Dice Manuel Moyano que su último libro -Cuadernos de tierra (Menoscuarto)- es «todo lo contrario a un confinamiento». No le falta razón. El escritor cordobés, afincado desde hace décadas en Molina de Segura, donde presentó su último trabajo el pasado jueves, recopila una serie de excursiones a pie por el sureste peninsular -reflexiones, anécdotas, personajes en el camino- y le añade trazas de investigación criminal. No es para menos: en su periplo, Moyano se topó con un mojón en la sierra de Albacete que relataba un fusilamiento y con los rastros de un asesino en serie y de un nazi que se escondió durante 30 años en un valle de Alicante.

P Se suele decir de usted que, aunque hay una coherencia interna en tu obra, cada libro es diferente al anterior. ¿Cómo nace Cuadernos de tierra?

R El libro nace de la necesidad de salir a andar sin un rumbo y sin una fecha determinada de regreso. Lo que llaman los ingleses wanderlust. De hecho, al principio no hay un proyecto de libro. Solo cuando hago un par de escapadas, una remontando el río Segura, que llegué hasta Socovos, y otra remontando el río Mula. Ya en la tercera empiezo a hacerlo con la idea de escribir un libro. Un libro que reflexiona sobre el hecho de caminar, que luego se fue haciendo más complejo.

P ¿Qué ha encontrado en esos caminos?

R Yo he sido excursionista de joven, siempre en grupo, y la particularidad de estas excursiones era primero hacerlas en solitario y segundo hacerlo de esa manera, digamos, no planeada del todo. Esa sensación empezar a andar y adonde llegues cuando te canses, duermes donde pilles y sigues al día siguiente. Hay una imagen que no llego a utilizar en el libro pero que me gusta para explicarlo. Cuando tú vas haciendo una travesía larga, ves una montaña muy a lo lejos y al final del día esa montaña está lejos, pero atrás. Impresiona lo que uno llega a recorrer andando. La mezcla entre el agotamiento y los placeres que de vez en cuando se obtienen, como comer, llega a ser algo que engancha.

P ¿Supo desde el primer momento que ahí había un libro?

R Las notas ya son diferentes en la tercera excursión. Ya estoy pensando que eso se va a transformar en un texto. En las dos primeras excursiones, las notas eran un poco inconexas, me llevó bastante trabajo darle forma literaria. En las siguientes ya estoy pensando en eso al tomarlas. Va cogiendo estructura. Hubo dos personas clave: Paco López Mengual, que empezó a darme la idea de no relatar esas excursiones de forma aislada sino formando un todo, una novela. Y luego, como en la primera excursión me encontré con el caso de un asesino en serie por Socovos, mi amigo Jesús Montoya que estaba muy atraído por esa historia. Me insistió en que investigara.

En las excursiones me topé con tres hechos sorprendentes. Uno fue un asesino en serie, otro fue un mojón perdido en un Collado de la sierra de Albacete que relataba un fusilamiento fuera de la ley, tres personas que fueron acribilladas, y luego encontré el rastro de un nazi que había estado 30 años escondido en un valle de Alicante. En todo ese proceso investigué. Volví a los sitios en coche e indagué y llegué al final. Eso lo imbriqué con las excursiones.

P ¿Cuándo se sabe que un proyecto así ha terminado? ¿Por qué no un viaje más o uno menos?

R Antes que de escribir, me cansé de caminar, de esas caminatas tan salvajes. Son todas por aquí por el sureste, la mayoría en verano, y han pasado de media unos diez años. No sé si ahora me apetece dormir en las cunetas o una casa en ruinas. Sentí que el libro había quedado cerrado.

P ¿Ha resignificado la pandemia el libro?

R Este es precisamente un libro que va de lo contrario del confinamiento. Durante dos meses no se podía salir de casa ni del municipio.

Esto es lo que uno podía añorar: coger las botas y la mochila y empezar a echar millas hasta donde te dé el cuerpo.

P Ha escrito bastante sobre viajes en zonas muy dadas a la literatura, como en Travesía americana, y escribe ahora sobre el sureste español, una zona que se suele considerar poco literaturizable. ¿Hay algo de reivindicación?

R En parte sí. Todo es literaturizable. Es algo que al final ponemos nosotros, yo ya lo he hecho en el pasado con Dietario mágico, sobre un curandero en la Región de Murcia, por ejemplo. Hay reivindicación y más que de la zona, que también, del hecho de que lo interesante o fascinante se puede encontrar en cualquier lugar. Es verdad que existe ese tópico de que todo lo que no sea Nueva York no merece la pena, pero ahí tienes el ejemplo del asesino en serie. No hace falta irse a la América profunda.

P Una de las características de su escritura es un sentido del humor tirando a lo socarrón. ¿Cree que ese es un camino por el que todavía le queda mucho por transitar a la literatura española?

R Sí. Aunque hay excepciones, la solemnidad impide en la literatura española acercarse al humor y a la comedia y a lo fantástico. Hay una sensación de seriedad, de cosas que no se pueden tocar. Esto lo decía Vargas Llosa de Bryce Echenique, que hasta que leyó La vida exagerada de Martín Romaña, pensaba que el humor estaba prohibido en literatura. El humor exagerado tampoco me gusta. Creo que es mejor pequeñas dosis.

España está dominada por el realismo y la solemnidad. Todo lo que se salga de eso siempre cuesta que se abra paso. Al final, uno escribe lo que le sale. Yo puedo intentar imitar a Javier Marías, que es lo que vende, pero…uno escribe lo que le sale. Si está en boga bien. Si no, qué le vamos a hacer…

P Dice que uno cuando escribe intenta emular lo que le ha gustado leer, ¿qué senda trataba de seguir con este libro?

R Una referencia evidente es Cela, con el Viaje a la Alcarria, pero hay más. Salvando las distancias, también pensé en Kerouac. Era la idea: una cosa a medio camino entre Viaje a la Alcarria y On the road. Luego tiene una parte de investigación criminal que igual tiene influencia de Cercas.

P ¿Diría que ha llegado a ese equilibrio?

No sé si he llegado a ese equilibrio, no es ni una cosa ni otra, y eso es lo que único quiere. Hay que llegar a ese punto que se supone que es el estilo propio. Me costó conjuntar la parte de camino y de viaje con la investigación de sucesos, pero creo que al final ha quedado equilibrado.

P Alguien que ha escrito más de 20 libros, ¿ha sentido alguna vez que uno podía ser el último, que la fuente estaba ya seca?

R Por supuesto, pero no se seca la fuente. Se secan las ganas. Para escribir hay que tener un estímulo interno, y lo que a veces con la edad no es que no se te ocurran ideas, pero se te puede quitar las ganas de escribir en algún momento.

Yo ahora mismo estoy en un momento bueno escribiendo, pero he pasado muchas crisis. He sentido las fuentes secas, las fuentes de estímulos. He sentido que no me apetecía. Escribir, si lo haces sin ganas, es una cosa artificial. Aislarte de la vida y sentarte a inventarte algo no tiene sentido si no hay una entrega… y eso en algún momento dado puede no convencerte.