«Mientras que en Madrid se fraguaban los cimientos de la Movida y en Galicia surgía un nuevo grupo de atlantes, España entera se vio inundada por una emergente generación de artistas única en su historia. Eran los ochenta, los años dorados, únicos e irrepetibles para el arte contemporáneo español, años en los que se rompieron muchas barreras estéticas en pos de una libertad creativa sin precedentes». Así presenta Eva Hernández, directora de la murciana galería Two Art, su más reciente exposición, una nueva y polifacética colectiva con firmas como las de Guillermo Pérez Villalta, Luis Gordillo o el mismísimo Antonio López

Bajo el título Aquellos ochenta's, Two Art Gallery propone un viaje a través del tiempo para volver a sentir aquel espíritu de cambio que lideró el sentimiento de una sociedad ansiosa por olvidar los oscuros años de represión de la mano de algunos de sus artífices más representativos, quince artistas unidos por un gran deseo de innovación que asentaron las bases del arte en nuestro país y dieron los primeros pasos hacia la modernidad. «Esa necesidad de encontrar nuevos caminos para el arte y de dar salida a tantos años de oscuridad creativa ocasionó que en el mismo espacio de tiempo tuvieran lugar expresiones tan diversas y distintas como el informalismo, la abstracción, el arte pop, y diversos tipos de figuración, lo que enriqueció enormemente el ambiente cultural propiciando la consolidación de la figura del coleccionista privado», apuntan desde la galería.

La exposición integrada por una cuidada selección de veintidós obras de «la élite de su generación» ofrece un amplio espectro de ese resurgir de las artes plásticas con piezas de «excepcional calidad, difíciles de encontrar en el mercado actual», como un espléndido Broto del año '84 procedente de la histórica galería Maeght París; tres obras de Antón Lamazares, pertenecientes a sus conocidas series Xanelas ( Sellos y Desazón de vagabundos, pintados en Nueva York en los años en que el artista vivió en la Gran Manzana, realizadas con su característica técnica, que mezcla pintura industrial, cartón y madera); un Feito que es «fiel reflejo de su estilo más puro, con un toque matérico como motivo principal», o tres pinturas de Campano pertenecientes a su mítica serie La Grappa, considerada la más relevante del que probablemente fue el más lúcido creador de aquella década.

El toque más figurativo corre a cargo de dos pequeñas «joyas» de los más veteranos de la muestra: el retrato de la madre de Antonio López en una calle de Tomelloso, y un par de aquellas manos «magistrales» del inolvidable escultor Julio López Hernández, a los que hay que sumar las visiones de Luis Claramunt durante los días que el artista pasó en África, y a un joven Francisco Leiro, que por aquellos años ya se sentía atraído por la abstracción y desfragmentación de la figura. Por otro lado, entre abstracción y realismo deambulan neofigurativos de la talla de los citados Luis Gordillo y Guillermo Pérez Villalta; de Carmen Calvo, que aporta una impactante obra de grandes dimensiones de connotaciones conceptuales; de Víctor Mira y su dramática y oscura visión artística, y de Eduardo Arroyo, con el «indescriptible» retrato de su primera mujer, Grazia Eminente, imagen muy presente en la trayectoria del artista.

Pero no sólo de pintura y escultura se compone Aquellos ochenta's. La fotografía también tuvo un gran protagonismo durante aquellos años, con ejemplos notables como los de Alberto García Alix, «que, con una mirada libre de prejuicios, se convirtió en un verdadero documentalista visual de la sociedad del momento»; Chema Madoz, cuya innovadora visión del arte aportó «un sentido poético a los objetos cotidianos», y Darío Villalba, «quien por primera vez dotó a la imagen fotográfica de connotaciones pictóricas». «Contagiados por un gran optimismo y un irrefrenable deseo de hacer cosas nuevas -continúa Hernández-, todos ellos crearon nuevas maneras de sentir el arte, nuevas maneras de sentir la vida, protagonizando una de las décadas más fructíferas y libres del arte español»; década que, gracias a Two Art Gallery, se puede revivir en la Murcia de 2020 en un pequeño local de la calle Acisclo Díaz de la capital del Segura.