Han pasado más de 170 años desde que Edgar Allan Poe, maestro del terror literario, muriera en extrañas circunstancias en el Washington College Hospital. Fue el 7 de octubre de 1849, cuatro días después de ser encontrado por las calles de Baltimore en un estado delirante, y, en la actualidad, el consenso acerca de lo que le ocurrió aquella noche al genio gótico todavía está muy lejos de ser alcanzado. Hay quien dice que fue linchado por unos rufianes; otros, que fue emborrachado para forzarle a votar -era día de elecciones-, pero también, los más conspiranoicos, aseguran que fue asesinado. Más recientemente se ha valorado la posibilidad de que su deceso hubiera sido causado por un tumor cerebral -lo que explicaría, en parte, aquel comportamiento errático-, pero la mayoría hace alusión a su delicada relación con la bebida.

En cualquier caso, todo o casi todo son habladurías, ya que se han perdido todos los registros y documentos médicos del poeta, incluyendo el acta de defunción; aunque, a decir verdad, tampoco los sanitarios que le atendieron en su momento supieron dar un diagnóstico fiable... Ante semejante tesitura, la esperanza entre sus seguidores por esclarecer lo sucedido hace tiempo que se desvaneció; entre otras cosas porque su muerte, rodeada de misterio, no ha hecho más que alimentar la leyenda de un hombre cuyo final no podía estar exento de tinieblas, de un personaje tremendamente perturbado y eternamente perseguido por un cuervo negro.

La muerte de Poe se ha convertido, pues, en parte de su propia mitología. Mitología incansablemente referenciada, versionada, adaptada, destripada, representada..., pero en la que históricamente se ha trazado un línea divisoria, clara e infranqueable, entre el terreno puramente literario, ficcional, y el biográfico; y es ahí, entre ambos, bailando sobre el límite de estas dos fronteras, dónde La Murga Teatro ha encontrado un filón, donde la compañía cartagenera ha decidido poner los cimientos de un montaje que este miércoles llega al Romea tras estrenarse triunfalmente en Cartagena y que es de disfrute obligado para quienes todavía agarran las sábanas con fuerza tras leer los relatos del romántico?? escritor estadounidense.

Hablamos de Tic-tac Poe, un texto del murciano Miguel Galindo que dirige Alfredo Ávila, con el que ha hablado LA OPINIÓN para conocer un poco más acerca de este novedoso montaje. «Nos trasladamos, a través de la ficción, hasta Baltimore, hasta el día de su muerte, con la intención de 'descubrir' qué fue lo que ocurrió esa aciaga y desconocida noche. En ese difícil trance encontramos a Poe, que en sus últimas y agónicas horas tendrá que enfrentarse a sus miedos más profundos, a sus obsesiones, a sus propios personajes y al deseo de volver a ver a su joven esposa Virginia, fallecida años atrás», explica Ávila, quien reconoce al malogrado poeta como un ser, quizá, mucho más complejo y oscuro que los que poblaron las páginas de sus relatos. «La vida azarosa de Poe, así como sus conflictos internos, aparecen continuamente reflejados en sus textos; de hecho, sería casi imposible entender su obra sin conocer su vida... Sus historias y relatos tienen mucho que ver con esos miedos que acechaban constantemente en su cabeza», apunta el director escénico, que sentencia: «Perfectamente pudo ser el personaje principal de sus obras, como planteamos en este montaje».

El encargado de dar vida a Poe -y encabezar un reparto de auténtico lujo- es José María Bañón, al que Ávila no tiene reparos en elogiar públicamente por su interpretación. «Está genial -dice el director-, está haciendo un trabajo espléndido y, en mi humilde opinión, merecedor de premios y del reconocimiento del público, que es el mayor galardón que nosotros podemos recibir. Para nosotros es un verdadero lujo poder contar con él», añade el también productor de La Murga, que es prácticamente igual de generoso con el resto del elenco. «Si Bañón es un grande del teatro murciano, no hay que olvidar a Luis Martínez Arasa, premio Azahar 2019 a la Mejor Interpretación, o a David García Coll, que se llevó Mejor Actor de Reparto. Pero tampoco a Miguel Ángel Cárceles, Pedro Alejandro Villalba o Lara Guillén. La verdad es que, sin duda, gran parte del éxito de este montaje tiene que ver con la elección del equipo artístico y, ojo, también técnico», recuerda Ávila.

Y es que representar una obra de estas características no es sencillo; de hecho, desde la propia compañía aseguran que no es habitual poner en escena piezas 'de miedo', como se les conoce popularmente. En cualquier caso, conviene hacer alguna matización en este sentido: «Hablamos de terror 'Poe' -dice Ávila-, de terror psicológico. Un terror que, sin necesidad de asustarte, te engancha y te atrapa, ya sea a las páginas de un libro o a este montaje teatral». En este sentido, el director de La Murga aclara que, sobre las tablas, funcionan «otras claves, que no tienen que ver con las reconocibles en el cine o en el mundo de los audiovisuales. El teatro [de este género] requiere de ciertos ambientes y atmósferas, y ahí es donde interviene particularmente el equipo técnico», explica Ávila. En esta trinchera se mueven Puri Oliver, responsable del vestuario; Jesús Martínez, a cargo de la iluminación; Toni Herrera, que maneja el espacio sonoro, y la pareja formada por Miguel Ángel Marín y Pedro Contreras, que firman una «magnífica banda sonora compuesta específicamente para Tic-tac Poe». «Todos -también los actores y el director- hemos trabajado conjuntamente para dotar al espectáculo de dicha atmósfera, y creemos humildemente haberlo conseguido», señala Ávila sobre este «difícil reto». Desde luego, a tenor de lo que pudo apreciarse el pasado 29 de noviembre en el hall Nuevo Teatro Circo de Cartagena una vez finalizado su estreno, no cabe duda de que fue así: «El público salió emocionado, sobrecogido, impresionado... La verdad es que la respuesta y acogida fue extraordinaria, y esto nos hace ser muy optimistas acerca del futuro de Tic-tac Poe», confiesa el director.

Ahora toca conquistar otra plaza señera, «el gran teatro de la Región, el Romea», y desde la compañía cartagenera no quieren excusas por parte del respetable... «Es una obra que va dirigida a todo tipo de público, desde los jóvenes estudiantes de instituto y universitarios a público adulto en general. Es como Poe: él nos sumerge, a todo tipo de espectadores, en esa atmósfera densa y pesada que te engancha, que no te deja soltar el libro; de la misma manera, estamos convencidos de que Tic-tac Poe también atrapa a todos los espectadores en el patio de butacas», dice Ávila. Además, asegura, no es necesario estar particularmente familiarizado con la obra o la vida del escritor para disfrutar de este montaje, «aunque, evidentemente, los amantes de Poe van a disfrutar muchísimo al reconocer al autor y a sus personajes», incluido, claro, el dichoso cuervo negro que, más de 170 años después, sigue pegado a su sombra.