ¿No se parece eso demasiado a algo que todos desearíamos para nosotros? Si es cierto que como lector podemos llegar a sentir lo mismo que el protagonista, yo quiero sentir exactamente lo mismo y en la misma cantidad que Humphrey Bogart.

P ¿Y usted, cómo llegó a este género? ¿Era aficionado antes que escritor?

R Llegué por amor. Acababa de dejarlo con una chica y me puse a escribir un libro utilizando nombres en clave, tanto para ella como para mí, y coloqué a los dos personajes en ciudades y situaciones ridículamente parecidas a las que vivimos nosotros, y en las que el protagonista daba una versión de los hechos para justificar su comportamiento. Mi error fue que dividí el libro en dos partes, y en la segunda traté de ponerme en los zapatos del personaje femenino y de ver las cosas tal y como las vería ella. Y cuando empecé a contemplar la posibilidad de que tal vez ella tuviera razón, decidí abandonar el libro por otro. Luego puedo decir que mi incursión en el género negro surge por amor. O, más bien, por desamor.

P ¿Un autor o libro que le haya marcado, que le hiciera seguir este camino literario?

R Mi pasión por la lectura me pilló tarde. Piense que antes solo leíamos los libros que nos obligaban a comprar en el colegio y que, curiosamente, siempre los había escrito algún profesor. Así que cuando pasé de leer por obligación a hacerlo por diversión, fui encontrando libros realmente adictivos. Le podría decir muchos autores, pero si me acorrala contra una pared y me pellizca el brazo hasta que le diga el primer nombre que se me venga a la cabeza, le diría Ray Loriga.

P En la actualidad, ¿qué está tramando? ¿Anda todavía centrado en la presentación y difusión de su primer trabajo (ahora le preguntaré) o tiene algún proyecto en el horno?

R Sigo inmerso en la promoción. Piense que he tardado 40 años en escribir mi primera novela. Tengo tiempo más que suficiente para escribir la segunda, la cual, supongo que me pillará ya con pañales. De todos modos, también le digo que ningún soldado se mete en el campo de batalla llevando un solo rifle a la espalda.

P Se lo preguntaba porque hay muchos escritores que se han tirado al teclado aprovechando estos meses de cuarentena. ¿Es también su caso?

R Yo me he dedicado más bien a revisar textos antiguos, mejorarlos y mandarlos a concursos de relatos. Lógicamente, no he ganado ninguno, pero me he quedado segundo en varios. Me da rabia porque estaba especialmente ilusionado con haber ganado uno, que el premio era un lote de productos manchegos.

P Hablando del confinamiento y, por extensión, del covid-19 (el gran villano de este año), ¿da este 2020 para una novela negra o más bien inspiraría un libro de terror?

R Yo pienso en el coronavirus en términos distintos. ¿Ha escuchado usted la noticia del baby boom de elefantes en tiempos de pandemia a los pies del Kilimanjaro? Creo que El ruido que nos separa está lleno de este tipo de contraposiciones. Hasta los boxeadores bailan canciones de amor. No todo va a ser ir pegando a gente encima de un ring...

P Volvamos a centrar el foco: Cartagena Negra. ¿Qué espera de estas jornadas?

R Yo creo que haré como cuando ibas a la universidad y te metías en una clase que no era la tuya (normalmente porque allí estaba la chica que te gustaba) y cuando te preguntaban qué hacías allí, decías que ibas «de oyente». Era algo extraño. Si decías eso, te dejaban estar en clase, pero no tenías derecho ni a hablar ni a participar si el profesor preguntaba algo. Así que iré de oyente y trataré de hablar lo menos posible y escuchar a los que realmente saben.

P Como cartagenero, supongo que es un evento importante para usted, ¿no? Juega en casa...

R Ese es un comentario incómodamente bueno y en el que huelo la trampa. ¿Jugar en casa, en un certamen literario, significa ser el favorito? Porque los mismos argumentos que alguien puede esgrimir a favor, yo los puedo utilizar en contra cambiando únicamente el verbo. Además, piense que yo me he criado futbolísticamente en un ambiente continuo de Maracanazos donde el Real Madrid perdía todas las finales de Copa del Rey que jugaba en casa. Piense también que por el hecho de ser de Cartagena alguien puede quitar cierta credibilidad a mi nominación. Por eso, cada vez que digo que estoy nominado en el certamen de novela negra de Cartagena y me preguntan de dónde soy y contesto que de Cartagena, me siento bajo sospecha, como ese preso que anda mirando a todos lados en el rato del recreo en la cárcel y vigilando que nadie se le acerque con un cuchillo de fabricación casera.

P Será protagonista de la mesa redonda 'Debutantes' junto a otros tres escritores noveles (al menos, en el género). No obstante, cada vez son más los autores que suman a este 'movimiento'. ¿Qué opina de este boom? ¿Es peligroso (por saturación) o esperanzador (mirando al futuro)?

R Piense que la única manera de tener una carrera larga se basa en dos pilares: primero, escribir buenos libros; seguno, que la gente sepa que has escrito buenos libros. En un mundo ideal, la proporción debería ser 90-10%, pero la realidad es justamente al revés. Y es por eso que hay cada libro por ahí de gente conocida por todos que, cuando los lees, te caes del caballo... Por favor, que nadie piense que estoy hablando de Marwan o de Mikel Izal. Ahora vámonos al mundo ideal, el del 90-10. El problema radica en que no hay tantos libros buenos en la calle. Evidentemente, el mío no lo es ni por mucho, pero para la gente que sí ha escrito buenos libros y que no sale en los medios, este tipo de actividades le supone una manera de promoción que de otra forma no hubiera tenido. Es como cuando a Riquelme le preguntaron una vez por el mejor jugador que había visto, esperando que dijera Maradona, y contestó que era un chaval de su barrio. Yo tengo la sensación de que los mejores libros escritos por alguien no están ni siquiera encuadernados.

P Bueno, ahora sí: háblenos de El ruido que nos separa, su primer trabajo.

R Últimamente la han comparado con películas como Mystic River, Pulp Fiction e incluso con David Lynch. No quiero sonar engreído (por un momento ha sonado a Loquillo, ¿verdad?), pero esas personas que hacían esas comparaciones no lo hacían respecto a la calidad de la obra en sí, sino por las atmósferas decadentes y tristes de los personajes, como que ninguno llega a encontrar realmente la felicidad ¡Pero es que la vida no es divertida! Y el libro es una sucesión de historias que orbitan en torno a un combate de boxeo, cuando en realidad, al lector, lo que le interesa no es tanto saber quién gana el combate dentro del ring, sino fuera de él, en el combate que cada uno de los personajes libra contra sí mismo.

P He leído por ahí que el libro se dedica a «desmontar clichés». ¿Le motivaba no dejarse llevar por estructuras arquetípicas?

R ¡Santo Dios! Qué pregunta más complicada, lingüísticamente hablando. Digamos que me cansé de escuchar a las personas que van por ahí matando gente, que luego, cuando los interrogan, dicen que lo hicieron porque oían voces. Y entonces partí de la siguiente premisa: ¿Por qué la gente que oye voces, esas voces son siempre malas? Quiero decir, ¿por qué no escuchan, aunque sea de vez en cuando, una vocecilla angelical, como de monaguillo con acné, que le diga que haga algo bueno como dar dinero en la puerta de la iglesia?

P Entiendo que ha aterrizado en el género con la intención de quedarse, ¿no?, de seguir escribiendo.

R No esté tan seguro de eso. Hay gente que me pide que escriba un spin off de un personaje en concreto, y en realidad tengo en mente un guion 100% novela negra, y hay veces que me apetece mucho empezar a escribirlo, pero también hay veces que me pasa como a esos músicos que abandonan sus bandas y quieren hacer una carrera en solitario y con otro estilo (salvo Manolo García, claro), con la diferencia de que yo estoy ya pensando en cambiar de género cuando solo he grabado un disco.

P Por último: ¿Nos recomienda una novela con la que enamorarse del género?

R Knockemstiff, de Donald Ray Pollock. Pero, en este caso, utilizaría cualquier otra palabra que encuentre en el diccionario menos, precisamente, 'enamorarse'.