El Mirador de Bahía, en Mazarrón, acoge mañana una nueva entrega del ciclo Amor y felicidad, que contará con la presencia de Rafael Santandreu, psicólogo y autor de libros como Ser feliz en Alaska y El arte de no amargarse la vida. Santandreu (Barcelona, 1969) charló con LA OPINIÓN sobre sentimientos, ecología y coronavirus, y confesó que llega a la Región un día antes de su charla para conocer los parajes que la comunidad esconde.

Participa usted en el ciclo Amor y felicidad

Voy a hablar bastante de lo que es el amor, pero no el amor sentimental, sino el amor a la vida y a los demás, en general. Creo que este tipo de amor es mucho más importante que el amor sentimental. El amor a la vida y a los demás es la única cualidad valiosa, la más importante, para la felicidad. Hay otras tres cualidades personales que la sociedad afirma que son muy importantes para la felicidad.

¿Cuáles son?

Son la belleza física, la inteligencia y la eficacia. A estas tres cualidades yo las llamo 'cualidades trampa', porque nos intentan convencer de que dan la felicidad, y no. Son anécdotas, es como saber hacer juegos malabares: está bien, no te digo que esté mal, pero no te otorga la felicidad. Si una persona tiene un gran amor a la vida y a los demás, va a ser feliz seguro. ¡Y es lo único que cuenta! Lo más importante que hemos de cultivar.

¿Y el amor romántico?

El amor romántico está sobrevalorado. Nos dice nuestra sociedad que se necesita tener pareja para ser feliz, y eso es algo erróneo. Mira, parejas que a largo plazo estén bien, solo hay un 10%. El 90% de las parejas no están bien.

¿Aunque sigan juntas?

Sí, claro. Mira, el 50% de las parejas en estos momentos lo dejan antes de diez años. Hay otro 20%-25% que lo quisiera dejar, pero no lo deja por cuestiones técnicas, económicas, por el qué dirán... y luego hay un porcentaje que está 'ni fu ni fa'. Pero bien, feliz, solo hay un 10%. Pero nos lo venden como si fuera al revés, como si el 90% de las parejas estuviesen encantadas.

Pero, ¿de dónde saca usted estos porcentajes?

Esta estadística la puedes encontrar nada menos que en el INE, el Instituto Nacional de Estadística. El número de separaciones y divorcios están recogidos.

Pero ahí no está la estadística de la gente que sigue junta y no se separa, pese a estar mal...

Eso es una estimación que hago con mi experiencia profesional. Pero, piensa, ¿cuánta gente conoces que se separaría, pero no lo hace por una cuestión económica, por los hijos o por el qué dirán? Es un buen porcentaje, ¿verdad? Es verdad que no tengo un dato oficial, es una impresión. Por lo tanto, el amor sentimental está sobrevalorado, en mi opinión. Esto no significa que sea malo.

Claro, claro...

Esto no significa que no sea posible ser feliz en pareja, por supuesto que sí; pero, si no la tienes, o si te divorcias, no es un fracaso. Gente viene a mi despacho porque se separa y se siente muy culpable y fracasado: yo les digo que al revés, que hay que celebrar haber estado diez años maravillosos con alguien.

¿Cree usted en el amor para toda la vida?

Para la mayor parte de la gente, no. Es un hecho. Antes, las relaciones de pareja sí que duraban toda la vida, pero eran parejas artificiales, donde el hombre poseía a la mujer, en una situación de desigualdad muy grande. Ahora que las parejas viven voluntariamente y en igualdad, quizás se ve que una pareja para toda la vida no es lo más natural. Quizás sea más natural dos, tres parejas...

Por otro lado, dice usted en la presentación de su último libro que todas las neuras que nos amargan la vida son el resultado de una mentalización errónea. ¿Puede explicar un poquito esto?

Esto se basa en algo que ya dijo el filósofo Epicteto en el siglo I. Dijo: «No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede». Si alguien te dice algo desagradable y te sienta mal, no es por lo que te ha dicho: es porque tú te dices que es intolerable. La depresión, la ansiedad, incluso el estrés, son producto de un diálogo interno. La prueba es que otras personas no tienen este diálogo y no sufren estos problemas. Cuando se suceden las adversidades, a veces 'terribilizamos', una palabra que uso yo. La 'terribilitis' es la enfermedad del siglo XXI, es la madre de la depresión y la ansiedad, la tendencia a decirte que cualquier adversidad es el fin del mundo, la guerra nuclear. Cuando caemos en 'terribilitis', tenemos un mundo emocional muy complicado. Las personas más fuertes y felices piensan que, aunque les despidan o les deje su esposa, pueden hacer cosas valiosas.

Ahora, con la pandemia de coronavirus

Claro, sí, sí, sí. Fíjate que hay muchas personas que han tenido o tienen dificultades para poner en perspectiva lo que sucede: cuando estás neurótico, las cosas o son geniales o son terroríficas. Lo cierto es que esta adversidad que tenemos ahora, comparada con, por ejemplo, las que tuvieron nuestros abuelos, que vivieron la Guerra Civil, es una adversidad muy pequeña, mínima. Antes había adversidades mucho peores, duraban muchos años, arrasaban con todo... El coronavirus es una adversidad mínima si lo comparas con la época reciente de las guerras europeas, por ejemplo. Podemos considerarnos afortunados. Y, encima, estamos haciendo algo en común para minimizarlo, y eso es un trabajo hermoso. Nos protegemos, hemos decidido entre todos seguir medidas de control. Estamos teniendo una acción coordinada muy hermosa. Todos estamos renunciando a cosas para combatir este problema.

¿Cree entonces que el coronavirus nos va a hacer sentir mejores personas o más unidos?

Para mucha gente, sí. Mucha gente va a aprender lecciones de cooperación y de ecología, sobre todo. Puede ser que el pensamiento ecologista adquiera mucha fortaleza a partir de ahora, porque hay relación entre el problema del coronavirus y la depredación del planeta. Está demostrado que estos virus modernos, en última instancia, son debidos a una sobreexplotación del planeta. Al parecer, estos virus proceden de animales que ocupan espacios remotos que nosotros no explotábamos de la naturaleza; a medida que sobreexplotemos la naturaleza, aparecerán enfermedades que eran recónditas, que estaban escondidas. Esto puede incrementar la conciencia ecológica, que es importantísima. De hecho la ecología debería ser, con mucha diferencia, la agenda principal de todos los gobiernos del mundo. Quizás haya una oportunidad para que la gente obligue a los gobiernos a poner el acento en esto... El principal problema ecológico del planeta es la superpoblación humana. Haría falta un cambio de conciencia. Yo no creo que se vaya a producir, no soy optimista: yo creo que el ser humano acabará con el planeta. Pero es algo que no me preocupa en absoluto. Todo lo que empieza es normal que acabe y no pasa nada. Sería mejor que no, pero no somos tan importantes dentro del universo.

¿Es usted religioso, cree en Dios o en los dioses?

Soy espiritual. Me gustan mucho las religiones, he estudiado casi todas, tengo amigos sacerdotes de un montón de religiones, porque me interesan mucho, pero yo, personalmente, me definiría más como espiritual. Porque creo que el ser humano tiene una dimensión espiritual en su mente, en su cerebro, y, si está ahí, es por algo. Creo que es una dimensión que es bueno cultivar y potenciar.

Un libro suyo se llamaba El arte de no amargarse la vida

Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas, decía que la clave es no quejarse y valorar tus posibilidades, lo que te rodea. No quejarse nunca por nada y estar atento a valorar tus oportunidades. Eso sería como un resumen muy grande, porque, lo que hacemos, es lo contario.

¿Y qué hacemos con estas personas que están todo el día quejándose y proyectan su amargura a los que tienen alrededor?

Bueno, hay cuatro herramientas que son muy buenas para emplear con esas personas: el amor, el humor, decirles que sí como a los locos y dejarles solos. Dejarles solos un rato, hasta que se les pase. También hay que entender que la neurosis es algo que no desaparecerá nunca, que es propio del ser humano. Tenemos que admitirla. No pasa nada, tampoco asustarse por ello. Además, si tú estás muy bien amueblado mentalmente, no te afecta.