Pasa en todos los aspectos de la vida: unos colocan el foco y otros aparecen bajo el foco. Paco Leal (Murcia, 1957) lleva 40 años siendo de los primeros. Se diría, incluso, que ha acabado haciendo un arte de ello: pocos nombres generan un consenso tan respetuoso en el mundo de la dirección técnica de teatro. Ahora que arranca el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro (del que es director técnico y en el que es homenajeado por su dilatada y exitosa trayectoria), el murciano reflexiona sobre sus inicios, su paso por el Centro Dramático Nacional y aquella «vuelta a los orígenes» que supuso «levantar» el Teatro Circo de Murcia junto a César Oliva.

¿Cómo se hace alguien director

Pues vas empezando en distintos oficios y vas caminando y encontrándote con nuevos trabajos. Yo empecé en el Teatro Matadero en Murcia y luego con la compañía Julián Romea. Fuimos al Teatro de Bellas Artes de Madrid a hacer una función y, cuando acabamos, me ofrecieron quedarme allí de electricista. Yo dije que no, porque yo era funcionario de la Seguridad Social y esto lo hacía por hobby. Me dijeron que, si algún día quería dedicarme a esto, que contaban conmigo. Me volví a Murcia y a los seis meses les pregunté que si me seguían queriendo contratar. Me dijeron que sí. Al momento empecé de electricista en el Teatro de Bellas Artes, luego fui jefe de electricidad, luego director técnico y luego José Tamayo, que era el director, me ofreció la dirección técnica del Teatro Nuevo Apolo de Madrid, que se iba a reformar. A los pocos años me ofrecieron la dirección técnica del Centro Dramático Nacional y lo acepté. Así he ido haciéndolo.

¿Cuál era antes de todo eso su relación con el teatro?

Jamás se me había ocurrido dedicarme a esto, yo no había entrado en mi vida a un teatro. Tuve una novia que estudiaba Arte Dramático en Murcia, me fue arrastrando a ver ensayos y me fueron liando entre unos y otros. Al final me he dedicado al teatro de manera accidental. Me planteé dejarme la Seguridad Social, pedí una excedencia y en excedencia estoy todavía, cuarenta años después. Ha sido todo afortunada y maravillosamente accidental.

¿Cómo eran por dentro aquellos teatros de los 80?

Muy diferentes a los actuales. Los medios eran muy precarios. El teatro ha evolucionado de la mano de la tecnología. Los focos y la iluminación que hacíamos eran casi artesanales. Ahora está todo computerizado.

En 1989 llegó al Centro Dramático Nacional.

Creo que fue el punto álgido de mi carrera, el trabajo que lo cambió todo. Estar allí me abrió muchas puertas. En el 95 me volví a Murcia porque iba a nacer mi primera hija y yo quería una calidad de vida. Además, soy un enamorado de mi tierra, y pensé que Murcia era el lugar adecuado para vivir. Me podía permitir el lujo de estar trabajando fuera de Madrid. Viajando mucho, eso sí, pero me merecía la pena. Al poco empecé a trabajar en el Festival de Teatro de Almagro.

Cuando se anunció que en esta edición se le homenajearía, se llegó a decir: «Paco es Almagro».

[Ríe]. Bueno, al final vas a un sitio tantos años [la de este año es su vigesimosexta edición como director técnico] que acabas siendo parte del mobiliario urbano. Los vecinos están acostumbrados a verme en bicicleta para arriba y para abajo... soy uno más estos meses.

¿Cómo está el ambiente en este festival, en el verano del coronavirus

Está viniendo gente. Te diría que hay una normalidad con mascarilla. Se toman muchas precauciones, pero creo que nos estamos acostumbrando. Estamos entrando en una dinámica de normalidad. Parece mentira que nos adaptemos tan pronto a las cosas. Este año ha habido un esfuerzo político importante porque había que hacerlo, es una apuesta por la cultura muy necesaria. Es importante mantener un festival histórico como este; y como el de Mérida, que también se va a hacer.

¿Cómo mejora un director técnico el resultado final de una obra?

En obras que no son tuyas, tienes que cuidar toda la parte estética. Ofrecer un montaje limpio, cuidar todos los detalles, que el público se sienta cómodo, que vean bien la obra...cuidar esas cosas que a veces no se ven, pero se sienten.

¿Está valorada su profesión?

Yo me considero muy valorado, soy bastante respetado y considerado, pero creo que no es la tónica de la profesión. Algunos hemos tenido la suerte de estar muchos años, pero no es fácil encontrar tu sitio y que la gente tome en serio lo que dices y haces.

Desde 2011 compagina la dirección técnica de Almagro con la del Teatro Circo de Murcia.

Empecé con César Oliva, y esto era una forma de volver al principio. Respeto y quiero mucho a César y empezamos aquello desde mucho antes de que llegaran los albañiles. Convertimos un patio de butacas en un teatro, allí estábamos haciendo dibujos entre palomas y ratas. El escenario no existía, es el edificio que había detrás, y los vestíbulos son el edificio que había delante. Al final lo hicimos posible: un teatro grande con muchísimas posibilidades. El Circo tiene una diversidad y un volumen de espectáculos muy grande, abarca muchas cosas y mucho público. Es un gran complemento a otros espacios, no digo que sea todo, pero es un sitio muy importante. Por su forma de trabajar, creo que está marcando tendencia y camino fuera de Murcia. Las compañías que vienen luego lo comentan y ponen en valor lo que hacemos. Se está cogiendo un puesto a nivel nacional muy importante.

Dicen que el sector de los espectáculos en directo será el último en recuperarse de la crisis del coronavirus

No sabría decirte, aunque se suele decir que el teatro siempre está en crisis. Yo llevo oyendo eso desde que empecé, pero, afortunadamente, no lo he vivido como tal. Creo que el teatro está sano y fuerte. Se ha visto durante el confinamiento: los actores, directores y demás gente del teatro han estado colaborando y han hecho de su confinamiento una obra de teatro. El amor por esto se lleva en la sangre, piensa que hablamos de gente que es muy feliz por hacer lo que hace. Eso a la larga acaba pudiendo con cualquier crisis.