Me arrojan imágenes desde las redes sociales de ciudades vacías, tranquilas como un charco de agua limpia. Son postales de otro tiempo. Uno tiene la sensación de estar observando un libro de fotografías viejas en donde el turismo vestía de frac y el Martini se tomaba con vistas al mar poderoso de Amalfi, y no en un salón de confinamiento. A veces me descubro con aspecto melancólico, buscando fotografías de mis viajes, en los que siempre es verano, siempre el cielo es azul y siempre hay un sol reluciente, y encuentro un Partenón sereno, un tiempo en el que la propia belleza residía en ser libres.

De entre todas las ciudades que hoy despiertan libres de turistas es Venecia la más necesitada de silencio. Es un espejismo, claro. Sus canales mecen amarradas las góndolas. Los palacios se mantienen entre humedades. Nunca habíamos podido ver el verdadero color de sus fachadas. Una Venecia sin gente es una ciudad rabiosamente bella y perturbadora. Una extensión de la herida que nos compromete en la ventana de esta pandemia sumisa.

Pienso en Gustav von Aschenbach, aquel escritor alemán que paseaba por Venecia, a principios de siglo XX, y que encontró una ciudad vacía y desolada. Hermosa como nunca antes la había visto nadie. Los caminos de agua se habían vaciado y reflejaban las cúpulas de San Marcos. Paseaba por sus callejuelas sin encontrar rastros humanos. El poder de la ausencia hacía de Venecia una atracción poderosa. Al volver al hotel, Tadzio, un adolescente polaco, lo estaría esperando, en una confusión entre la inocencia y el amor prohibido. Solamente pueden ocurrir esos detalles en la Serenísima.

La muerte en Venecia es una novela breve. Un libro para tener cerca de nosotros. En la mesilla o en algún viaje. Una obra que recordar. Thomas Mann presenta solamente cuatro personajes y los hace girar alrededor de una belleza suprema: el escritor alemán, el joven polaco, una Venecia arrogante y una epidemia de cólera que vacía los canales. La historia es simple porque compleja es la vida: von Aschenbach se retira a la ciudad del Adriático en busca de inspiración. Encontrará, sin embargo, el amor imposible en un adolescente, que encarna la perfección. El cólera se va apoderando de la ciudad. Cuanto más avanza, más bella es Venecia, como un pacto secreto con la muerte.

Hoy vivimos en ciudades vacías. Hemos cambiado las plazas por los balcones. El paseo por la nostalgia de una libertad pasada. Nuestras calles, mientras tanto, se reponen de una belleza que parecía perdida. En secreto, la soledad se va apoderando de ellas. No necesitan más que el silencio perdido durante siglos. En cambio, nuestros apartamentos se llenan de un rumor parecido al de turistas recién llegados.