Cuenta José Carlos Martínez que, en 2011, con su incorporación como director de la Compañía Nacional de Danza (CND), dejó «entre paréntesis» su faceta como coreógrafo. Sin embargo, el que fuera estrella del Ballet de la Ópera de París no parece haber perdido el 'toque' durante estos nueve a merced del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música y el Ministerio de Cultura; tampoco el prestigio. Y es que, en estos escasos seis meses que lleva fuera del cargo oficialmente, le ha dado tiempo a reunir a algunos de los mejores bailarines del mundo en la Gran Gala Estrellas de la Danza que presentó en diciembre en el Villegas y que actualmente sigue representando allá donde le reclaman; a hacer historia al convertirse en el primer español en coreografiar el Concierto de Año Nuevo de Viena, un hito en su ya de por sí exitosa carrera, y a preparar el estreno de El corsario con el Ballet de la Ópera Nacional de Roma. El cartagenero, Premio Nacional de Danza en 1999, no ha parado (ni piensa parar) ni un segundo durante los primeros compases de esta nueva etapa, aunque se permite hacer un alto en el camino y repasar este medio año frenético en esta entrevista.

Esta Navidad hizo historia convirtiéndose en el primer español -en 79 ediciones- en coreografiar el Concierto de Año Nuevo de Viena. ¿Qué supone tener ese 'título'?

Bueno, hacerlo fue un reto, seas el primero o el cuarto. Hay mucha tradición, pero hay que innovar, mostrar algo diferente, aunque siempre dentro de su línea habitual... Además, hacer una coreografía para la televisión no es lo mismo que para un teatro, por ejemplo, porque no cuentas con un escenario al uso; había que adaptarse al espacio, al suelo... Es algo que hay que hacer una vez en la vida.

¿Cómo fue a nivel profesional afrontar este reto?

No tienes el control sobre todo, pero a la vez se trabaja con equipos de muchísima experiencia. Además, al principio trabajamos en un estudio con los bailarines, y en base a eso hice una coreografía, pero luego, al pisar los espacios en que se iba a desarrollar realmente, la cambié totalmente. En cualquier caso, me divertí mucho viendo mi coreografía de una manera poco habitual, a través de la cámara; da una visión diferente de la pieza.

Y otro reto ha sido el de montar la Gran Gala Estrellas de la Danza , que presentó en Murcia el pasado mes de diciembre y ya está llevando a otras plazas como el Principal de Alicante.

Lo interesante de este proyecto es poder hacer que bailen aquí o allí algunos de los bailarines españoles de la actualidad, algunos residentes en nuestro país y otros que están fuera y son más difíciles de ver... Se van porque aquí no tienen tantas opciones, porque no hay compañías ni los teatros programan espectáculos de danza.

¿Y eso por qué?

Pues es extraño, porque esto es algo que pasa particularmente en España. En otros países del mundo no ocurre algo así; cuando hay crisis se recorta, evidentemente, pero en igual proporción que otras artes. Aquí nunca se ha terminado de instalar la danza en los teatros.

Entonces, ¿por qué decidió montar esta gala? ¿Y cómo fue la elección de las estrellas, entre las que están bailarines españoles como Lucía Lacarra y grandes figuras de compañías internacionales como Matthew Golding, de The Royal Ballet de Londres?

Simplemente pensé en organizar una gala con un gran nivel artístico, y en la que hubiera de todo, y empecé a llamar bailarines. La dificultad era reunir al elenco porque cada uno tiene su propia trayectoria, su propia agenda. Por eso cada gala es diferente, pero eso también la hace más interesante. Además, podíamos haber cogido solo a bailarines conocidos, pero quería dar la oportunidad a los jóvenes. Ahí está, por ejemplo, Sonia Vinograd, del Ballet Nacional de Oslo, que aquí prácticamente no ha bailado.

Es un poco paradójico que, para triunfar, un bailarín español tenga que irse fuera pero que, cuando consigue cierto reconocimiento internacional, aquí deje de tener visibilidad.

Es terrible... Pero eso es porque hay muy pocas compañías de danza en nuestro país, y muchos bailarines buenos. En todos los estilos, además. Por eso me gustaría que estas galas fueran más estables y formar un grupo de bailarines.

Dejó la Compañía Nacional de Danza en septiembre pasado. ¿Cómo lleva esta nueva etapa?

Digamos que tengo muchos proyectos personales. Al apostar por la Compañía Nacional de Danza dejé mi faceta de coreógrafo entre paréntesis y paré proyectos que tenía fuera, sin embargo, ahora estoy trabajando más de lo que me podía imaginar... Pero bueno, lo echo de menos, y me da pena que se haya 'parado' un poco el proyecto que teníamos; me da pena el frenazo que ha pegado la CND. Es triste por la danza en nuestro país, porque había algo construyéndose, pero aquí no apostamos por los proyectos a largo plazo... Y cada vez que hay un cambio de este tipo se empieza de cero. Los bailarines hicieron el año anterior 87 espectáculos, y en este no van a llegar a 40.

Ahora que lo ve con cierta distancia, ¿qué huella cree que ha dejado en la CND?

Estuve en diciembre en el Teatro de la Zarzuela y la vi en plena forma. Comparándola con la compañía que había cuando yo llegué es una evolución y un cambio total. Espero haber dejado toda la labor social y pedagógica que empezamos. Ese es mi sello.

No sé si las instituciones han respondido tan bien como el público a la danza...

Yo creo que el público ha respondido siempre. Siempre he visto al público con ganas de ver danza. Hay público y bailarines increíbles, pero falta estabilidad para las compañías, más voluntad en los programadores y apoyo institucional.

¿En todos estos años ha visto en sus actuaciones a muchos políticos o gestores culturales, de cualquier gobierno?

Ha habido de todo. En los ocho años que estuve en la compañía hubo cuatro directores diferentes del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, y a algunos les gustaba más que a otros. Pero yo me he sentido siempre muy apoyado por ellos y por el Ministerio de Cultura, ¿eh?, incluso en periodo de crisis. Cuando yo llegue había 42 bailarines, y llegamos a tener 50. Lo que pasa es que el presupuesto era pequeño... Yo me he adaptado a cada director del INAEM, pero creo que no debería cambiar en función del signo político del Gobierno... De hecho, esto es parte del gran problema de la cultura en nuestro país: la falta de estabilidad. El arte no debería depender de los cambios políticos...