Esto de «los libros me han cambiado la vida» quizá suene algo manido. Hablar es gratis y la frase queda genial en una entrevista; además, como reflexión corta puede ser más que válida, o como alegato de amor a la Literatura. Sin embargo, quizá suene exagerada en la mayoría de los casos. Sin embargo, cuando quien la pronuncia es Javier Castro Flórez la sentencia se queda corta; a él, realmente, los libros le han cambiado la vida. Y se nota. Se nota cuando se le escucha, pero, sobre todo, cuando se le lee. Los lectores de este diario lo saben bien, pues entre otoño de 2018 y la primavera de 2019 sus textos salpicaron periódicamente las páginas de LA OPINIÓN con un artículo semanal que llevó por nombre Lo que lee un editor. Lo que allí pudo leerse, no obstante, iba más allá de la mera reseña; aquellos relatos eran, como él mismo señala, verdaderas «cartas de amor a la literatura». Epistolario honesto y sincero, pero nada pretencioso ni empalagoso. El resultado, reunido ahora por Newcastle Ediciones -su propia editorial- y prologado por Antonio J. Ubero, se presenta mañana a las 20.00 horas en el Museo Ramón Gaya de Murcia. El título, por supuesto, el mismo que recibió a cada uno de los textos en estas mismas páginas.

Los periodistas, los escritores, siempre dicen que escribir no es fácil. Y leer, ¿es fácil?

Sí. Bueno, para mí sí, porque es un goce. Yo fui un chico muy tímido de adolescente y encontré en los libros los amigos que no tenía en la vida. Pero no solo amigos, los libros me lo trajeron todo: amor, aventuras... Forman parte de mi vida desde que tengo memoria.

Se lo preguntaba porque Antonio J. Ubero dice en el prólogo que tiene una forma muy particular de leer, y que de ahí salen estas muy personales reseñas.

Sí. Pero bueno, supongo que es porque yo no leo por obligación... En estos textos [los de Lo que lee un editor], además, yo no pretendía imponer mi gusto al lector; lo que quería era encontrar en estos libros qué es lo que a mí me emociona, y contar que en ellos encuentro interlocución. Porque para mí, los libros son espejos en los que te reflejas, pero también ventanas a las que te asomas para ver otros mundos, nuevos horizontes. Así que [al escribir estas reseñas] es como si fuera 'ambidiestro': es un texto sobre el libro, sí, pero también sobre mí, sobre mi vida.

Entonces, ¿hay mucha diferencia entre cómo lee un editor y cómo lee un lector? Quiero decir: un cineasta, por ejemplo, no ve las películas igual que un espectador al uso (se fija en la técnica, en los planos, en la narrativa...).

Mira, yo fui galerista durante diez años y aún, cuando entro a una exposición, me dan ganas de pedir un martillo: que si este cuadro yo lo hubiera puesto ahí, que si yo esta pieza la hubiera colgado más alto... [Risas]. Pues bien, como editor es un poco igual. Como te decía, yo normalmente leo sobre temas que me interesan o a autores que me gustan, y a veces sientes envidia: «Este cabrón [por otro editor] se me ha adelantado» [Ríe]. Luego también hay veces que, a lo mejor, te da un poco de pena ver que editoriales importantes publiquen cosas tan malas..., pero bueno, hay muchas nóminas que pagar. El caso es que sí, es una lectura mediada por el deseo de editar.

Así que más de una vez se ha encontrado con cosas que le hubiera gustado sacar con su editorial...

Claro. Pero bueno, no siempre se puede. La mía es una editorial pequeña; y he publicado autores de ámbito nacional importantes, ¿eh? Pero porque saben que soy lector de sus libros, que no les escribo porque sí, sino porque defiendo a muerte su trabajo. La relación con los autores es particular... Para mantener un idilio con ellos tienes que ser un lector apasionado de su obra; o, al menos, así lo creo yo. A veces, lo que les envío son auténticas cartas de amor. Mira, ahora vamos a publicar un libro de Eduardo Jordá que es una maravilla, de verdad, y le escribí: «Eduardo, yo te quiero», «Eduardo, eres el más grande», «Eduardo, tal libro tuyo que publicaste tal año me encantó»... [Risas]. De ahí lo que hablábamos antes: hay una cierta manera de leer que tiene que ver con que realmente sueñas con hacer libros.

Y, después de tantos años, ¿es capaz de leer solo por placer?

Siempre. Siempre por el disfrute. Yo no leo profesionalmente. El tema es que a veces el disfrute te lleva a estas cosas.

Volviendo al libro: ¿Cómo entiende estas reseñas? ¿Considera que tienen naturaleza propia (más allá del libro en el que se basan)?

Sí. De hecho, yo no las llamaría 'reseñas'. Una de ellas se la dedico a Joan Didion y de las 636 palabras del texto no sé si le dedico quince... Son cartas de amor a los libros y a la vida; entonces, claro, tienen una pretensión de estilo. Pero mira, yo es que para estas cosas soy muy humilde [Ríe]: me he autoeditado y lo he hecho en el número 13 de la colección para que ningún autor tuviera que cargar con la dosis de superstición que esto conlleva. Es un libro pequeño, no es la gran novela del año -no creo ni que sea necesario...-, pero sí pienso que encontrará a algún loco al que le interese; si no ahora, dentro de algunas décadas. O de algunos siglos, pero lo hará. Alguien al que le guste hablar de libros (y de la vida) sin pedantería y con humor.

¿Y cómo encajan estos textos reunidos?

Pues mira, cuando los agrupé decidí respetar escrupulosamente el orden de publicación, y tampoco quise cambiarles ni una sola coma. Pero creo que, en su conjunto, este libro traza un retrato un poco melancólico de alguien que en los libros ha encontrado un madero al que agarrarse para no hundirse, pero también una balsa con la que recorrer mares y océanos. También el de una persona que trata de sobrevivir al 'naufragio' que es el tiempo, que se lo va llevando todo... Al final, todo esta vinculado a los recuerdos. Mira, una vez publiqué un libro de Antonio Moreno que iba sobre su padre y sobre su madre y, justo antes de sacarlo, ella murió. Así que estuvimos un tiempo dándole vueltas a la idea de poner un texto al final explicándolo, pero, al final, decidió que no; «Así estará siempre viva en el libro», me dijo. Muy bonito. Por ahí va la cosa: los libros siempre están ahí, no envejecen como nosotros.

¿Cómo elegía o por qué el texto a reseñar?

Siguiendo mis obsesiones. Solo tenía una norma: no hablar de un autor que hubiera publicado yo; me parecía autobombo, y no era ni de lejos la intención. También intenté que la sección fuera lo más real posible: intentar que realmente fuera algo que hubiera leído esa semana, y que fuera 'novedad', que el lector, en un momento dado, lo pudiera comprar y leer. Y luego, no ceder a interés ninguno; por ejemplo, no hay ningún autor murciano. Más allá de eso, como digo, era un poco seguir mis obsesiones, que creo que en el fondo son las de mucha gente: libros sobre gatos, sobre campos de concentración, viajes, sobre el tiempo... No soy un lector de ficción, lo siento; me gustan estos híbridos que están entre las memorias, el ensayo, el viaje... Necesito que, como las películas de Antena 3, estén, aunque sean mínimamente, basados en hechos reales. Que haya algo de 'realidad' en el relato me ayuda a entender la lectura como una especie de salvación; con el tiempo he ido perdiendo la capacidad de aceptar la 'mentira' de que la ficción también es la vida...

Como decía, este libro está editado por Newcastle Ediciones, su propia editorial. Aprovecho para preguntarle: ¿Cómo está actualmente el sector en la Región?

Pues es verdad que ya no estamos en las 'catacumbas' como hace unos años, pero seguimos en el sótano. Como venimos de tan abajo, pese a todo somos optimistas, pero lo cierto es que no hay muchas editoriales, las que hay son marcadamente locales y con poca proyección fuera de la Región... Ubero, que se dedica a la distribución, dice que, después de Ceuta y Melilla, Murcia es el lugar donde menos libros se venden en toda España. Es un sitio duro: hace mucho calor, hay mucha terracita y..., hay que decirlo, el apoyo de parte de la Comunidad a los libros ha sido cero. Pero esto no debe hacer que haya lloriqueos o malos rollos. Hay que seguir trabajando.

Ha dicho que si vende más de siete ejemplares será todo un éxito. ¿Entonces, qué te lleva a sacarlo?

[Ríe] Serán siete o diecisiete, pero, si les gusta a las personas que los compren, ellos serán un poco más felices y, consecuentemente, todo irá un poquito mejor. Por eso nacer con esta perspectiva de vender poquito no significa nada..., de hecho, igual ahora no lo compra nadie pero dentro de no sé cuánto tiempo empiezan a venderse ejemplares por lo que sea, y lo mismo yo ya estoy muerto para entonces, pero seguiré vivo en esas páginas. La cosa también va un poco por ahí. Hay una cierta eternidad cuando uno publica un libro. No me preocupa el ego ni arrasar en las librerías, pero sí que, cuando palme, la gente que me quiere sepa quien fui y qué era lo que leía.